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Newell’s lo tenía, pero Olimpo se lo empató

Por Mariano Faurlin.- La Lepra ganaba 2 a 0, pero se durmió y los bahienses llegaron al empate. Vergini, de penal, y Urruti anotaron para el local, mientras que Rolle y Lucero lograron que la visita llegue al 2 a 2 definitivo.

La realidad de Newell’s ya superó lo entendible. Que Olimpo lograse empatar el encuentro en el Coloso del Parque cuando la Lepra iba 2-0 es inconcebible desde donde se lo mire. Imposible mantener la calma y no empezar a preocuparse con nueve partidos sin victorias y tantas oportunidades desperdiciadas.

Lo peor es que el Rojinegro salió decidido a llevarse por delante a su rival, una señal clara de que comprende el momento por el que atraviesa. Pero en la primera parte le faltó profundidad, pese a las buenas intenciones de Fabián Muñoz, el destacado trabajo de Pablo Pérez más la laboriosa tarea de Lucas Bernardi. Todo apuntalado por la ubicuidad de Diego Mateo.

Dos cabezazos, primero de Maximiliano Urruti y luego de Néstor Camacho, más una gran asistencia de Bernardi a Muñoz, quien fue ‘atorado’ por Laureano Tombolini, fueron las acciones más propicias del primer tiempo.

Olimpo, con mil limitaciones a cuestas, dio cuenta de un gran problema que hoy padece la Lepra: no tiene margen de error. Martín Rolle avisó con un tiro de esquina y un centro que obligó a una exigida de Sebastián Peratta. Y sobre el final, Andrés Franzoia casi aprovecha un error en defensa que Santiago Vergini alcanzó a salvar.

Newell’s apuró a Olimpo en el complemento y al minuto ya estaba 1-0: Muñoz entró al área y fue derribado por Juan Tejera; Santiago Vergini lo cambió penal por gol. Y enseguida aumentó cuando Muñoz encaró por derecha y tocó para Pablo Pérez, éste sacó un potente remate, Tombolini dio rebote y Urruti la mandó a guardar. Esa conquista fue contraproducente. Olimpo descontó enseguida luego de un doble error de Hernán Pellerano que Rolle no desaprovechó. Y en el final lo igualó Adrián Lucero, quien sacó ventaja de un yerro compartido entre Néstor Camacho, Pellerano y Sebastián Peratta. Los minutos finales fueron de zozobra y nerviosismo, a punto tal que Nicolás Pavlovich le terminó perdonando la vida a la Lepra en la última bola. La despedida con silbidos y abucheos, el gesto de Diego Cagna, la impotencia de los jugadores; imágenes demasiado elocuentes que ilustran la realidad rojinegra.

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