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Argentina con una actuación memorable, más allá del medallero

La Argentina cerró una actuación memorable en los XVI Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, y si los 21 oros reflejan con fidelidad el acierto de las políticas deportivas implementadas, mejor lo hace el análisis global que va más allá del medallero.

Argentina cerró una actuación memorable en los XVI Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, y si los 21 oros reflejan con fidelidad el acierto de las políticas deportivas implementadas, mejor lo hace el análisis global que va más allá del medallero.

La delegación nacional superó con amplitud las expectativas desde lo puramente estadístico: casi duplicó la cantidad de preseas doradas cosechadas en Río de Janeiro 2007 (21 contra 11), y subió un puesto en el medallero general, de octavo a séptimo.

Mejor todavía, fue más importante la diferencia lograda sobre el octavo (Venezuela, con 12) que la registrada con el sexto, Colombia, que llegó a 24 empujado por unas pocas disciplinas a las que apuesta con firmeza (ciclismo y patín sobre el resto, deportes que, a la vez, entregan una cantidad numerosa de medallas).

«Vamos a disputar entre el sexto y el octavo lugar», había anunciado el Secretario de Deporte de la Nación, Claudio Morresi, en una entrevista con Télam semanas antes de los Panamericanos.

Pero lo dicho: más allá del medallero (21 de oro, 19 de plata y 35 de bronce, 75 en total); más allá del rendimiento excepcional de los representantes de algunos deportes específicos (el remo, la paleta, el yachting); en la actuación de cada atleta, la mayoría con posibilidades ciertas de victoria, todos competitivos, se reproduce el acierto de las medidas tomadas en los últimos años.

Sobre el deporte, finalmente, existe una política de Estado.

Reconocible no ya en los resultados, sino en decisiones concretas tanto sobre el alto rendimiento (la creación del ENARD) como en el deporte social (torneos Evita, Juegos BA), cuyas consecuencias coinciden y se resumen en la figura emocionante de Braian Toledo.

La historia de Toledo, el pibe humilde de Marcos Paz descubierto en un torneo de deporte social y ahora la máxima esperanza del atletismo nacional (lanzamiento de jabalina), tiene mucho más que valor alegórico: sintetiza la obtención de un derecho inalienable.

Ahí está la grandeza de un gobierno: tomar decisiones que lo trasciendan, ofrecerle al pueblo la posibilidad de una conquista y permitirle la naturalización de su ejercicio hasta hacerla propia.

Néstor Kirchner, primero, y Cristina Fernández de Kirchner, después, recuperaron banderas, interpretaron con sabiduría la importancia del deporte y a través de las herramientas adecuadas (el Ministerio de Desarrollo Social, la Secretaría de Deporte de la Nación, las leyes) lo pusieron de pie, nuevamente.

Como detalle, si hace falta: no hubo un solo atleta nacional que, en México, dejara de reconocer el novedoso apoyo del Estado.

Los éxitos ya no son fruto de esfuerzos individuales sino de una organización en la que todos tienen parte y que facilita, en ocasiones como ésta en Guadalajara, la identificación con los protagonistas. Porque el deporte es, ahora, un derecho del conjunto de los argentinos. Un derecho del pueblo.

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