A la sobremesa, Gabriel Mariotto y Aníbal Fernández habían partido. Quedaba, relajado y atento, Amado Boudou. Eran, en el restorán La Bita, en Mar del Plata, unos sesenta dirigentes. Los convocó el vice que, despojado del interinato, regresó a la política pura.
Hablaron varios antes de que Fernanda Raverta, diputada provincial, hija de Mario Montoto y de madre desaparecida, y dirigente de La Cámpora, pida la palabra. Consumió no más de 40 segundos. Un veloz panegírico sobre Cristina de Kirchner como prólogo de una frase:
– Nosotros queremos la reelección de Cristina.
Silencio y caras de asombro. Menos Boudou.
– Debemos planear la continuidad del modelo y no podemos esperar tres años. Las discusiones sobre planteos constitucionalistas se tienen hacer desde ahora. No podemos esperar -dijo el vice.
Gambeteó ciertas palabras: no usó el término reelección pero su intervención, una respuesta a Raverta, se tradujo como un respaldo explícito a la idea de un tercer mandato cristinista.
Anoche, tarde, Boudou habló a Ámbito Financiero y potenció el enigma: «Algunos parecen de la KGB. Fue una reunión de nuestro espacio político y ahí discutimos. No estuve como vicepresidente sino como militante».
– ¿Pero se habló de una reforma constitucional?
– Fue un debate entre compañeros y queda entre nosotros No fue una reunión ilegal ni conspirativa. Éramos muchos militantes y cada uno dijo lo que pensaba.
Cortó sin más detalles: sin afirmar o negar lo que se relata en esta crónica.
El deseo verbalizado por Raverta adquirió, con el guiño de Boudou, otra dimensión. Y fue parte de una secuencia puntillosamente digitada: arrancó en boca de José Ottavis, el más ladino de los caciquejos de La Cámpora.
– Es verdad lo que dicen los diarios: vamos por todo, y para nosotros la sintonía fina son los territorios.
Escuchaban, cautos, Hugo Curto, Carlos Kunkel, José María Díaz Bancalari, Diego Bossio y, entre otros, Diana Conti. Una postal, en ese tardío costero, de la diversidad kirchnerista.
Ottavis, verborrágico, desgajó un podio de leales: «Scioli fue un vicepresidente leal y es un gobernador leal, Boudou pudo hacer cualquier cosa en estos días pero fue leal, Mariotto es un vicegobernador leal a pesar de que algunos le hayan sugerido lo contrario» citó de corrido.
Dijo más. «No queremos a Scioli candidato a presidente, lo queremos como el mejor gobernador. Ni a Amado como candidato a presidente, sino como el mejor vicepresidente. Todos trabajando para lo mismo: queremos a la mejor Cristina».
«Ah -chistó a los distraídos-: nosotros no tenemos miedo en decir que queremos que Cristina siga siendo presidenta».
El cuarto vértice del polígono K fue Julián Domínguez. El diputado se convirtió en el álter ego de Boudou: no sólo es su espejo en Diputados, sino que ensamblan la expansión K en la provincia. Quiere, aunque lo niegue, ser gobernador en 2015.
De ahí el recelo con Mariotto y, recrudecidos, los embates mutuos con Florencio Randazzo. Dato: el randazzismo fue el único sector ausente. Hasta el sciolismo sentó a dos laderos: la ministra de Gobierno Cristina Álvarez Rodríguez y Hugo Bilbao, secretario de Transporte.
Florido, Domínguez eligió otra perspectiva: «Hablar de poskirchnerismo es de traidores a la patria», dijo y se justificó con un halago marketinero: «Cristina es la que garantiza la felicidad del pueblo».
Punto: cualquier dibujo reformista debe pasar por sus manos.
Apenas 15 horas después de la reaparición pública de la Presidenta, bajo el patrocinio del vicepresidente y de La Cámpora, ayer floreció el operativo reforma electoral y, con ella, el planteo de habilitar la segunda reelección de Cristina de Kirchner.
El clamor refuta hasta a la involucrada: la Presidente, en la cumbre que mantuvo a principios de diciembre pasado con Chávez en Caracas, dijo -ante una sugerencia del bolivariano- que «ocho años» en el poder eran un plazo suficiente.
La hipótesis de una reforma tuvo el año pasado su punto de hervor cuando Diana Conti, ayer comensal, habló de una «Cristina eterna», lo que se leyó como un pedido de reelección indefinida, opción que clausura la Constitución.
Pero la pista es otra: la propuesta de Eugenio Zaffaroni de mutar hacia un sistema parlamentario anima las fantasías de que la continuidad de Cristina no sea como presidente sino como «premier» a la europea.
El almuerzo de ayer, del que también participó Mariotto -que se fue antes como Aníbal F.- tuvo un fin puntual: instalar la idea de la continuidad, siquiera imaginaria, de Cristina más allá de 2015.
Tiene ecos. Frustra el plan sciolista de ser la oferta futura del PJ y limita la elucubración de sectores peronistas de instalar a Boudou como el continuador de Cristina.
Nada es inocente: en el póquer brutal del kirchnerismo, si la aventura reeleccionista deLa Cámpora no era respaldada por Boudou, el vice corría riesgo de ser acusado de tibio o de traidor.