Central dejó pasar una buena chance para sentirse en Primera nuevamente. La misión era viajar a Santa Fe y volver con los tres puntos en la valija, y así distanciarse a cinco de Instituto cuando faltan jugarse seis. En su camino estaba Patronato, un equipo correcto que suele ser fuerte en Paraná, pero débil fuera de su casa. Desde la teoría la cosa venía muy bien, la cancha de Colón lucía como el escenario justo para hacer la diferencia. Pero algo salió mal.
Juan Pizzi decidió que Jesús Méndez dejase su lugar a Omar Zarif por “problemas personales que no le permitieron participar de la práctica de fútbol”. El único dueño del fundamento del cambio es el técnico. Mucho más con el resultado puesto.
Central y Patronato jugaron un primer tiempo horrible, sin llegadas a los arcos y con la inequívoca sensación que el empate los conformaba. Primer mandamiento traicionado por el canalla, no mostraba ambición de puntero. El negocio del empate le gustaba.
Pero cuando Bustos de cabeza metió el cabezazo ganador, empezó otra historia. La de la tragedia deportiva, esa que habla de perder el partido que no se podía perder.
Y Pizzi, sacó tres de sus cuatro volantes. Un equipo nuevo, que tuvo posibilidades, ya con Méndez en cancha. Porque a Ferrari se la tapó Bértoli. El palo devolvió un tiro libre de Jesús. Y el uno se quedó con varios centros desesperados. Pero, la reacción llegó tarde. El desperdicio estaba consumado. Por un día Central no se sintió puntero, fue a ver que pasaba. Puso la mejilla, y un tal Bustos lo noqueó.