Con un llamado a derribar «los residuos ceremoniales y las controversias del pasado» y volver a la «sencillez de los orígenes», Francisco encabezó esta tarde en la Basílica de San Pedro la celebración de la Pasión del Señor y la adoración de la Cruz, actos litúrgicos centrales del Viernes Santo.
En silencio y revestido con una casulla de color rojo que representa a la sangre del martirio, el Papa realizó el gesto de la postración frente al altar central de la basílica para luego dar inicio a la celebración que incluyó la liturgia de la palabra y la adoración de la Cruz.
La homilía estuvo a cargo del Predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa -como es habitual en muchas ceremonias vaticanas-, quien remarcó la necesidad de recuperar el impulso evangelizador de la Iglesia y tuvo un enérgico llamado a desterrar «las burocracias los residuos ceremoniales y controversias del pasado».
En su predicación, Cantalamessa utilizó un texto del escritor checo Franz Kafka para ilustrar los impedimentos que surgen en el seno de la iglesia a la hora de evangelizar.
«Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia nunca se parezca a aquel castillo complicado y sombrío descripto por Kafka, y el mensaje pueda salir de él tan libre y feliz como cuando comenzó su carrera», aseveró.
«Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, como aquellas que separan a las distintas iglesias cristianas entre sí, la excesiva burocracia, los residuos ceremoniales y controversias del pasado, aunque se han convertido ya en escombros», destacó el encargado de la predicación.
También comparó a la iglesia con «alguno de esos viejos edificios», que «a través de los siglos, para adaptarse a las necesidades del momento, se les llena de divisiones», pero llega un momento en que «son un obstáculo», y por eso dijo que «se debe tener el coraje de derribarlos» y volver a la «sencillez de sus orígenes».
«Esa fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián: `Ve, Francisco, y repara mi Iglesia`», concluyó Cantalamessa en referencia al Santo de Asís, inspirador del nombre que lleva el sumo pontífice y agregó: «Se abre para la iglesia un tiempo nuevo, lleno de esperanza».
Por la solemnidad de la ocasión, las oraciones, la lectura de la pasión y el salmo fueron proclamadas en latín, mientras que la primera lectura fue en italiano y la segunda se hizo en español.
• Vía Crucis
A partir de las 17.15 se inicia el Vía Crucis, un recorrido de las 14 estaciones del Vía Crucis con las últimas horas de Cristo, que coronará las actividades de este Viernes Santo, en el Coliseo romano, del primer papa latinoamericano.
Este quizá sea uno de los pocos actos de la Semana Santa de este año que lleva la impronta de su predecesor, Benedicto XVI, que había encargado las meditaciones al patriarca de la Iglesia maronita libanesa Bechara Rai y éste encomendó a dos jóvenes su redacción.
Se trata de una forma de destacar el drama que vive Oriente Medio, con la guerra de Siria, pero también la difícil coexistencia entre musulmanes y cristianos, el auge del islam y la huida de muchos cristianos de la región ante la persecución que sufren, en particular en Egipto.
El mensaje de estas meditaciones encargadas por el ahora Papa emérito podrían centrarse en la defensa de la vida, amenazada por guerras, intolerancia, opresión, y también, según la Iglesia, por las leyes (aborto, eutanasia) que no defienden lo suficiente los derechos de los más pobres. Conceptos que Francisco, que alza constantemente su voz a favor de la «protección», asume plenamente.
Lombardi reconoció que el nuevo Papa argentino ha acortado y simplificado algunas de estas ceremonias litúrgicas. Quizá, el mensaje más contundente lo dio el Papa el Jueves Santo, cuando se desplazó a una cárcel de menores de Roma, «Casal del Marmo», donde ofició una misa ante medio centenar de jóvenes y lavó los pies a 12 de ellos en una ceremonia que conmemora la última de cena de Jesús con los doce apóstoles.
Arrodillado en el frío suelo sobre un simple paño blanco, Francisco lavó, secó y besó los pies de diez chicos y dos chicas, dos de ellos, de confesión musulmana, sacando esta simbólica ceremonia de su marco habitual, la suntuosa basílica de San Juan de Letrán. «Quien está en lo más alto debe servir a los otros», «ayudar a los demás», les dijo el Papa argentino, trayendo al corazón de la Iglesia de Roma una costumbre que como arzobispo y cardenal Jorge Mario Bergoglio solía llevar a cabo en Buenos Aires.
• Vigilia y bendición
El sábado, el Papa seguirá con el maratón de actos con la Vigilia Pascual, que celebra en la noche de Pascua la resurrección de Jesús. El Papa bautizará a cuatro adultos convertidos al catolicismo: un albano, un italiano, un ruso y un estadounidense de origen vietnamita.
El domingo celebrará en la Plaza de San Pedro la misa de Pascua ante decenas de miles de peregrinos y pronunciará la tradicional bendición «Urbi et Orbi» («a la ciudad y al mundo»).