Por Miguel Passarini.
Florencio Sánchez y Armando Discépolo, entre otros autores, instalaron a perpetuidad en el teatro argentino la problemática de la familia. Disfuncional o no, las implicancias de aquellas primeras elecciones dramáticas, quizás por la coloratura de un modo de ver a la familia que se diversificó y mutó pero siempre siguió dando tela para cortar, resuenan en el presente.
Tras las logradas versiones de Fraternidad, de Mariano Moro, y de El Malentendido, de Albert Camus (no casualmente dos textos que transitan problemáticas familiares, aunque disímiles), la actriz y directora local Carla Saccani, el frente del novel equipo Teatro Cabeza (ver aparte), se prueba también como dramaturga, a partir del estreno de Amarás a tu padre por sobre todas las cosas, que se conocerá esta noche, a las 22, en Quercus Alba (Corrientes 563, donde seguirá en cartel todos los viernes de mayo y junio), y que cuenta con las actuaciones de Vanesa Baccelliere, Marina Lorenzo y María Florencia Sanfilippo, con asistencia de Natacha Soboleosky y Natalia Zatta y producción de Rocío Luna.
“Indudablemente, hay un tipo de teatro en el que nos interesa profundizar y que tiene que ver con poner en escena distintos tipos de familia”, aclara Saccani sobre su propuesta, pensada para poco más de una veintena de espectadores por función, en el marco de un extenso dossier de prensa que, en una primera mirada, la posiciona como una de las pocas creadoras locales dueña de una capacidad inusual de reflexión sobre su producción artística, algo que tiene su correlato con su posicionamiento frente a la mirada crítica que los demás (prensa, colegas) puedan ejercer sobre su obra.
Amarás a tu padre por sobre todas las cosas transcurre en 1997, en pleno menemismo, en una casaquinta en Oliveros, en el marco de los festejos de Año Nuevo. La obra relata parte de la historia de Cecilia (Sanfilippo), Romina (Baccelliere) y Celeste (Lorenzo). Las dos primeras son medias hermanas por parte de padre y la tercera, además de amiga de las dos anteriores, es la joven novia del padre de éstas. La acción transcurre en tiempo real, en la quinta donde crecieron Cecilia y Romina, y actualmente viven allí Celeste y Armando. En el medio se cruzan una serie de problemáticas que van desde el contexto sociopolítico y los desaparecidos, hasta los personajes de Verano del 98, la serie de tevé éxito de aquellos años.
“En el título se encierra una especie de versión del primer mandamiento, que dice «Amarás a Dios por sobre todas las cosas». Lo que se cuenta tiene que ver con un padre ausente que ese día no aparece pero que está muy presente dentro del conflicto, y con todo aquello que se puede terminar haciendo por un padre o por un amor. Es una historia conflictiva desde el vamos, porque plantea la posibilidad de que dos medias hermanas tengan un padre que además es el novio de una amiga de ambas. Y no sólo eso: la joven novia se va a vivir a la casa en la que estas hermanas vivieron su infancia. Es decir, es un planteo complicado que en su devenir se va complicando cada vez más”, adelantó Saccani, quien eligió correr el riesgo de revisitar los 90, un momento de su vida en el que atravesaba la adolescencia en tiempos de “frivolidades, hipocresía e individualismo”.
La creadora dio también su visión respecto de cierta tendencia generacional en el teatro local que sin pretenderlo coincide en revisar lo que pasó en los años 90. “Con creadores rosarinos como Sebastián Villar Rojas o Juan Pablo Giordano, entre otros, fuimos adolescentes en los años 90; fue un tiempo que nos atravesó y, quizás, recién ahora podemos reflexionar y hablar de lo que nos pasó en esos años. Fue una época vacía, frívola, muy individualista, sobre todo porque reinaba la desesperanza, donde la corrupción parecía ser la única opción de la política. En lo personal, me parece que está bueno pensar desde el teatro lo que pasó en aquella época, sobre todo si se tiene en cuenta que ahora los adolescentes están viviendo otra cosa, donde hay un nuevo furor frente a la militancia y donde se puede creer en otras cosas. Creo que buscando hablar desde nosotros en aquellos años, vamos a terminar contando cómo nos hicimos jóvenes y adultos y vamos a poder entender mejor algunas cosas”.
Con relación a la decisión de estrenar un texto de su autoría, la directora reflexionó: “Las ganas vienen desde hace muchos años; creo que aquí fue definitorio lo atractivo que nos resultó la historia que teníamos ganas de narrar con las actrices. Y ahora que veo el proyecto terminado, tengo la sensación de que estamos «jugando a las hermanas» como cuando éramos chicas”, a lo que la actriz Florencia Sanfilippo aportó: “Creo que la obra, que tiene texto de Carla y al que nosotras le aportamos algunas cuestiones desde las improvisaciones, se termina volviendo una especie de juego en el que estamos todas muy involucradas, algo que para el trabajo del actor se vuelve muy lúdico”.
Poco después, Sanfilippo, cuyo personaje en la obra (Cecilia) tiene a su madre desaparecida, ahondó en los detalles que tiñen su trabajo con la impronta de los años 90: “Tengo un recuerdo de los 90 distinto al de las chicas, no por lo que pasó, sino porque yo soy un poco más grande y ya había atravesado la adolescencia. Estaba en la facultad y me vienen a la cabeza los registros que nos dejó a los jóvenes el menemismo: el vaciamiento, la ley federal de educación, esa sensación de que todo era una constante pérdida de cosas y sobre todo en el ámbito universitario, que parecía que se iba a desvanecer; recuerdo las marchas en repudio a lo que estaba pasando ya sobre el final del período, y el tema reiterado en las clases del triunfo económico de lo que fue la dictadura frente una generación perdida en un mar de frivolidades. Frente a todo eso está lo que pasa en el conflicto de la obra en relación con la música y la televisión, y estas mujeres enfrentadas”.
Finalmente, Saccani analizó la problemática familiar de cara a los nuevos modos de construcción de familia: “Trabajamos la idea de una familia fragmentada, y puntualmente me interesaba narrar la media hermandad, es decir, cuando uno comparte con un hermano nada más que un padre, y la relación que se establece con las parejas de esos padres y con los hijos de esas parejas de los padres. Toda esa paleta de colores que se abre entre los personajes, de familia y amigos, era una problemática poco vista en el teatro que me interesaba desarrollar. Por otra parte, hay toda una cuestión dramatúrgica para ver cómo se trata en el contexto de esta obra la temática de los desaparecidos que siempre nos está cuestionando y nos llena de preguntas que intentamos responder”.
Teatro cabeza
Conocida por su clara actitud militante y su compromiso frente al teatro como un hecho político, la actriz, directora y ahora dramaturga local Carla Saccani, uno de los pilares del Movimiento Vea Teatro Rosarino, ahondó acerca de por qué su nuevo equipo de trabajo se llama Teatro Cabeza: “Son varios motivos: «cabeza» tiene que ver con una decisión de ponerle cabeza al teatro, de ponerle autoría, historia, ficción, sentido”. Y agregó: “Después está esto de «ser cabeza», que tiene que ver con algo de ser grasa o mersa, de preocuparse por el ascenso social y que eso se note. Y la otra acepción en la jerga cotidiana del «ser cabeza» es la de ser porfiado, obstinado, mandado, arriesgado, todos adjetivos que nos resultan de lo más tentadores para definirnos, ya que el arte permite esas cosas tan maravillosas de elegir nombres para las obras, los grupos y hasta para uno mismo”.