El domingo leproso fue pura ansiedad. La espera tras la goleada a Unión fue eterna. Y ayer los minutos no parecían pasar jamás.
Desde temprano, Rafaela recibió “infiltrados” que intentaban disimular su condición de rojinegro actuando como si fueran lugareños. “Nosotros dos somos de Funes. No quisimos venir en banda para no llamar la atención. Es más, trajimos una camiseta de Atlético Rafaela y vamos a ver el partido en la popular local”, contaron dos leprosos a El Hincha cerca del mediodía.
Al rato aparecieron cuatro hombres en escena. Entraron en silencio y eligieron una mesa lejana en un lugar atestado de familias que festejaban el Día del Padre.
No había que hacer mucho esfuerzo para adivinar que también eran leprosos infiltrados. Más tarde aparecieron en la platea local, cada uno en un sector distinto para intentar pasar inadvertidos.
Algo que no pudo hacer la banda de 15 rosarinos que caminaba las calles de Rafaela preguntando en cada esquina cómo llegar al Nuevo Monumental.
A todo esto, el plantel terminaba de almorzar en el hotel Plaza de Rafaela y se preparaba para la charla técnica. El Tata sorprendió con un video emotivo de familiares de los jugadores saludándolos y deseándoles lo mejor. Un empujón anímico para un equipo que ya sabía que debía hacer en la cancha.
El partido de reserva ayudó a calmar un poco los nervios. Los “infiltrados” empezaron a diseminarse por el estadio, aunque un grupo más nutrido apareció en la bandeja superior de la popular visitante, ayer habilitada para periodistas, dirigentes y el plantel de reserva. Difícil les resultó contener la emoción y los primeros aplausos aparecieron cuando los jugadores llegaron a la cancha y pisaron el césped del Nuevo Monumental. Y se potenciaron en los trabajos precompetitivos del plantel dentro del campo de juego.
Sufrieron cuando Nacho Scocco estrelló el penal en el palo, gritaron y se abrazaron en cada tanto leproso. Y terminaron el partido cantando con inmensa felicidad y algarabía por el gran paso que había dado el equipo en Rafaela.
Cuando Patricio Loustau terminó el partido, los jugadores se abrazaron en la mitad de la cancha. Después, demoraron lo más posible la salida para llegar a Rosario cerca del final de Lanús-River.
A pesar de que el resultado no les permitió a hinchas y jugadores encontrarse en el Coloso Marcelo Bielsa, la sensación es que el festejo no tardará mucho más en llegar.