El pueblo leproso vivió una jornada inolvidable. Un día lleno de nervios y ansiedades que no terminó como todos pretendían, pero que sin dudas quedará grabado en el corazón de cada hincha rojinegro sin importar la derrota que lo dejó afuera de su tercera final en la Copa Libertadores. La espera fue interminable. Ni siquiera el 2-0 en el Parque entregaba tranquilidad. Había confianza en el Tata y sus muchachos, pero la parada era brava y hasta que Roberto Silvera no dio el final, todos mantuvieron su ilusión a cuesta. No pudo ser, pero poco importó esto al hincha leproso que tendrá gratitud eterna a Gerardo Martino.
Desde muy temprano los hinchas comenzaron a vivir una jornada intensa, interminable. Los nervios se hicieron presente desde temprano y el reloj por momentos parecía detenerse. Fue un día histórico y así se vivió. Los que se quedaron en Rosario, sufriendo a lo lejos. Los más de 2 mil que tuvieron el privilegio de estar en Belo Horizonte, bancando la parada desde cerca. Sin dudas fue el partido más importante que debió afrontar la Lepra en las últimas dos décadas, no fue un partido más.
Algunos lo vivieron y lo sufrieron en familia, respetando cábalas y descargando nervios. Otros se juntaron en bares, con amigos o desconocidos, que con la rojinegra encima pasaron a ser de la familia. Pellegrini y Paraguay o el club Sportivo América fueron lugares de encuentro para verlo en compañía de otros hinchas. Todo fue válido. Sufrir y gozar. Rezar, llorar, sentir el rojinegro en la piel y en el alma.
Martino fue el gran responsable de este momento. El ideólogo de este Newell’s con estilo propio elogiado hasta el hartazgo. El Tata llevó al hincha leproso a otro nivel de exigencia. Lo acostumbró al triunfo, le dio rienda suelta a cualquier sueño. El del título local ya conseguido, el de esta Copa que parecía una utopía y que estuvo cerca de ser una realidad. Martino le hizo creer a todos que la gloria era posible. Y más allá de un resultado adverso que provocó bronca, decepción y lágrimas, todos entendieron que el Tata tenía razón. Se puede creer. Se puede ser fiel a una idea. Se puede ganar sin tomar atajos. Habrá adversidades, pero el camino es el correcto.
El final fue con dejos de tristeza. La ilusión era grande y el golpe también. Las banderas rojinegras igualmente salieron a invadir las calles. Los hinchas quisieron dejar en claro que el agradecimiento hacia Martino será eterno. Ayer la Lepra se quedó afuera en las semifinales de la Copa Libertadores. Estuvo entre los cuatros mejores del continente. Y faltó muy poco para conseguir la gloria. Todo fue posible porque hace un año y medio su máximo ídolo se hizo cargo de un barco a la deriva y lo llevó a lo más alto. Ayer se despidió. Pero tal vez no haya sido su último acto. Porque Newell’s es su casa y la puerta siempre estará abierta para un regreso.