Por: Franco Trillini
El resultado final no sorprendió. En los papeles previos se sabía que enfrente estaba un equipo realmente duro. La racha victoriosa en la fase de grupos más el triunfo frente a México había inflado el ánimo de los simpatizantes argentinos hasta el punto de no querer ver la realidad: Argentina nunca jugó en equipo, sino que apostó al desequilibrio individual. Si no cómo entender la cruda realidad que hoy les toca vivir a todo un país tras la derrota 0-4 ante Alemania, donde se notó más que nunca la falta de juego asociado, sumado a la mala fortuna de arrancar perdiendo desde los tres minutos por una pelota parada mal defendida.
No hay que dejarse engañar. En el comienzo del certamen frente a Nigeria, Corea del Sur y Grecia ya se había evidenciado algo: la selección nacional dependía exclusivamente de las individualidades que tenía.
En el debut ante las Águilas Verdes se vio lo mejor de Lionel Messi. Los africanos lo dejaron jugar y La Pulga se divirtió por todo el frente de ataque. Lamentablemente no pudo marcar su gol, ese que el rosarino buscó con ahínco pero que finalmente nunca llegó, ya que en aquella oportunidad el que gritó fue Gabriel Heinze tras un cabezazo impecable, luego un córner ejecutado por el astro de Barcelona.
Pero también aparecieron las primeras señales de atención. La defensa se mostró bastante floja de contragolpe y Mascherano siempre lució muy solo en el medio.
En el segundo turno frente a Corea del Sur se vio lo mejor de la selección que dirige Diego Armando Maradona. Dominó desde el minuto inicial, se puso rápidamente 2 a 0 y hasta en algunos pasajes del partido exhibió un juego colectivo que hacía ilusionar. Luego llegó el grosero error de Demichelis y minutos después Corea tuvo una clarita para empatarlo. Maradona intentó enderezar el trámite con una modificación y el ingreso de Agüero resucitó al equipo.
El Kun se asoció mejor que nadie en todo el Mundial con Messi y juntos realizaron un verdadero festín con el sello del potrero argentino para provecho de Gonzalo Higuaín, quien coronó una tarde inolvidable con tres goles.
El último compromiso de grupo ante Grecia puede parecer el menos importante, pero ante lo acontecido ayer en Ciudad del Cabo, toma ahora una relevancia mucho mayor.
Los helénicos se replegaron atrás y apostaron al contragolpe los noventa minutos del partido. Y con su sistema defensivo, complicaron más de lo esperado a un conjunto argentino que dependía exclusivamente de alguna pelota parada para marcar, como la que aprovechó Martín Demichelis a los 77 minutos luego de un tiro de esquina o bien de una genialidad individual, como la de Messi sobre el final para que Martín Palermo grite su único gol en el Mundial.
“A partir del próximo encuentro no le podés errar porque sino te tomas el avión de vuelta”, anticipó Maradona antes del duelo con México.
Y pese a todas sus limitaciones, los Aztecas se hicieron rápidamente con el control de la pelota y en menos de 20 minutos desnudaron con facilidad todas las falencias del conjunto argentino. Pero nuevamente las grandes figuras fueron claves, ayudado y en gran parte por el grosero error del juez de línea que permitió el 1 a 0 a favor de la albiceleste cuando México dominaba el trámite del partido. Para colmo, Osorio le sirvió en bandeja el segundo a Higuaín, quien mano a mano con el arquero no falló y puso las cosas 2 a 0. Casi sin hacer ningún mérito, Argentina estaba arriba por dos goles de diferencia.
En la segunda etapa, Carlitos Tevez clavó un golazo de afuera del área y sepultó las esperanzas mexicanas, que igualmente llegó al descuento por intermedio de una buena maniobra individual de Javier Hernández, quien dejó pintado a Martín Demichelis y fusiló de zurda antes de que Sergio Romero tenga tiempo de salir a achicar.
En la vereda de enfrente esperaba Alemania, un rival que había demostrado tener cualidades muy diferentes y que al contrario de la albiceleste, mejoraba partido tras partido. Juego en equipo frente a individualidades técnicas. Ese era el título previo y ahí estaba el desafío.
Es cierto que tras la derrota final 4 a 0 en favor de los teutones todo lo bueno realizado luce mucho más pálido. Pero a pesar de todo queda mucho para rescatar. Jugadores jóvenes sobran y la pasión de los argentinos va a seguir siendo siempre la misma.
Ahora sólo resta esperar cuatro años más hasta que comience Brasil 2014, y la ilusión de todo el país vuelva a florecer en las calles, tal como sucedió en esta oportunidad mientras duró la racha victoriosa.