Por: Rodrigo Arévalo
La expectativa era inmensa en la ciudad. Desde muy temprano, los hinchas salieron a las calles y se encaminaron hacia el Monumento a la Bandera, donde se colocó una pantalla gigante para ver a la selección argentina, que se enfrentaba a Alemania por los cuartos de final del Mundial.
Más de 10 mil personas hicieron que las escaleras del Monumento se asemejen a una tribuna. Los colores celeste y blanco le dieron un marco fantástico al lugar y la gente logró que, pese al frustrante desenlace, se viva una fiesta.
“Papi, ¿en el 2006 perdimos con los alemanes?”, preguntó un chico a su padre mientras caminaban por la peatonal Córdoba con rumbo al Monumento. La fe que tenía el hombre se vio en su respuesta: “Sí, pero esta vez les vamos a ganar”.
Cuando la pantalla reflejó la salida del equipo, la multitud estalló con un grito ensordecedor. Más fuerte fue la emoción a la hora de cantar el himno y el comienzo del partido logró que más de uno se persignara.
El canto de la gente fue constante, pero duró poco, hasta que los alemanes abrieron el marcador con el gol de Thomas Müller. En ese momento el silencio reinó en el lugar, pero enseguida volvió la esperanza cuando los hinchas se dieron cuenta de que todavía quedaba mucho por jugar.
Al ver que pasaban los minutos y la selección no encontraba respuestas futbolísticas, a la gente le comenzó a brotar “el director técnico de adentro” y empezó a proponer distintas alternativas. “En el segundo tiempo tiene que entrar Agüero”, decía un pibe que llevaba puesta la camiseta del Atlético Madrid con el nombre del Kun en la espalda. Mientras que la mayoría rogaba por el ingreso de Martín Palermo.
Antes de comenzar el segundo tiempo, los rosarinos se dieron el gusto de verse reflejados en la pantalla, ya que la señal que transmitía el partido mostró como se estaba viviendo el encuentro en la ciudad. En ese momento volvió la algarabía al Monumento que se hizo aún más fuerte cuando comenzó el complemento por el prometedor arranque del conjunto de Maradona.
Las esperanzas crecían, comenzaron a aparecer Tévez, Higuaín y Di María y los cánticos desde el Monumento parecían ser escuchados por los jugadores, quienes buscaban el empate con muchas ganas pero poco fútbol, quizás porque Lionel Messi no estuvo en su nivel.
En el mejor momento de Argentina, Miroslav Klose, un viejo conocido, marcó el 2 a 0 y comenzó a derribar las esperanzas de la gente. “Otra vez éste, nos tiene de hijos”, decía un joven mientras se apoyaba a una de las columnas en busca de consuelo.
La selección hacía agua por el sector derecho. Los rosarinos se daban cuenta de esto y condenaban al marcador de punta de ese sector. “Que saquen a Otamendi”, se escuchaba por las escalinatas del Monumento. La bronca fue todavía más grande cuando Arne Friedrich marcó el tercero. En ese instante la esperanza se apagó y mucha gente comenzó a retirarse del lugar.
Pero si bien quedaban cada vez menos, un grupo en el centro de las escalinatas comenzó a cantar como si estuviera ganando Argentina y no le importó el cuarto gol alemán, marcado nuevamente por Klose.
Con el final del partido y la eliminación consumada, los rosarinos le regalaron un aplauso a la selección. Pese a no jugar un buen partido ante Alemania, el publico le reconoció al equipo albiceleste todos los buenos momentos vividos a lo largo de Mundial, ya que como decía la gente al retirarse, “fue un buen torneo”.