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Censar desde la voluntad: cómo se desarrolló el Censo en los barrios populares

Las personas dedicadas al censo nacional se encontraron con variadas dificultades para llevar adelante la tarea del relevamiento, desde la falta de conectividad y de funcionamiento de la aplicación preparada para el acto censal


En el barrio popular La Quinta, también llamado barrio Qom, los vecinos esperaban en las puertas de sus casas a los censistas, a primera hora de la fría mañana del miércoles 18 de mayo. Los esperaban con cosas calientes, con bizcochos, hasta con sillas para arrimarle a los integrantes de las cuadrillas de relevamiento. Una de las vecinas del barrio aguarda en el marco de su puerta, emocionada aunque con gesto adusto. Seguramente la suspicacia tiene que ver con la sensación de control que inyectaron desde los medios. Después de algunas preguntas del cuestionario, la señora toma confianza y expresa su emoción de ser censada. Pero no es una alegría tonta, sino más bien todo lo contrario: detrás de ella está sentado su marido, que la escucha y la ayuda con las preguntas que no entiende o no sabe contestar. Pero ella responde. Es la primera vez que su esposa contesta el censo. 

Ella me decía que no tenía ni numeración y que nunca había podido hacer el censo, y ahora su marido la estaba ayudando para que lo pueda hacer sola y los están reconociendo. Fue un ejercicio de empoderamiento, de reconocimiento” Andrea, la censista que relevó la calle Cisneros donde vive esta vecina, aclara que la sociedad qom es estructuralmente machista, razón por la cual era realmente especial la iniciativa de le mujer, y parafrasea a la protagonista del anécdota: “(Las autoridades estatales) Se están enterando de que estamos acá”.

El anonimato de las historias que se viven diariamente en los barrios populares de Rosario tomaron forma y color con la experiencia del Censo Nacional 2022. Andrea es militante de la organización La Poderosa, y cuenta cómo las dificultades y el olvido bajo los cuales parecen estar signados tácitamente las villas de la ciudad se plasmó también en el desarrollo del inmenso operativo de relevamiento poblacional llevado adelante la semana pasada. A la faltante de elementos básicos, como el alcohol en gel en algunas escuelas y materiales para llevar adelante el censo, como así también la desregulación de las viviendas, las extensas distancias para recorrer y la falta de cobertura telefónica y movilidad hicieron que las actividades se hicieran mucho más lentas y al retraso tanto de inicio como de finalización del censo.

“El trato de las personas fue siempre desde la amabilidad, la predisposición” dice Andrea y cuenta que “entramos a las 8 de la mañana a la escuela y salimos a censar a las 9.40 cuando la hora fijada era a las 9” porque no tenían todos los instrumentos. “Tuvimos que arreglarnos más con herramientas propias que con las que bajó el Estado. Arrancamos con esa condición”. “Teníamos las pecheras, teníamos las lapiceras, pero el resto no. Los barbijos, alcohol en gel, cosas muy necesarias que el gobierno, en ciertos sectores para censar, estaban, y en el nuestro no”.

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Para el desarrollo del Censo Nacional, se concentraron a 650.000 personas en todo el país, mientras que, en Santa Fe, la estructura censal estuvo compuesta por 50 mil personas, de las cuales 84 de ellas eran procedentes de pueblos originarios. 

“Para censar, las jefas de radio fueron las docentes de las escuelas qom, y las docentes se comunicaron con miembros de la comunidad o vecinos, o con personas de diferentes organizaciones que ya conozcan al barrio, porque al barrio hay que conocerlo, hay que saber las calles, hay que saber las ubicaciones, las casillas, los asentamientos. No es un barrio establecido como puede ser uno más urbanizado. Los censistas “éramos todas personas que conocíamos el barrio para poder censar a las casas, y además con este condicionante de que si no estás establecido, si no sos conocido en el barrio, en general molesta que una persona vaya, con todas las situaciones que se pueden dar en el barrio”.

Andrea cuenta a El Ciudadano que la organización en el barrio fue a parte de lo indicado por el INDEC, elaborando una red de censistas integrantes de la comunidad barrial, dado que las propias particularidades del barrio: animosidad para con los foráneos, vecinos con mayor dominio de su lengua originaria que el castellano, lo cual dificultaba el relevamiento, sumado a la propia irregularidad de las casillas, asentamientos y pasillos del barrio popular.

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Esta organización interna de los propios barrios fue gestada desde los mismos jefes de radio, y tuvo su correlato en los diferentes barrios populares de la ciudad. El barrio organizándose para dar registro de la existencia, muchas veces silenciada, de los vecinos de las villas. “Hay muchas personas que hablan qom o no se saben comunicar o no pueden leer o escribir, entonces por una cuestión de confianza censamos personas cercanas al barrio”.

El hacinamiento de cada día

En Villa Banana, Lorena es la titular del jardín de infantes y voluntaria en el centro comunitario Victoria Walsh (Amenábar 4325), y fue censista de una de las cuadras que integra el da cuenta de que hace treinta años que el barrio no deja de crecer. Las casas se apilan y materializan, dando lugar a que familias crezcan en el mismo terreno, con manzanas que “deben tener entre 5 y 6 pasillos cada una”, aunque muchos de ellos, afirma la militante del Movimiento Evita, son nuevos.

“Hay muchos pasillos nuevos” en el barrio. “Cuando me vine a vivir al barrio era todo campo, y la villa ya se estaba armando”. Las casas en Villa Banana “antes eran un terreno, con gallinas y uno sembrara cosas. Hoy se fueron estableciendo diferentes casas una arriba de la otra”. “Ha crecido un montón la población que vive en la villa”.

La experiencia del censo en el barrio de Lorena tuvo como característica la cantidad de personas que habitaban cada vivienda: las 15 casas que le tocó relevar tenían en su interior a más de 70 personas, con casos de hasta 11 personas compartiendo el mismo techo. “Me llamó la atención que de esas 70 personas, sólo dos tienen trabajo. El resto son madres solteras, changarines”. Al igual que en otros barrios populares, el crecimiento de los asentamientos irregulares y de las viviendas no formales trae consigo la falta de acceso a los servicios básicos y una materialidad de baja calidad. “Los censados algunos no conocían la dirección de su casa”.

Según un relevamiento del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), hasta diciembre del año pasado, 439 mil personas son calificadas pobres en el Gran Rosario, sindicatura que le corresponde al 51,4% de los niños menores de 14 años, según este relevamiento. En suma, el promedio general de la población bajo la pobreza es del 33%, una de cada tres. 

Al hablar de carencias estructurales, el 12,4% de la población nacional no accede al agua corriente, el 34,9% de la población censada no está conectada a la red de gas, y el 29% no tiene cloacas. El número es más contundente al hablar de la falta de alguno de los tres servicios, nombrados: la mitad de las personas censadas (48,6%) está privada de alguno de los tres servicios básicos.

La desigualdad de los censados y los censistas 

Belén, por su parte, fue jefa de radio del barrio La Quinta, con un grupo de cinco censistas. Para acompañar a sus compañeras, Belén se incorporó al grupo territorial y censó varias casas también, partiendo desde la escuela nº 1333 (Qom y Maradona) por la calle Aborígenes Argentinos.

La cuadrilla tuvo la responsabilidad de censar los asentamientos y pasillos que estaban lindando la vía de tren que allí se encuentra, hasta llegar a la avenida Las Palmeras, cercano a la línea divisoria con el comienzo de la localidad de Pérez. “La gente nos estaba esperando con unas ganas de charlar, con unas ganas de que los censen” exclama Belén conmovida: “Muchos estaban interesados porque pensaban que el censo estaba relacionado con el programa Mi Pieza”, el programa de asistencia a mujeres para la entrega de subsidios para la remodelación y construcción de sus viviendas, a través del cual las vecinas de barrios populares pueden, tras realizar el trámite de certificado de vivienda en la ANSES, demostrar que viven en el terreno y solicitar el acceso a servicios básicos, como el agua y la acometida de luz formal.

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Como jefa de radio y como censista de campo, Belén aclara que acompañó por elección propia a tres de las censistas de su segmento, “porque eran como 60 cuadras que tuvimos que caminar. Si bien la directora de la escuela donde trabajamos fue un amor, evidentemente (el censo) estuvo organizado por gente que no camina”. “La realidad es que los que censamos en zonas no urbanas, la realidad es que caminamos un montón” dice Belén, quien inició su jornada de relevamiento cerca de las 9 de la mañana, terminando sus tareas orillando las siete de la tarde. 

Algo que hizo más extensa la actividad de los censistas de barrios populares fue el nivel de declinamiento de las personas que habían tomado el compromiso de ir a censar y que, al ser asignados a barrios populares o las mal llamadas “zonas calientes”, el estigma cobró mayor peso y dio lugar a que muchos segmentos tuvieran pocos censistas. A su vez, las familias de los barrios, en gran medida, carecen de acceso continuo a internet, por lo que no habían podido realizar el cuestionario digital. “Por las zonas donde no existe el acceso a cierta información, fueron contados con los dedos de una mano los que completaron el censo digital” subraya Belén.

Según el Registro Nacional de Barrios Populares, existen 112 barrios populares en el Gran Rosario, en el cual viven, hasta diciembre del año pasado, más de 120 mil personas. En mayo del año pasado, las organizaciones Barrios de Pie, el Movimiento Evita y la Corriente Clasista y Combativa realizaron un relevamiento en donde dieron cuenta de que el 20% de los hogares no tienen ningún tipo de acceso a internet, ni siquiera a través de los datos móviles de un teléfono celular.

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