Aunque el caudaloso Paraná ostenta una alta capacidad para degradar la materia orgánica que se arroja en su curso, los alrededor de 350 millones de litros diarios de líquidos cloacales que se le vuelcan cada día en la zona del Gran Rosario dejan sus huellas. Recién ahora, sin embargo, comenzó a transitarse el camino que permitirá sintonizar con los nuevos paradigmas ambientales, según los cuales el agua que se le extrae a los ríos para las actividades humanas debe “devolvérseles” con la misma o superior calidad. El Consejo Federal de Inversiones (CFI) tiene bajo estudio el financiamiento del proyecto ejecutivo para dos plantas de tratamiento en Rosario y una tercera en la Capital provincial, necesaria instancia previa a la búsqueda de los créditos pertinentes para, finalmente, licitar y adjudicar los trabajos.
El Paraná, que por segundo transporta en promedio 16.600 metros cúbicos de agua –o lo que es lo mismo, 16,6 millones de litros–, es el séptimo río más caudaloso del planeta. La gran masa de microfauna y microflora que lo habita le suma una segunda condición para dotarlo –hasta ahora– de una alta capacidad para autodepurarse y acotar la contaminación a niveles aceptables, pese a la enorme cantidad de deshechos químicos y orgánicos que el hombre le vuelca a lo largo y ancho de su cuenca.
La situación no habilita a encender tempranas alarmas, pero ofrece muestras concretas de que la calidad de vida de los rosarinos y la fauna ictícola de la región comienzan a ser acechadas.
Valga como una perla de lo primero la contaminación del balneario La Florida, consecuencia de las conexiones cloacales clandestinas a los desagües pluviales que descargan aguas arriba de sus playas. Esto fue precisamente lo que obligó a la provincia a realizar la obra de intercepción de esas cañerías para su bombeo a la colectora de bulevar Rondeau, que se inauguró el mes pasado.
Un ejemplo de lo segundo es la reciente mortandad de peces detectada en la desembocadura del Ludueña, en la zona del parque Alem. En este caso, ocurrió que la materia fecal que los camiones atmosféricos vuelcan habitualmente al arroyo se concentró debido al bajo nivel del mismo y a una persistente sudestada, lo que potenció la actividad bacteriana y redujo los niveles de oxígeno en agua a un mínimo incompatible con la supervivencia de sábalos y otras especies.
Son dos hechos puntuales, pero bien pueden interpretarse como un aviso de complicaciones significativas en el futuro.
El volumen de efluentes cloacales que el Gran Rosario vierte al Paraná equivale hoy a entre el 65 y el 70 por ciento de lo que se toma de él para potabilizar, si se adopta como criterio el porcentaje aproximado de cobertura cloacal de la ciudad.
Como la planta potabilizadora ubicada en Arroyito entrega en promedio entre 550 y 600 millones de litros de agua diarios, la cuenta da la friolera de 360 millones de litros diarios de líquidos cloacales que se vierten al río. A esto habría que restar entre un 15 y un 20 por ciento de pérdidas en cañerías, según las estimaciones de Aguas Santafesinas Sociedad Anónima (Assa).
El resto va a parar a los pozos ciegos, aunque una parte termina también en el río –o los dos arroyos y otros tantos canales que al cabo desembocan en él– por el volcado de las empresas desagotadoras. Estas cifras se incrementarán, además, por la puesta en marcha de la anunciada extensión del servicio cloacal a todos los barrios rosarinos. Y con ello también aumenta la relevancia de apurar un plan para depurar los deshechos.
El gerente de Relaciones Institucionales de Assa, Guillermo Lanfranco, explicó a El Ciudadano que ya está en proceso la búsqueda de financiamiento para encargar el diseño de un sistema con dos plantas de tratamiento de efluentes cloacales en el Gran Rosario. Una será la denominada Norte, con localización tentativa en San Lorenzo. La restante se emplazará en la zona sur de Rosario, o en Villa Gobernador Gálvez.
Esta primera etapa está a cargo del CFI, organismo federal de investigación, coordinación y asesoramiento que presiden los mandatarios de las 23 provincias más el jefe de Gobierno porteño. Desde la Coordinación Regional de la entidad confirmaron que el proyecto de estudio preliminar está en marcha, aunque se excusaron de brindar detalles sobre plazos y montos.
Lanfranco aclaró que se trata de obras de grandes dimensiones y altos costos, tanto en lo referente a las cañerías y ductos que deben enterrarse a lo largo de la ciudad como a las mismas plantas de tratamiento de efluentes.
En cuanto a las canalizaciones para la planta Norte, la idea es interceptar, tal como se hizo en La Florida, todos los caños que actualmente desembocan en el río Paraná con un gran colector que deberá recorrer buena parte de la zona ribereña, para así derivar los efluentes a la planta de depuración.
Aún hay mucho trecho por recorrer. En esta etapa inicial se analiza la factibilidad del proyecto, la ubicación de las plantas (un apartado complicado porque la disponibilidad de tierras en la zona es escasa) y la tecnología a utilizar.
Sobre este último punto, hay básicamente dos sistemas. El conocido como de tratamiento primario, consiste en la decantación de los efluentes en grandes piletas, lo que da como resultado agua relativamente limpia que se devuelve al río y un residuo sólido o fango que puede ser depuesto en rellenos sanitarios o utilizarse como materia prima de abonos o compost. El tratamiento secundario, en cambio, se basa en la degradación biológica de los sólidos por medio de bacterias aeróbicas, que pueden “sembrarse” en una especie de filtro de rocas dentro de piletones o digestores, o mantenerse en suspensión en los líquidos residuales. Cualquiera sea el sistema elegido, a su vez, el diseño de las plantas deberá contemplar el crecimiento vegetativo esperado de la región.
De esta manera se arranca con un proyecto que ya estaba previsto en documentos del Plan Estratégico Rosario de hace varios años. La propia Assa, en marzo del año pasado, menciona la posibilidad de construir estaciones depuradoras en Fray Luis Beltrán, para atender a esa localidad, San Lorenzo y Capitán Bermúdez, y otra con asentamiento tentativo en Alvear, para asistir a Granadero Baigorria. Rosario, Funes, Pérez y Villa Gobernador Gálvez.
Tres años antes, cuando la Municipalidad de Rosario presentó las bases de su propia “Agenda 21” ambiental en sintonía con las pautas de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, el intendente Miguel Lifschitz había mencionado la necesidad de contar con una planta de tratamiento de efluentes sobre el Paraná. “Es tan caudaloso que a veces no advertimos el grado de deterioro que se está produciendo”, dijo entonces el socialista. Y agregó: “Nosotros, la segunda ciudad de la Argentina, seguimos tirando los líquidos crudos al río. Es otra de las prioridades que tendremos que conversar con Aguas Santafesinas, dado que es un tema central para Rosario”. Aunque sin plazos aún, el camino ya está abierto.
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