A Marisabel le duelen los meses en el cuerpo. Enero porque se llevó a sus dos hijos. En 2009 a Josue, en un accidente de moto, y en 2014 a Michel, asesinado por balas policiales. Junio y octubre porque repiten esa fatalidad en cada cumpleaños no festejado. Y así la lista sigue hasta diciembre, en la mansedumbre de un calendario que implacable revive lo que el tiempo no puede: la prematura pérdida de su hermano, el accidente que la dejó viuda a los 21, el cáncer que se llevó a su mamá y otros tantos aniversarios que se resisten al olvido.
Algunos meses son más tristes que otros pero en ninguno hay nada que celebrar. Octubre, por ejemplo, es una congestión de tristezas. El nacimiento de su primer hijo el mismo día que el suyo, el día de las madres y la muerte de su madre. Aunque el destino quiso que sea también el único que guarda esperanza. “Ojalá que el mes más triste y duro de mi vida me deje descansar en paz”, dice mientras anuncia lo que espera hace años: el juicio contra los policías que mataron a Michel Campero.
Octubre
La fecha del debate oral y público está fijada entre el 22 y 29 de octubre próximo. Al Poder Judicial le llevó casi ocho años sentar en el banquillo a los dos agentes de la Policía de Santa Fe que la noche del 6 de enero de 2014 gatillaron contra el joven de 18 años. Omar Guillermo Dal Lago, padre, y Omar Jesús Dal Lago, hijo. Ambos están acusados de homicidio agravado por sus funciones de policía.
Tanto la Fiscalía como la querella piden prisión perpetua porque no tienen dudas que se trató de un caso de gatillo fácil, lo que deberán confrontar con los abogados de los uniformados que relataron el hecho como un caso de legítima defensa.
Pese al pedido de pena máxima que enfrentan, los dos policías llegan a juicio en libertad. Dal Lago padre, quien al momento del hecho era el jefe de la Brigada de Orden Urbano de Granadero Baigorria, ya jubilado, y su hijo Omar Jesús, en disponibilidad.
Enero trágico
La secuencia que terminó con Michel asesinado de dos tiros por la espalda se inició con el robo de una moto. Según la versión de los mismos policías que dispararon, el joven iba en un rodado junto a otro muchacho que nunca fue identificado y ambos abordaron a Omar Jesús Dal Lago en la puerta de su casa de Granadero Baigorria con un arma de fuego y le sustrajeron la moto que utilizaron para huir.
Luego de esa secuencia, el policía asaltado que estaba de franco y vestía de civil, en vez de dar aviso al 911 llamó a su papá, quien también estaba de franco y de civil, y ambos salieron armados a buscar a los ladrones en un auto particular.
Después de dar varias vueltas por la vecina localidad, divisaron a los sospechosos e iniciaron una desenfrenada persecución contra Michel, ya que el otro joven escapó.
Lo que ocurrió entonces es materia de debate.
Los policías declararon que ambos dispararon en el marco de un enfrentamiento, pero Michel cayó de la moto con un tiro que le ingresó por arriba del glúteo derecho, casi a la altura de la cintura, le atravesó todo el cuerpo y le salió por el hombro izquierdo. Según la querella, el trayecto del plomo que lo mató da cuenta de que iba inclinado sobre la moto evadiendo los balazos y no disparando, a lo que agregaron que estaba desarmado: junto a su cuerpo secuestraron un encendedor con forma de pistola.
“Siempre digo que ellos se pensaron que mataron a un pibe sin mamá. Y Michel tenía una mamá. Y esa mamá soy yo”, dice Marisabel mientras afirma que está viva sólo para pedir justicia porque esos plomos también la mataron a ella.
Meses que duran años
El reclamo por esclarecer su muerte lleva más de siete años y una larga lucha en los pasillos de Tribunales. Por eso el juicio que comenzará en octubre es una victoria tanto para Marisabel como para los abogados querellantes Valentín Hereñú y Ricardo Lamas del Centro de Asistencia Judicial (CAJ), quienes nunca bajaron los brazos y llevaron la causa hasta la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe.
De hecho, fue el máximo tribunal provincial el que revocó hace más de dos años el sobreseimiento de Dal Lago hijo, porque no se pudo demostrar si fue o no el autor del disparo letal, y ordenó que los dos policías sean sometidos a juicio oral.
Ese dictamen de mayo de 2019 que lleva la firma de los ministros Daniel Erbetta, Rafael Gutiérrez, Eduardo Spuler y María Angélica Gastaldi, resalta “la gravedad del caso” y declara “arbitrarias” las resoluciones anteriores de primera y segunda instancia.
El largo peregrinar en los tribunales provinciales comenzó en el viejo sistema procesal, escrito e inquisitorio, cuando la entonces jueza de primera instancia Alejandra Rodenas, hoy vicegobernadora de Santa Fe, sobreseyó a los dos uniformados al entender que ambos actuaron en legítima defensa.
Su decisión, dictada a fines de 2014, fue apelada y revisada por el camarista Carlos Carbone, quien ordenó que se produjeran más pruebas y devolvió el expediente a primera instancia, donde otra jueza, Delia Paleari, procesó en 2016 al padre por exceso en la legítima defensa y confirmó la desvinculación de su hijo. Nuevamente esa decisión fue apelada pero esta vez, el camarista Carbone la confirmó y el caso llegó a la Corte, que anuló el fallo y ordenó que ambos policías sean investigados debidamente.
Luego, el camarista Alfredo Ivaldi Artacho avaló esos argumentos y decidió enviarlos a ambos a juicio oral para que se esclarezca no sólo el supuesto de la legítima defensa o su exceso sino la hipótesis de la coautoría del homicidio agravado.
Y así el caso llegó en noviembre pasado a la audiencia preliminar, donde el fiscal de la Unidad de Violencia Institucional Gonzalo Fernández Bussy, junto a la querella, pidieron prisión perpetua para ambos policías por el delito de homicidio doblemente calificado por ser cometido abusando de su cargo y función como miembros de la fuerza pública y por el uso de arma de fuego. El juez Hernán Postma permitió que ambos permanezcan en libertad hasta ser juzgados.
“Esto es una larga lucha. Son muchos años para no saber con qué nos van a salir. Como mamá tengo un poquito de ilusión de que los van a condenar. Pero tampoco me quiero ilusionar. Se que voy contra dos policías que siempre estuvieron muy amparados en esta provincia. También sé que nadie me va a devolver a mi hijo. Pero necesito que se haga justicia para que Michel pueda descansar en paz. Porque si no hay justicia, el Estado se va a dar cuenta que no mataron a Michel, sino también a mí”, dice Marisabel con tono de confesión.
Meses marcados en el cuerpo
“Cuando falleció mi primer hijo Josue (en un accidente de moto) yo me levanté para él. Le pedí a Dios que me ayude a salir adelante por Michel. No le pedía mucho, porque con él me alcanzaba para ser un poquito feliz. Y para él vivía. Nunca me imaginé no tenerlo”, rememora Marisabel tras remarcar que Michel tenía 18 años, muchos sueños y toda una vida por delante. “También tenía una mamá que aún lo espera todos los días”, dice, porque no se acostumbra a no tenerlo.
“No es fácil. Vengo perdiendo gente desde que tengo 21 años. Perdí a todos los que más quería, a todos los que más amaba en mi vida. Perdí a mi hermano, a mi esposo, a mi primer hijo, a mi madre y a Michel, mi otro hijo, tengo los meses marcados”, enumera en tiempo cronológico mientras intercala nombres propios con fechas imborrables, en un calendario donde todos los aniversarios —nacimientos, bautismos, navidades, entierros— le duelen en el cuerpo.
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