La tradición cultural de la izquierda argentina dejó un espacio enorme del que aún se nutren tanto los intelectuales como los artistas. Desde Florencio Sánchez que era uruguayo pero residió mucho tiempo en Rosario, hasta David Viñas, la lista es extensa. Pintores rosarinos como Antonio Berni, Juan Grela o Leónidas Gambartes, entre muchos otros, tuvieron un paso por el Partido Comunista (PC). De este partido surge la figura de Héctor P. Agosti, uno de los intelectuales orgánicos más influyentes en la cultura argentina. En su libro El Partido Comunista y sus intelectuales. Pensamiento y acción de Héctor P. Agosti, la historiadora y politóloga Alexia Massholder indaga en la producción del intelectual marxista y a raíz de esta edición conversó con El Ciudadano.
Acerca de por qué eligió a Agosti para hablar de los intelectuales comunistas, Massholder apuntó: “En primer lugar, por sus elaboraciones sobre temas fundamentales como los vínculos entre nación y cultura, sus polémicas con las tradiciones nacionalista y liberal, sus reflexiones sobre la estética marxista y su permanente rescate del marxismo como humanismo, que me parecen aportes valiosísimos al pensamiento comunista en Argentina. En segundo lugar, por su práctica como organizador de gran cantidad de iniciativas como la revista Expresión en los 40, la Casa de la Cultura Argentina y la traducción de la obra de Antonio Gramsci en los 50. Sus debates con la llamada “Nueva Izquierda en los 60, el Encuentro Nacional de los Argentinos en los 70, lo colocan como un ejemplo de la conjugación de pensamiento y acción. Y, en tercer lugar, porque su trayectoria, tanto en el pensamiento como en la acción práctica, nos pone en contacto con una cantidad de polémicas (públicas y no públicas), reacomodamientos y tensiones que nos permiten conocer algunas de las aristas de la compleja y fascinante relación entre intelectuales y partidos políticos. Esto a nosotros nos permite potenciar su accionar dándole características particulares a su forma de ver el mundo. También, estas perspectivas de la obra de Agosti presentan una forma de abordar la realidad política cuando la prolijidad y pureza de los grandes discursos no siempre encajan con las realidades con las que tenemos que actuar”.
Sobre la inscripción de este libro en la historiografía sobre el PC, la autora destacó: “En los últimos años hubo una proliferación de estudios sobre la izquierda desde las nuevas generaciones que se acercan con nuevas preguntas. Esto me parece muy auspicioso no sólo para la historia como disciplina sino para la política también. El caso particular de la historiografía sobre el PC estuvo muy vinculado a las elaboraciones a veces un poco apologéticas y a veces con cierto resentimiento crítico. Algo comprensible en tanto es un objeto de estudio muy atravesado por la política y por el que han pasado cientos de miles de cuadros políticos con peso en la historia nacional. Seguramente no habría tanta discusión apasionada entre quienes hacen historia de otros hechos o actores, aunque todos sean grandes aportes. Daniel Campione, que ha hecho muy buenos trabajos sobre la historia del PC, escribió hace unos años que la distancia sobre ciertos períodos de esa historia permitiría nuevas aproximaciones de nuevos investigadores no tan atravesados como los actores que protagonizaron los acontecimientos. Esto no implica bajo ningún punto de vista, a mi entender, que se trate de historias objetivas en el sentido tradicional de la palabra. Porque como historiadores somos sujetos, nos acercamos al pasado para hacerles nuestras preguntas y no otras. Por esta serie de motivos me atrae la historia del PC y no la del Partido Demócrata Progresista, por ejemplo. Además, los aspectos metodológicos que utilizamos para trabajar también están permeados por nuestra propia formación, que no se da en el vacío sino desde instituciones que disputan poder”.
Evidentemente los intelectuales comunistas generaron una tradición, una cultura de izquierda en el país. La politóloga lo admite y dice: “Indudablemente, la lista es enorme e incluye a escritores, artistas plásticos, escultores, cantantes, bailarines, poetas, dramaturgos, titiriteros, docentes, periodistas y tantos otros actores que, más allá de su trascendencia pública, contribuyeron a generar esa cultura que ha trascendido hasta hoy al punto tal de seguir siento el PC una referencia insoslayable para hablar de la cultura nacional”.
Y de cómo influyó la llegada del peronismo, Massholder señala: “La llegada del peronismo fue generando una gran disputa en varios terrenos. El sindical es sin duda el más trabajado, al punto tal de que muchos creen que la historia del movimiento obrero empieza en 1945. Sin embargo, lo que comienza a generarse ese año es otra forma de organización que paulatinamente fue haciendo más dependiente a los sindicatos del Estado. A veces pareciera que es necesario insistir en las diferencias entre la lucha de clases y la conciliación de clases. En lo cultural, no debemos olvidar que el peronismo es un movimiento que se alimenta del Estado, que el Partido Justicialista es principalmente un partido de Estado, con todo lo que eso implica. Entre otras cosas un poder muy grande para la construcción de relatos históricos, aunque no sólo, sobre nuestra historia. No faltó quienes hablaran de un marxismo nacional en los 60, como si lo elaborado anteriormente hubiera sido marxismo de otro país. Me parece que quienes hablan de marxismo nacional tienen una visión equivocada del internacionalismo. Hay que ver las barbaridades que Jorge Abelardo Ramos escribió sobre el PC, cuando en otros temas hizo contribuciones tan brillantes. Como si el nacionalismo, además, no hubiera tenido tan fuertes exponentes en Europa como Maurrás, por sólo citar un ejemplo. En todo caso estamos siempre frente a aplicaciones nacionales de un pensamiento que sí, y esto es una clara diferencia con el peronismo, es universal. La tradición intelectual comunista tiene mucho para aportar al diálogo con sectores del peronismo. Claramente no con los identificados con Carlos Menem, José López Rega y tantos personajes por el estilo. El diálogo entre el comunismo y el peronismo tiene, al mismo tiempo, su propia historia con muchas idas y venidas, y en estos últimos años cobró nuevo impulso. Revisar críticamente esta historia tiene enormes implicancias no sólo históricas sino también políticas.