Aquello que no se resuelve, se repite, es una máxima del psicoanálisis. Y se podría agregar que aquello que quedó inconcluso reaparece y reclama un poco de atención. Una historia de amor trunca entre personas ahora de mediana edad que se reencuentran de manera casual (o causal), la crisis que supone ese tiempo de la vida, ésa que aparece cuando el cuerpo y la cabeza dicen al unísono “es ahora o nunca”, y el suicidio animal como una paradoja que, sin embargo, une todo eso de manera más o menos racional aunque no lo parezca, es lo que se dirime en Perros del viento, la esperada película del realizador rosarino, radicado en Buenos Aires, Hugo Grosso, rodada en Rosario el junio del año pasado, en medio de la pandemia, que tendrá su preestreno este lunes en el complejo de cines Hoyts y que desde el jueves estará disponible en las principales cadenas de cine de todo el país.
En un sector del Centro Cultural Parque de España de Rosario, los perros se suicidan saltando al vacío sin ninguna causa aparente. Eso que forma parte del imaginario colectivo local, que en otros tiempos, y hablando de animales, también supo de gatos a la parrilla, fue el disparador inicial para la escritura del guión de Perros del viento, que también lleva la firma de Grosso, un director sensible y dispuesto siempre a pintar la aldea y como plantea acerca de este film, mostrar un poco más allá, “porque siempre hay algo escondido detrás de lo que vemos”.
La realización de la película debió atravesar las arbitrariedades de la gestión macrista, los obstáculos que siempre supone la realización audiovisual en un país donde no es industria y cuando estuvo finalmente el dinero (siempre menos del que se necesita, lo que lleva a agudizar el ingenio), apareció una pandemia mundial. Pero nada puede contra el deseo y Grosso, finalmente, llevó adelante su película que contó con grandes actores como el también rosarino y su amigo Luis Machín, el uruguayo Roberto Suárez, Gilda Scarpetta, Lorenzo Machín y la española Estrella Zapatero, con la participación especial de Carlos Portaluppi y Marta Lubos, y una larga lista de actores y actrices locales que integran Negro Moyano, Juan Nemirovsky, Mirta Maurizi, Claudio Danterre, Adriana Sabbioni, Gustavo Guirado, Analía Troiano, Miguel Bosco, Miranda Postiglione Martinetti, Milagros Alarcón (también productora ejecutiva), Gustavo Sacconi y Belén López Medina.
La historia de un reencuentro inesperado a instancias de los perros suicidas del Parque de España
A lo perro
Ariel (Machín), guionista transmedia y de algún modo se intuye un alter ego del director de la película, vuelve de España a Rosario, su ciudad natal, a investigar el extraño caso del suicidio de perros en un parque lindero al río. Al regresar, se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Scarpetta), mujer a la que amó, y José María (Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura. Serán días intensos, llenos de contradicciones, malentendidos y tensiones que pondrán a todos al borde de la irracionalidad.
Hacer una película en la Argentina del presente es una tarea compleja, pero además rodarla en pandemia resultó una experiencia desafiante, casi una carrera de obstáculos a sortear para llegar a este estreno. “Realmente estamos viviendo la llegada de este estreno como un gran logro –destacó el director–. Leí hace un tiempo que los hermanos Coen dicen que hacer cine es caminar en la cuerda floja y sin red; en nuestro caso, en la Argentina, en Rosario y en pandemia, fue como si la cuerda floja, además, hubiese estado embadurnada de vaselina (risas)”, dijo Grosso acerca del proceso.
Y sumó: “Fue hacer equilibrio con todo el riesgo de caerse, pero la osadía y la pasión son cosas que a uno lo ponen en un estado parecido al de los personajes de la película que se debaten entre lo racional y lo instintivo. De hecho, tuvimos el instinto de salir a hacer una película a pesar de todo y estamos muy contentos de que a partir del jueves 15 se verá en muchos cines del país. Logramos un estreno nacional importante: una cosa es contar una historia local y otra es intentar que se vea en la mayor cantidad de lugares posibles para no quedarnos con la mirada propia”.
Roberto Suárez, talento uruguayo en la película “Perros del viento” que se filma en Rosario
Pintar la aldea
Más allá de las posibilidades en su derrotero nacional e internacional y de las potenciales presencias en festivales, las películas de Hugo Grosso suelen, lejos de cualquier pretensión, pintar su aldea y desde allí buscar otras resonancias, como pasa en este caso donde, desde una especie de anécdota que atraviesa el imaginario colectivo rosarino, habla de otros temas, como ya lo hizo en la recordada A cada lado. “Creo que son las historias las que nos cuentan a nosotros, yo soy rosarino, he vivido gran parte allí, y esas historias que están dando vuelta son siempre un disparador para hablar de otro montón de cosas que, de algún modo, tienen que ver con la rosarinidad, más allá de que uno pueda tener una visión crítica y analizarse a sí mismo y ver hasta qué punto quiere profundizar en algunos temas”, dijo Grosso.
Y sumó: “También aparece una cuestión medio metodológica; yo vengo de una formación más bien documental, entonces partir de un hecho real para convertirlo en una ficción me resulta siempre muy atractivo. Incluso así fue el proceso de guión: hablar con gente que había sufrido este fenómeno extraño que por alguna razón, los perros en el Parque de España se arrojan al vacío; no sabemos si es por un sonido, una luz, el punto de vista, la particularidad del animal o, también, el vínculo del perro con el amo. Hay amos que quizás son demasiado densos y el perro, tratando de escaparse, decide arrojarse al vacío (risas)”.
Crisis como oportunidad
“Tomamos este fenómeno que pasa con los perros para hablar de estos personajes que están rondando los 50 años y se replantean qué han hecho de sus vidas, y a partir de allí se «animalizan» un poco, por eso planteaba que la lucha entre el instinto y la razón es lo que mueve a estos personajes que reflexionan acerca de lo que han hecho de sus vidas para ver si pueden modificar algo o no, además en eso se sustenta el drama, porque en definitiva es una reflexión sobre uno mismo”, profundizó Grosso.
“Yo desconfío o lamento que aquél que llega a cierta edad no tenga la capacidad de reflexionar acerca del camino recorrido y no pueda verse a sí mismo tomando una cierta distancia; el psicoanálisis contribuye en esto, pero me parece que todos, en algún momento, pasamos a tener una mirada retrospectiva y revisionista acerca de lo que hemos hecho, de lo que hemos sentido, de aquello que hemos idealizado y quedó en el camino. Esta película se propone un poco eso: reflexionar acerca de esas cosas que están ahí, pendientes, y que a veces nos generan dolor, angustia. Son esas cosas que han quedado como traumas, historias de amor inconclusas, todas esas cosas que por algo no pudieron ser, que además es lo que nos distingue de los animales. Puede ser para bien, para mal, para no modificar nada o para modificar todo”, planteó Grosso.
Literatura en tránsito
Entre las intrigas que aparecen a la hora de ver una película terminada está esa ineludible posibilidad de ponerla en diálogo con aquello pensado o imaginado en un comienzo del proyecto. En relación con esa mirada como un antecedente donde sueño y deseo se funden para confrontarse con la realidad, Grosso destacó: “Para un obsesivo compulsivo como yo nunca es aquello que imaginamos (risas). Pero lo interesante, pasados los 50 años como en mi caso, es que uno empieza a adaptarse y aceptar que esa transformación que va aconteciendo a lo largo de todo el proceso de una película es lo mágico de la creación, se dice que un guión es «literatura en tránsito». De lo que uno idealizó y estructuró van pasando otras cosas: te sorprendés con las actuaciones, con algo que pasa en una escena, con la luz, con el sonido. Todo eso le va sumando a todo aquello que idealizamos como realizadores para, en un momento, poder entender y aprender que nunca va a ser igual, porque además uno puede contar ideas pero no puede transmitirle al equipo todo eso que tiene en la cabeza”.
Y profundizó finalmente: “Las palabras no suelen alcanzar para contar eso que imaginaste en un comienzo; nunca van a representar eso. Y a eso hay que agregarle que planificar en el cine argentino, tener un guión, una hoja de ruta, es complicado y de antemano saber que vas a tener que tomar algunos atajos, que alguna de las rutas elegidas van a estar cortadas, que algunos puentes van a estar rotos y que hasta puede haber una pandemia. De hecho, la pandemia nos obligó a modificar algunas cosas del guión y también hubo procesos internos. Quiero recordar que atravesamos durante el macrismo una gestión del Incaa que fue nefasta; me indicaron tres veces rescritura del guión y más allá de que uno pueda o no respetar a algunos de los colegas que hacían ese trabajo, empezó a ser una especie de freno administrativo que iba más allá del valor que tenía o no el guión; era medio estirar la cosa como para que no salieran los créditos y tengamos finalmente la posibilidad de filmar. De todos modos, estamos muy orgullosos y contentos con la película que tenemos, y la hicimos con una serie de pautas que respetamos mucho: con todos los compañeros y compañeras adentro, donde todo el mundo cobró lo que tenía que cobrar y donde hubo paridad de género; son cuestiones ideológicas que respetamos, por las que pelamos mucho y pudimos concretar”.
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