El pabellón 6 de la Unidad Penitenciaria de avenida Francia al 5200 está marcado con aerosol sobre una pared de ladrillo. Los otros diez se señalan de la misma manera. Pero en este, además, se concentra una multitud que lo hace más visible aún. Es miércoles y ahí pasa algo distinto: funciona una biblioteca, una de las pocas que existe en las cárceles de la provincia y está a punto de ser bautizada con el nombre de “Obispo Federico Pagura”. El religioso, que llega con paso tan lento que delata sus 93 años, agradecerá más tarde el honor de ser el referente. Su mensaje es de paz, buen humor y multiplicación: de libros y de bibliotecas en todos los rincones del mundo.
El acto de bautismo de la biblioteca se hizo en el patio del pabellón 6. Fue un encuentro tranquilo, sencillo, de muchas palabras de festejo. Entre los protagonistas estuvieron distintas religiones. Los voceros del bautismo fueron el arzobispo católico Eduardo Martín; el padre Alejandro Saba, de la Iglesia Ortodoxa; Walter Arturo Callieri, de la Asociación Civil Islámica; el pastor Eduardo Rivello y el obispo metodista Federico Pagura. También flameó la bandera Whipala, que representó a los pueblos originarios. Cada invitado oró a su manera y todos coincidieron en la importancia de que el libro, la voluntad y la buena fe los reúna a pesar de tantas diferencias.
“Federico Pagura nos acompañó en la iniciativa, le consultamos mucho cuando llegamos a la cárcel porque sabíamos que aquí trabajan los pastores evangélicos. Además, lo respetamos por todo su trabajo, siempre estuvo con gente humilde y compartimos sus ideas progresistas. No encontramos nada mejor que tener su nombre en la biblioteca de una cárcel llena de pibes pobres”, explicó Guillermo Cabruja, coordinador del Centro de Estudio en Políticas, Estado y Sociedad, entidad que impulsa talleres en la Unidad. Luego resumió: “La biblioteca dignifica. Es un proceso de construcción colectiva y Pagura significa eso”.
El obispo homenajeado, por su parte, aprovechó el micrófono para contar anécdotas y reivindicar lo religioso y relacionar la fe con el buen humor. Su mensaje fue de encuentro, de alegría y multiplicación. Recordó su primer encuentro con el plan “Yo sí puedo”, y consideró: “Un buen sembrador tira la semilla y espera a ver qué nace”. El programa de alfabetización mencionado (ver aparte) fue la primera semilla plantada en la Unidad 6. Entre sus frutos está la biblioteca. También las decenas de actividades que se están realizando, que van desde charlas sobre adicciones hasta talleres de museología.
“La biblioteca se va a convertir en el eje de nuestras actividades. Acá no había nadie. Nosotros comenzamos a coordinar todas las actividades. Hicimos un llamamiento voluntario y se anotaron distintas propuestas, cada uno con su saber y sus ganas. La invitación sigue abierta, para lo que sea: lo importante son las relaciones que se establecen”, resaltó Cabruja. “Partimos de la base de que no hay otra solución más que reincorporar a los pibes. ¿La otra cuál es? ¿Matar a todos? Hay que hacer un esfuerzo de reincorporación con amor, esperanza, ganas”.
Leer, cambiar una vida
La biblioteca Federico Pagura es diminuta –adentro diez son multitud– y está colmada de estantes. Cada sección está señalada con papelitos escritos con birome, a mano. En la Unidad Penitenciaria Nº 6 no hay recursos. Pero no importa. Sí hay una biblioteca. Walter, uno de los dos internos encargados del espacio, proyecta nuevos estantes porque los libros ya no entran. En diciembre había 500, ahora superan los 1.000. A simple vista la biblioteca se ve colmada y Walter y Juan, su compañero de trabajo, aclaran orgullosos que hay mucho material distribuido entre pabellones. “Lo importante es que a muchas personas le cambiamos la vida. Muchos internos no pudieron leerle un cuento a su hijo y hoy tienen la posibilidad de hacerlo”, destacan los dos cuando tienen que hablar de su nueva e improvisada profesión.
La biblioteca es otro eslabón de la cadena que habilita el famoso programa de alfabetización cubano “Yo sí puedo”.
“De los 434 internos que hay, 108 se anotaron para ser alfabetizados. Cuando aprendieron a leer y escribir nos dimos cuenta de que jamás habían tocado un libro. Entonces nació el proyecto Mi primer libro. Pedimos donaciones a la comunidad y conseguimos tantos que armamos una biblioteca”, contó Guillermo Cabruja.
El Servicio Penitenciario otorgó a Walter y Juan, de 36 y 35 años, respectivamente, un permiso permanente para ir y venir a la biblioteca y también para recorrer cada uno de los once pabellones llevando y ofreciendo libros a los casi quinientos internos. Como ellos son los únicos que pueden ir y venir a la Federico Pagura, se hicieron de un carrito de supermercado –el “bibliomóvil”, le dicen– y así le distribuyen el material a todos. A la semana, pasan a buscarlos o renuevan el préstamo. Los internos, con el paso del tiempo, se animan a más y comienzan a leer literatura y poesía. Sin embargo, las enciclopedias –de geografía o animales– fueron las más pedidas desde un principio. También los textos bíblicos, por las características de la Unidad, que tiene once pabellones, de los cuales siete son cristianos.
“Separamos la biblioteca de la fe cristiana. Este espacio es de todos. Lo importante es que el libro llegue a otras personas”, explica Juan. “Acá tenemos todo el tiempo del mundo para leer. El libro es un entretenimiento, una linda puerta que se abre para personas encerradas”, agrega.
Para Walter, lo importante de su obligación es que puede ayudar a otras personas: “El mundo margina a las personas que están privadas de la libertad. Hay mucha gente interesada en leer. Los días de visita le podemos sacar una sonrisa a una criatura. La madre, el padre, pueden leerles a sus hijos. Lo importante es que a muchas personas le cambiamos la vida”.
Que llegue la escuela
La Unidad Penitenciaria Nº 6 funciona como tal desde el año pasado. Las condiciones en el lugar son de improvisación: una cancha de fútbol improvisada, una cocina improvisada, hasta la biblioteca. No hay escuelas. “Estamos por presentar un pedido escrito para solicitar la escuela primaria y para adultos. La necesitamos para abarcar integralmente a la persona detenida. No hay que olvidarse de que la pena impide la libertad ambulatoria”, destacó Mario Fernández, alcaide mayor y director de la Unidad.
Pedido a la comunidad
Uno de los internos de la Unidad aprovechó la oportunidad de hablar a la comunidad a través de la prensa para solicitar más donaciones. Sin embargo, el pedido fue más bien específico. Aclaró que muchos de ellos necesitan capacitarse en oficios y que sería bueno para ellos recibir manuales o libros de práctica laboral. Cualquier interesado en aportar puede dirigirse a la Unidad Penitenciaria Número 6, en Francia al 5200.