Cada dos años Luis Miguel llega a Rosario para reencontrarse con su público. En 2012, ante miles de fanáticas, revivió 30 años de carrera en el Hipódromo Independencia. Y, ahora, el domingo que pasó, tras haber postergado algunos días su desembarco local, volvió para mostrar un prolijo concierto de exactos noventa minutos en donde repasó sus principales canciones en el Salón Metropolitano ante 3.500 personas.
Con una demora de una hora, a las 22 en punto, las luces del espacio se apagaron y, vestido con impecable traje negro, el cantante mexicano apareció sobre el escenario para dar rienda suelta a la locura mayormente femenina. Ya nadie se volvería a sentar en sus butacas.
A partir de allí un show de manual en donde nada se salió del lugar establecido mostrando una cara similar a la que llevó a otros escenarios argentinos en esta misma gira. El músico casi no dialogó con la gente y en la primera de cambio cometió un blooper al confundirse de ciudad: “¡Buenas noches Mendoza!”, exclamó para, tras algunos segundos, corregirse y saludar nuevamente al público que le perdonó la confusión con aplausos.
En cuanto a lo instrumental el show fue impecable con un ensamble de diez músicos de primer nivel que sonaron prolijos y hasta se impusieron individualmente como el caso de la corista y el primer saxofón.
No obstante, en lo que respecta a lo que la multitud mira con más precisión e interés –el papel del cantante mexicano–, la sensación fue que ofreció un concierto de memoria, sin espontaneidad, con poca emotividad, y donde abusó del recurso de escuchar y hacer cantar al público en primer plano.
No obstante, ese espacio de sensibilidad y pasión que dejó libre el mexicano fue ocupado por sus “incondicionales”, mujeres de tres generaciones, que cantaron todas y cada una de las canciones y aclamaron a su ídolo como si estuviera en su mejor época. Es que Rosario es una ciudad que, desde la primera vez, hizo sentir a Luis Miguel como en su casa.
Con una puesta en escena de nivel internacional, el músico viajó por diversos momentos de su carrera abriendo el show con “Quién será” y “Tú, sólo, tú” y continuar avanzando a través de pequeños sets acompañados de visuales alusivas con éxitos de la talla de “Dame tu amor” y “Suave”, entre otras.
“Vamos a hacer algunas canciones románticas”, dijo en uno de los pocos contactos que mantuvo con el público antes de interpretar “Sabor a mí” y “Sin ti” y abrir otro set con “Más allá de todo” y “Tengo todo excepto a ti”.
Tras un cambio de vestuario y con casi cincuenta minutos de recital a cuestas, sonriéndole a sus fans invitó a cantar junto a él, recurso que repitió toda la velada. Sonaron: “Te quiero”, “Culpable o no”, “Hasta que me olvides” y “Te necesito”. Este último, tema con el que se arrimó a las fanáticas de la primera fila para extender su mano rodeado por sus guardaespaldas.
Con pequeños intervalos entre set y set, pasadas las 23 comenzó uno de los momentos más poderosos con “Separados”, “Dos enamorados” y “Directo al corazón”, para empezar a terminar la noche bien arriba, tercer cambio de vestuario mediante, con un clásico de hace tres décadas: “Decídete”, tema perteneciente a su tercer disco con el que comenzó a hacerse popular cuando todavía era un adolescente y que, el domingo en Rosario, elevó los suspiros de la platea femenina.
El show continuó con los hits “Ahora te puedes marchar”, “La chica del Bikini azul”, “Isabel” y “Cuando calienta el sol”.
Con lluvia de papelitos incluida, el Tour 2014 comenzó a cerrar su paso por Rosario con “Deja Vu” flamante canción que se diera a conocer hace poco más de un mes en el marco de esta gira y finalmente acabó con “Labios de miel” perteneciente a su último disco homónimo editado en 2010.