Desde hace casi 28 años hay un fenómeno extraño en Rosario: los perros que, sin razón aparente, saltan al vacío en la explanada del Parque España que da al Paraná. La mayoría de los animales encuentra así una muerte difícil de explicar tras arrojarse desde unos 10 metros de altura. Hay explicaciones delirantes y mitos, pero los repentinos lanzamientos al vacío de los canes son reales. Se realizaron documentales y hasta un grupo de españoles se trasladó a la ciudad para filmar una película sobre los casos. Dos médicos veterinarios, Carlos Cossia y José Priotto, relatan su propia experiencia y las atenciones médicas a las mascotas y ensayan explicaciones sobre ese comportamiento: ¿qué es lo que les llama la atención para impulsarlas, contra todo instinto de supervivencia, a una conducta suicida? Desde la Protectora Rosario, en paralelo a las razones, ponen el foco en la prevención: hay que llevar al animal con correa.
Las noticias sobre los perros suicidas comenzaron en 1992, cuando se inauguró el Parque España. La mayoría de los saltos se dan en un rincón particular: la explanada arriba de las escalinatas. Los animales caen desde allí al Patio de los Cipreses. En esa terraza gigante, fueron varios los perros que, solos o de paseo con sus dueños, sin estímulo o amenaza evidente e incluso sin tomar envión, se lanzan por sobre la baranda al vacío. No hay patrones en cuanto a raza o tamaño: a todos los atrae o los afecta algo.
Cossia, veterinario y ex concejal de la ciudad, relató que en los años que estudiaron el fenómeno nunca llegaron a una conclusión irrevocable. “Hay dudas. Pueden ser los pájaros que vuelan a la altura del horizonte, el perro los ve y corre hacía ellos, ya que las aves vuelan a través de la reja, y por eso saltan al vacío. Pero, también, en el lugar se produce un silbido cuando hay viento y se genera una especie de remolino con un sonido muy especial y perceptible para el oído sensible de los animales”, enumeró posibles causas. “Es una cosa muy curiosa, porque el perro viene caminando y en algunos casos sale corriendo y se tira, mientras que en otras ocasiones está directamente al lado del dueño y pega el salto”, recreó la sorpresa que lo invade junto a sus colegas.
En la veterinaria de Cossia atendieron entre 50 y 70 perros por las heridas de esos saltos desde 1992. El último fue en agosto último.
Daniel Ojeda, jefe de la Dirección General de la Policía Comunitaria Delegación sur Sección Ecológica, explicó que fue el 13 de agosto, cerca de las 16, a la altura de Sarmiento y el río. Cossia también lo recuerda: “Se fracturó la columna y luego sufrió un paro respiratorio”.
El también veterinario José Priotto tiene sus consultorios cerca de la zona, y fue subdirector del Imusa durante 27 años. “Me acuerdo que la mayoría se tiraba y moría. Se tiraban a la altura de calle Entre Ríos. Allí hay como un pasillo angosto desde donde se ve el patio del colegio Español, abajo. Hablé una vez con un vendedor de pororó que estaciona su carrito en el lugar y fue testigo de varios sucesos, pero tampoco había podido sacar conclusiones de sus varias experiencias de observación”, explicó.
Priotto coincide con la hipótesis del silbido provocado por el viento en esa zona. “Recuerdo que atendí a un labrador –por la raza– que se tiró desde las escaleras y por suerte sobrevivió. Sufrió una fractura en lo que sería la muñeca para un humano”. El profesional insiste en que el espacio elegido por los perros para arrojarse es amplio y hasta difuso. Él recuerda haber atendido a unos 6 ó 7 animales, pero todos cerca de los años 90.
Relatos en primera persona
Nélida cuenta que hace 11 años fue a pasear un domingo por el Parque España. “Sultán, mí cachorro de 11 meses, subió con nosotros (las escalinatas) y cuando llegamos arriba pegó una vuelta en círculo y saltó tan inesperadamente que no nos dio tiempo de agarrarlo. Jamás pensamos vivir semejante dolor. Ese día no sólo llevamos a Sultán. También a Lucas, mí otro perrito, que al ver lo sucedido comenzó a ladrar con desesperación a punto tal que bajó antes que nosotros a socorrer a su compañero. Sultán no sobrevivió».
Ever, hace tres años, vio a lo largo de apenas una semana cómo dos perros se tiraron al vacío. “Me acuerdo de un Golden que venía paseando con su dueño y de repente se lanzó. Cayó en el Patio de los Cipreses y fue un lío sacar el cuerpo, porque era un perro grande. Eso fue un domingo. Al siguiente, en la misma zona, un perro de porte más chico quiso saltar pero no alcanzó la altura necesaria para sortear la baranda, y su dueño pudo atajarlo antes de que cayera”, recuerda.
Ivana caminaba con su novio y su perro Tomy de 10 años por la misma zona el pasado 16 de julio. Le soltó la correa para que la mascota juegue libremente y luego se la volvió a poner. “Yo venía un poco distraía con la correa en la mano y Tomy caminando delante de mí. De repente, cuando subimos a la parte alta del complejo, dio un salto. Si yo no lo agarraba bien, y si no hubiera tenido atada la correa, se iba al vacío, se podría haber muerto o quebrado, fue un susto horrible», recuerda la joven. Quedó impresionada: «Nunca más pasamos por ese lugar, lo evitamos».
Javier se remonta a 1996 con otra anécdota. Una vecina, a la que describe como fanática y paranoica con su perro dálmata, al que llamaba Richard, salió a hacer ejercicio con su fiel compañero. ”Era profesora de gimnasia y desde Tucumán y Sarmiento hasta el Parque España dejaba a su perro llegar a destino solo, incluso con varios metros de distancia y con la confianza que le tenía. Una de las veces que Richard llegó primero, saltó desde las escaleritas del Colegio, pero sobrevivió.
Más cerca, Javier fue testigo de otro caso. Hace tres años, iba con su hija a una jornada por la educación pública que se realizaba en el Parque España. “Bajamos por calle Sarmiento, pasamos el inicio del túnel y vimos, como si fuera un ovni, un perro que caía a la altura de la Misión del Marinero. Era un sábado a la tarde. Era un border collie, y no sobrevivió.
Con correa, más seguros
Verónica López Nordio, presidenta de Protectora Rosario, recuerda que en el inicio del túnel una vez saltó un perro que cayó sobre el capot de un auto en marcha. Lo llevaron a atender al consultorio de Cossia. Más allá de las teorías sobre los extraños comportamientos de los perros en una zona acotada de Rosario, la mujer volvió sobre una prevención obligatoria, para mascotas y humanos: la ordenanza 7445 dispone que, cualquiera sea el tamaño, hay que conducir al animal con correa y sostenerla, nunca dejarlos sin ella. “Menos, en un espacio público. Sin estigmatizar razas, o independientemente de si son de gran porte, la correa debe ser corta, no sólo por si agreden a otro congénere o humano, sino para evitar accidentes como los del Parque España”, resumió antes de recordar que “el incumpliendo (de la norma) es penado con una multa”.