Ana Victoria Lovell entró a la Biblioteca Argentina por el pasaje Juan Álvarez, mientras murmuraba: “¡Qué maravilloso este lugar! ¿No? Es delicioso”. Apenas atravesada la puerta, y antes del ingreso a la sala de lectura, en una placa de bronce se lee un homenaje a Alfredo Lovell, su abuelo y primer bibliotecario de la institución. En el marco de los festejos por el centenario de la Biblioteca “Juan Álvarez”, Victoria recorrió su historia familiar, que se condice con la propia historia de uno de los espacios más emblemáticos e importantes de la ciudad.
“A mí me interesa mucho la figura de mi abuelo. Era bibliotecario y archivero real, doctor en Filosofía y Letras y en lenguas árabes. Llegó a la Argentina en 1911, después de haber trabajado en España, y esos títulos no existían. En Rosario fue una figura intelectual de gran peso y con una profunda convicción”, relató Victoria.
Alfredo Lovell organizó la Biblioteca Argentina y la biblioteca del Colegio Nacional, trabajó hasta 1947 junto a Juan Álvarez, y durante muchos años llevó adelante la memoria escrita de la biblioteca. Durante muchos años más, las familias Álvarez y Lovell trabajaron juntas en la biblioteca: “Estuvieron siempre muy cerca”, dijo la nieta.
Si algo fue determinante para la Biblioteca, señaló Victoria, fue la convicción de Juan Álvarez y Alfredo Lovell para que toda la sociedad tenga acceso a los libros, para que vayan a leer y a encontrarse los obreros y los estudiantes. Desde el relato de Victoria, se puede conocer a la biblioteca bajo una nueva perspectiva, la familiar, la cómplice.
Victoria Lovell es profesora de letras, escritora y tiene una editorial junto con otros escritores, “Papeles del Bulevar”; también dicta un taller de escritura en la Biblioteca. “Cuando comencé a trabajar allí sentí que, en algún punto, yo volvía a casa”. Y es que ahí, dijo, está la historia de su familia, hay fotos de su abuelo y su nombre grabado en la pared, e incluso muchos ficheros tienen su letra: “Ir a la Biblioteca a es ir a visitarlo”.
Alfredo Lovell era un apasionado de los libros. Su nieta recuerda la biblioteca del primer piso de su casa, donde estaban todos sus libros: una colección muy vasta, donde había “de todo”; así como también recuerda que los visitaba los fines de semana, que caminaba seguido con su perro y nietos, y que no era una persona afectuosa, pero sí apasionada y con muchas convicciones. “A mí me generaba gran fascinación mi abuelo. Era un hombre atento a su pasión. Tuvo 7 hijos, y su legado fue que cada uno pudiera seguir una carrera universitaria”, contó Victoria, quien asegura continuar esa tradición con sus hijos.
“Lo que a mí me interesa ante todo es el concepto de la pasión, si yo lo pienso a mi abuelo es como un hombre apasionado. No puedo pensarlo como una persona sino como una construcción posible. Y desde ese lugar yo me siento muy cerca de él, porque creo que la libertad que te ofrece la lectura es una de las grandes libertades”, sostuvo.
Por los festejos de sus primeros 100 años, la Biblioteca Argentina tiene carteles conmemorativos, la sala de lectura está preparada para sus actividades y, como nunca, está en boca de todos. Victoria Lovell la camina como si supiera todos sus secretos, señala su estructura y los libros, se pregunta cuáles acomodó su abuelo, cuáles estuvieron en sus manos. Siente que con su editorial y taller sigue construyendo la obra de su abuelo, y cree que es necesario comprometerse política y socialmente con la institución. “Es importante pensar el rol de la biblioteca ahora. Es fundamental pensar que cumple 100 años y que para la historia de Rosario son muchos años. Pero también se puede pensar que son los primeros 100 años, ¿qué se puede hacer de hoy en adelante? Tomar conciencia de esta historia. Para nosotros es impensable pensar la ciudad sin la biblioteca”, concluyó.