Algunos interpretaron que fue un gesto de fortaleza con la vista puesta en octubre, otros de debilidad de una mujer cansada y sola para enfrentar la tremenda empresa de la reelección.
Lo cierto es que Cristina Fernández de Kirchner decidió romper la calma electoral con una advertencia clara para aquéllos que, con excesivo triunfalismo, ya gastan a cuenta y pugnan por los espacios de poder en la escena política por venir.
Días antes de pronunciar su enfático discurso en José C. Paz, tierra de un leal Mario Ishii, la jefa del Estado había anticipado a varias de sus espadas políticas que sólo se presentará a la reelección si le garantizan el 50 por ciento de los votos.
Como nadie le puede garantizar nada salió decidida a intentar ampliar su base electoral en la renuente clase media, al castigar las prácticas de conflicto permanente en la que se encuentra embalado hoy el sindicalismo.
La permisividad con los paros, bloqueos a plantas o cortes de ruta permitió la paz social durante ochos años, pero, a su vez, fue aprovechada por los gremios con “músculos fuertes” para conseguir siempre algo más.
En contraposición con los que tienen “músculos débiles”, que cada vez se quedan más en la escala salarial y otros reclamos laborales.
Esta situación ha llevado a un malestar general en la clase media argentina, que un día ve que tiene la ruta cortada, otro que no hay combustible, o clases, como el caso de los docentes en Santa Cruz que prácticamente no comenzaron el ciclo lectivo de este año, por un reclamo de 50 por ciento de incremento.
La fuerza del reclamo callejero ha llevado al poder sindical a un lugar estratégico que, según la óptica presidencial, podría condicionar el futuro de una hipotético segundo mandato.
De hecho, Hugo Moyano ya expresó su deseo de colocar al vice en la fórmula y hasta se animó a anticipar que un sindicalista debería estar al frente del Ejecutivo en 2015. Es decir, él mismo.
Tamaña pretensión achicaría el margen de maniobra de las decisiones presidenciales en los años por venir.
Esto iría a contramano de algunas especulaciones que se hacen cerca del sillón presidencial sobre la necesidad de reformar la Constitución con el fin de habilitar otro período y evitar así la pérdida de poder prematuro para el que gobierne a partir de 10 de diciembre de este año.
El golpe sobre la mesa que dio Cristina, y hasta el interrogante sobre si realmente se presentará, no hizo otra cosa que alinear a la tropa, ante el convencimiento de todos de que no hay tiempo de armar otra alternativa de aquí a octubre.
Algunos intendentes tentaron a Daniel Scioli para que se anime a esa patriada si finalmente Cristina desiste de la contienda, pero el gobernador los sacó más rápido que volando.
El mandatario bonaerense sabe que su suerte y su futuro presidencial para dentro de cuatro años se encuentran atados a Cristina, en una comunión que siempre le dio resultado a pesar de varios desplantes sufridos.
Scioli también ve como una amenaza el avance de Moyano sobre su territorio político. Sin ir más lejos, ahora mismo, trata de ponerle límites a las ambiciones del camionero.
El gobernador y el operador por excelencia de la Rosada, el Chueco Juan Carlos Mazzón, organizaron para la semana que viene una reunión del Consejo Nacional del PJ con el fin de reafirmar el peso específico del sector político dentro de la estructura partidaria antes que la sindical.
Es que entre los sciolistas se observó casi como una traición la apresurada revelación del taxista Omar Viviani de apoyar al tigrense Sergio Massa para la gobernación bonaerense.
Esto llevó a otros intendentes ubicados en las fronteras de las decisiones a tomar rápido partido por Scioli, como el de La Plata, Pablo Bruera, y el de Esteban Echeverría, Fernando Gray, entre otros que se sumarán durante los próximos días.
Por su lado, la cúpula de la CGT, con el silencio de Moyano, se reunió en varias oportunidades durante las últimas horas y de allí salió un respaldo explícito para la reelección de Cristina en octubre.
Todos saben que a medida que van pasando los días será más difícil que se baje de la candidatura, y que hoy por hoy no hay una figura que pudiera unir la compleja diversidad existente en el peronismo.