“La llaman democracia, pero no lo es”, dicen los “indignados” españoles que por estas horas están votando. ¡Y tienen mucha razón! ¿Cómo no coincidir con ellos cuando nosotros mismos hemos dicho, hace años (y hoy también), que aquí no ha habido ni parece haber democracia? ¿Acaso el poder ha sido y es del pueblo, por el pueblo, para el pueblo? No hay democracia mientras haya un niño hambriento, un ser humano sin trabajo, un trabajador sometido y percibiendo salarios indignos. No hay democracia mientras el ser humano no tenga acceso al cobijo propio (vivienda); a un sistema de salud de excelencia y gratuito. No hay democracia mientras los jubilados sobrevivan, pero no vivan. No hay democracia mientras a los seres humanos con capacidades distintas no se les satisfagan los derechos que les corresponden. No hay democracia mientras no haya acceso absoluto y de calidad a la educación. No hay democracia mientras se permita el delito que trae muerte. No hay democracia mientras los bancos cobren intereses de usura, mientras se permita a grupos empresarios arruinar a la Tierra y al hombre por la mera acumulación de riquezas. No hay democracia mientras se siga tolerando el colonialismo solapado. No hay democracia si la riqueza no se reparte en forma más equitativa. No hay democracia mientras el Estado sea responsable del dolor de tantos y tantos seres humanos. Y podríamos seguir, pero basta con decir que no hay democracia mientras haya seres desprotegidos. No hay democracia pura.
Por eso, como ciudadano del mundo, no puedo menos que felicitar a este movimiento español de los “indignados”, porque yo también estoy indignado. Indignado y dolido como tantos otros hombres y mujeres de este mundo, de este país (Argentina).
Ha dicho nuestra presidenta que vivimos “años felices”. Me parece una exageración cuando hay tantos apenados en este país. Yo debo reconocer que este gobierno ha logrado objetivos, pero de allí a sostener que los argentinos son felices y que aquí se ha hecho lo que reclaman los españoles es demasiado, en mi opinión. Muy lejos se está de la paz interior para todos los argentinos. Es cierto que hay parcelas floridas, pero no se puede disfrutar del perfume de nuestras flores mientras otras están marchitas. No pertenezco hoy (ni quiero pertenecer) a ninguna corriente de pensamiento político, salvo a una: la que le otorgue al ser humano aquella dignidad que se merece. Y en este país, como en otros, hay muchos seres postergados. Más de lo que uno imagina.
No hay democracia mientras haya desorden, y creo que bastante desorden y delito hay en este suelo. Pero este no es sólo el problema español, ni argentino, ni mexicano, ni griego, por nombrar apenas a algunos países. Este es el problema del mundo. Porque en todas partes hay problemas de una u otra índole por una sola razón: la mezquindad del poder público y privado, su falta de escrúpulo, su imparable hambre de poder y de riquezas.
Decía Hobbes que una democracia no es en realidad más que una aristocracia de oradores, interrumpida a veces por la monarquía temporal de un orador. Podría decirse que muchas democracias del mundo son autocracias con bonitos disfraces. Y aun cuando uno deba poner cierta distancia con el revolucionario Bakunin, no puede dejar de reconocerse junto con él, que en muchas democracias hay una minoría con poder y una mayoría esclavizada de distintos modos.
Las imágenes que promocionan la convocatoria a concurrir a la protesta en España llaman a la reflexión. Me atrevo a invitarlos a que entren y observen estos videos:
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Y ahora la pregunta: ¿Nosotros cuándo despertamos? ¿O es que aquí no hay muertos por la delincuencia, muertos por hambre, narcotráfico, excluidos de distintos modos, desnutridos, sojuzgados, desocupados, hombres y mujeres, jóvenes, adultos y ancianos olvidados, apartados o con futuro incierto? ¿O es que vamos a creer que aquí se está mejor que en España? ¿Acaso hay democracia porque podemos votar?