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“La gente tiene que vivir junta, pero no amontonada”

Por Santiago Baraldi.- El ingeniero José Luis Moscovich dejó su impresión de la ciudad en la que nació y vivió hasta 1981.

“No hay que tener miedo a la densidad, hay que encontrar el equilibrio justo”, aseguró el ingeniero José Luis Moscovich, un rosarino que hace 30 años vive en San Francisco y se especializó en transporte y diseño urbano. Asegura que hay que volver “al ágora de los griegos” y que Rosario está lejos de ser una megalópolis. “El tema es que la gente viva junta pero no amontonada, viviendo en una situación de acceso. Llega un momento que la escala comienza a conspirar contra la ventajas de la ciudad”, aseguró Moscovich, quien volvió por unos días a la ciudad para participar del Taller de Planeamiento Estratégico del Transporte organizado por la Facultad de Ingeniería. En contra de la construcción de estacionamientos subterráneos “porque si quiero desalentar que vengan vehículos al centro no puedo poner más ofertas”, opinó también que los shoppings deberían cobrar por estacionar “para que haya un equilibrio y el centro de la ciudad no quede vacío”. Además, Moscovich desarrolla una pasión musical como director de ópera. “Hay muchas referencias paralelas entre las dos profesiones, se trata de orquestar un poco, crear una visión y entusiasmar a la gente para llevar esa visión adelante”, ilustró el ingeniero, egresado del Politécnico.

—Usted se fue de Rosario hace 30 años, ¿qué cambios fue observando en la ciudad?

—Me fui en el año 81 a terminar mi carrera en los Estados Unidos porque me interesaba el planeamiento del transporte y el urbanismo, en la Universidad de California. En estos 30 años me he quedado en San Francisco, especializándome en el tema transporte y el diseño urbano. Estoy a favor de un concepto de ciudad como lugar de encuentro, lo que los griegos llamaban el ágora, el espacio público, que es algo mucho más que un perímetro demarcado donde se diferencia lo público de lo privado, como un lugar de encuentro que genera esa potenciación de la inteligencia y el espíritu humano a través de intercambio intelectual, que se trasmuta mucho después de los griegos, en lo que hoy es la mesa de café. El tema es que la gente viva junta pero no amontonada, viviendo en una situación de acceso. Si aquí en Rosario, salgo a Pellegrini y camino hasta la peatonal, llego en diez minutos, donde me encuentro con gente.

—¿Rosario puede ser megalópolis?

—Por suerte, Rosario no es una ciudad monstruo. Llega un momento que la escala comienza a conspirar contra las ventajas de la ciudad. No creo que su destino sea el de una megalópolis. Cuando hay conciencia se puede moldear el futuro a través de las elecciones que uno hace. En ese caso del urbanismo pasa por un par de áreas que son fundamentales, como por ejemplo el uso del suelo, porque es la que le da forma al espacio urbano y son las que condicionan las oportunidades o los problemas. El espacio denso es más eficiente en cuanto a servicios cloacales, de gas, de transporte público y los espacios menos densos tienen más problemas. En los suburbios hay más problemas… los colectivos no llegan. Además de eso se pierde el concepto de ágora: para tener una interacción con otra persona hay que andar viajando, hay que suplir la falta de esa cercanía. La inversión en infraestructura también es importante; si yo permito que un área extensa de la ciudad se desarrolle a muy baja densidad, después tengo que sufrir las consecuencias en el transporte y así se invierta 20 veces más es muy difícil cambiar.

—El tema del transporte en el centro y macrocentro parece de difícil solución.

—No hay que tener miedo a la densidad, hay que encontrar el equilibrio justo. Lo más importante, por más trivial que parezca, es tender a un sistema de transporte equilibrado, donde no haya un solo modo que tenga todas las ventajas. No planificar en pos de darle todas las ventajas de tiempo o disminución de esperas al automóvil a costillas del transporte público, o del peatón o del ciclista. La importancia de tener conciencia de que hay un peatón, que hay un ciclista, el equilibrio beneficia a todos. Si estoy comprometido con el automóvil por necesitad o conveniencia y quiero ir manejando a todas partes, me conviene que haya un porcentaje importante de gente que tome el ómnibus, que camine, que ande en bicicleta, porque si todos vamos en auto sería un embotellamiento constante. Entonces hay que buscar ese equilibrio, pensar un sistema donde haya oportunidades para todos.

—No es fácil el equilibrio cuando el transporte público es deficiente, ¿cómo desalentar el uso del automóvil en el centro?

—Carriles exclusivos y parar cada cuatro cuadras. Es lo mejor que se puede hacer como política para equilibrar el sistema. No cuesta nada y hay un rendimiento inmediato. Si el colectivo para cada cuatro cuadras disminuye los tiempos de parada, es importante. Hay que buscarle la vuelta al centro, no prohibir la entrada de los autos, sino desalentar al que lo usa sin necesidad. La disuasión no debe incluir a los taxis porque son un brazo del transporte público, si el centro no está totalmente agobiado es porque hay taxis. La problemática de Rosario siempre fueron sus calles angostas, el desafío es cómo equilibrar el sistema. Cómo desalentar el uso de autos al centro sino hay buen servicio público. Hay varios modelos distintos. El modelo norteamericano es el de la separación y que para mí no es el más conducente: los coches en las autopistas, las viviendas separadas de los barrios comerciales, estos separados de los barrios industriales… esto genera aislamiento y problemas psicológicos, genera una sociedad no muy dada a la comunicación. La densidad, siempre que haya servicios, es buena, porque uno sale de noche y se siente seguro porque la gente vive ahí. Si en el centro sólo hay oficinas y bancos y no hay gente, se convierte en un lugar inseguro. En esos lugares hay que hacer intervención de uso del suelo, como en calle San Juan, que hay viviendas y son boca de lobos.

—Hay una polémica con el estacionamiento subterráneo, ¿cuál es su postura?

—Los estacionamientos subterráneos son caros y si quiero desalentar el ingreso de automóviles al centro, con más estacionamientos no lo logro. El centro tenía unos edificios de valor patrimonial fantástico, casonas viejas, mansiones de jerarquía, y por los vaivenes de la economía se han derribado y hay estacionamientos en esos lugares. Ésa es la postal del centro, donde cada tres casas hay un estacionamiento. Que no fue planificado ni con criterio de dónde está ubicado, sino como algo oportunista, son cicatrices urbanas que terminan supliendo a estacionamientos planificados por la Municipalidad. Sí tiene que haber una tarifa disuasoria: si voy al centro una hora me cuesta 2 pesos, y si voy por dos horas cuesta 6 y si voy por tres horas me sale 15 pesos.

—La instalación de dos shopping grandes como el Alto y El Portal han cambiado los hábitos de muchos rosarinos respecto a su relación comercial con el centro.

—Una manera de equilibrar el centro con la periferia es exigir que se cobre el estacionamiento, porque uno de los incentivos para que la gente maneje es darle el estacionamiento gratis. No tiene sentido semejante infraestructura en derredor de los shopping con estacionamiento gratis. Es una manera de matar al centro de la ciudad. La oferta del estacionamiento es lo que genera el aliciente para que la gente use el auto. Si voy al centro y tengo que pagar, bueno; si voy al shopping, también. La ciudad ha crecido y tiene una demografía distinta que hace 30 años, los shopping no son para gente de bajos recursos y entonces estamos viendo que hay más gente de barrios más humildes haciendo sus compras en el centro y a raíz de eso bajó la calidad de los negocios en el centro. La clase media y media alta iba de compras al centro y eso se ha perdido y los negocios que estaban en la peatonal Córdoba están en los shopping. El atractivo del centro para ir de compras ha disminuido. Parte de esto es por la política del estacionamiento.

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