“Las casas son una excusa para cambiar la realidad social de la gente. Si conseguimos eso, estamos satisfechos”, planteó con orgullo Rodolfo Fernández Bruera, “referente territorial” en Rosario de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. La organización que encabeza Hebe de Bonafini lleva adelante la misión a Sueños Compartidos, inédito programa que está levantando viviendas en todo el país con un novedoso sistema de construcción en el que quienes las hacen son quienes las habitarán. Y aunque en los últimos días el escándalo desatado por presuntas maniobras de estafa cometidas por Sergio Schoklender sacudió a quienes participan de la ambiciosa obra, nada de eso salpicó al obrador de Empalme Graneros. De hecho en un mes serán entregadas las primeras 36 viviendas para los vecinos de la comunidad toba de Travesía y Juan José Paso. “Siempre y cuando la EPE, Aguas Provinciales y Litoral Gas, nos terminen todas las conexiones”, aclara el Gallego. Así lo llaman los más de 200 obreros que trabajan en el predio, que contará con 256 viviendas, una escuela, un centro deportivo, un centro de salud, un salón de usos múltiples, una iglesia y una comisaría. Las casas –que son de dos y tres dormitorios, con lavadero y patio– tendrán al momento de la entrega cocina instalada, termotanque, estufas y apliques de luz.
“Nos critican porque tenemos mucha gente trabajando. Yo sé que un obrero especializado puede hacer el trabajo de tres muchachos de la comunidad toba, pero son tres familias que comen, tienen obra social y aportes, eso los medios no lo dicen”, diferencia, molesto, el Gallego Fernández, apuntando a cómo los medios confunden el trabajo de la Fundación con la actitud de Schoklender (ver aparte).
—¿Cuándo se hará entrega de las viviendas?
—Si las conexiones de los servicios –EPE, Aguas y Gas– se hacen en tiempo y forma en un mes se entregarán las primeras 36, que están prácticamente finalizadas. En total comprende a 256 y en estos momentos estamos a full con la escuela. La obra comenzó en mayo del año pasado, pero la Fundación hace dos años que está trabajando con la comunidad, desde que se lanzó la propuesta. Hubo un año largo de negociaciones con la Municipalidad, la provincia, la Nación. Después, la compra de las tierras, el trabajo con Planificación Federal para que nos apruebe el presupuesto, en total dos años y medio.
— ¿Cuál fue la primera reacción de la comunidad toba cuando le explicaron el proyecto?
— Mire, si nosotros fuéramos sólo una empresa constructora, hacemos las casas, metemos la gente y nos vamos, esto en poco tiempo se transforma en un Fuerte Apache. Si no se prepara a la gente (en todo sentido, social y culturalmente) no cumplimos el objetivo. Hay un acompañamiento social que no es asistensialismo, es transferir lo que sabemos a lo que ellos no saben o no conocen. Ellos por ahí no saben lo que es un bidet, o que si tiran un muñequito al inodoro se puede tapar. Hay que enseñar cómo se usa la estufa, el calefón, que el agua caliente no hay que dejarla correr, que no tienen que dejar la luz prendida porque ahora no van a estar enganchados sino que van a tener medidor… Junto con los derechos vienen las obligaciones, de eso les venimos hablando hace dos años y medio. Nos preguntaban dónde iban a poner los caballos, por ejemplo. Y bueno: hay que conseguir un terreno para eso.
—Y ellos mismos participan de la obra…
—El obrador cuenta con más de 200 personas trabajando. El 80 por ciento va a vivir en estas viviendas. Cuando arrancamos, lo primero que hubo fue desconfianza, veían las paredes de telgopor y creían que se volaban, después a medida que trabajaban decían: “No son tan malas”. Las placas de telgopor tienen luego un preparado de cemento, arena, acelerante y fibra: es como una columna. Los que creían que se iban a caer, hoy se pelean por entrar. Un día se apoyaron entre varios para ver si se caía. Para el piso se usa un cemento que ya cuenta con una capa aislante para que no suba la humedad.
— ¿Qué comentan los obreros mientras ellos mismos levantan sus casas?
— Trabajan con mucha alegría, los varones haciendo los trabajos más pesados obviamente, pero las mujeres también están a la par, ellas están en los trabajos de pintura, finalización de obra, colocación de cerámicos, griferías y electricidad. También les explicamos que los papás van a tener su habitación, las nenas, otra, y los nenes la suya, así no habrá promiscuidad y se pueden controlar los posibles abusos: hoy las nenas de 15 ó 16 años conviven con su padre o primos en un mismo ambiente. Es un cambio cultural muy grande. Que los hijos vean a su padre levantarse a las seis de la mañana, se tome unos mates, se ponga el casco amarillo y se venga a la obra, es la contraparte de salir a cualquier hora a cartonear con los chicos. Ahora esos chicos ven que hay otro mundo.
—Para muchos es su primer trabajo con todos los derechos laborales. ¿Y cuando el barrio quede finalizado?
—Salen con la libreta que dice “oficial especializado” o “medio oficial” o “ayudante”. Con esta experiencia los toman en otro lado, ya tienen un antecedente. También detectamos los casos de aquellos que no saben leer y escribir: no los obligamos sino que le hablamos de las ventajas que significa leer y escribir, y si quieren aprender, los alfabetizamos. Junto con el capataz de la obra estamos cerrando un convenio con la Facultad de Ingeniería para que nos preparen una presentación para hacer cursos de lectura de planos: de esa manera un oficial o medio oficial, cuando un ingeniero le despliegue el plano sabrá de qué se trata. Que sepa leer las alturas, las cotas, la plomada, es muy importante.
—Desde hace mucho tiempo en un sector de la sociedad está instalada la idea de que “después levantan el parquet y hacen un asado” …
—Es parte de nuestro trabajo que eso no ocurra. Pero si alguna de las 256 familias vende la casa para irse a otra villa –que seguramente va a pasar– si son pocos, para nosotros es un éxito. Es lógico que suceda, nuestro trabajo es que sean los menos. Nosotros igual hacemos un seguimiento, charlamos, para corregir errores. Por eso estamos haciendo un trabajo muy fuerte para que valoren cada cosa que ellos mismos construyeron. Cada una de las familias va a tener un nombre de calle, un número de casa para que le llegue correspondencia, va a poder tener teléfono de línea, televisión por cable, el que pase por una obra y lea “Hay vacantes” será porque aprendió a leer y se va a poder presentar a trabajar con su libreta. Esta es la gran diferencia con otros planes como el Hábitat o Plan Federal: nosotros trabajamos con la gente.
— ¿Cómo se organizó la distribución de las viviendas? ¿Ya se sabe quiénes las ocuparán?
— Somos claros: se ha hecho un censo y hay que respetarlo. Si alguno trajo a su padre, a su hermano o a su primo vivirá con ellos, pero no hay casas. Está todo coordinado con la Municipalidad que es la que las entrega, no la Fundación. Las 36 viviendas que se entregarán en un mes ya están asignadas, ya saben qué familia vivirá allí, se firmó el acuerdo. No fue ni a dedo, ni por sorteo, sino por necesidades diferentes. Hay una madurez de decisión en el barrio.
— ¿Cuando se termine este barrio está pensado otro en Rosario?
—Este barrio tiene 450 familias, queremos hacer 200 viviendas más, porque esta primera parte es de 256. El terreno es lo que llamamos Sorrento, detrás del Club Argentino, terrenos que el ferrocarril dona a la Fundación que hace las casas, y la Municipalidad asigna las casas, todo dentro de este año.