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“Todo lo que buscamos es aceptar lo que somos”

Por: Laura Hintze. Rodrigo del Pino es rosarino, tiene 41 años y vivió 16 como monje en India. Regresó y enseña a meditar.

“Con los bienes materiales, era el ego el que se sentía maravillado. Era un falso ser, había una trampa. Todos nuestros disfrutes eran hermosos, pero no estaba nuestro ser allí. Y eso es lo que se está discutiendo hoy en día. El mundo nos ofrece felicidad pero con nosotros, no sin nosotros”.  Rodrigo Joaquín del Pino es rosarino, tiene 41 años y lleva encima una larga trayectoria de “encuentros” consigo mismo, con la meditación, con una nueva perspectiva del mundo.  Luego de haber vivido en India 16 años como monje hindú, Del Pino se asentó en Rosario para acercar a todas las personas el arte de meditar: para él, es de ésta manera que el ser humano va a encontrarse con su naturaleza.

Rama, ese es su nombre espiritual, enseña meditación en el club Español, tiene cincuenta alumnos, de todas las edades, hombres y mujeres. “Quedé sorprendido por la cantidad de caballeros que hay”, destacó. También dicta un instructorado de yoga y da clases en el curso de Ayurveda (medicina hindú) que se da en la facultad de Medicina con el médico Carlos Chesta. En diálogo con El Ciudadano, quien también es miembro fundador del Centro de Estudios Orientales de la Universidad Nacional de Rosario (Ceor), cuenta sobre estos conceptos y perspectivas, nuevos y milenarios a la vez, e invita a toda la sociedad a sumarse a través de su página web www.humanodivino.com.

—Recorriendo su blog aparecen conceptos como psicología espiritual, meditación, yoga, liberación, conciencia… ¿Cuál es el sentido que une a todas estas palabras?

—Yo podría decir que esto une todas esas palabras como conciencia, liberación, búsqueda interior, psicología espiritual: volver a una identidad que es natural. No sería un paso hacia algo desconocido, sino sería un paso hacia aquello que es lo más natural pero me había olvidado. Nosotros, como personas, tenemos una identidad natural, que es quiénes somos en verdad. De tal manera que, cuando liberamos todo aquello que nos damos cuenta que queremos evitar, nos queda una identidad natural llena de todo aquello que buscamos. Tendemos a buscar en el mundo aquello que ya tenemos como propia identidad, de ahí surge la necesidad de un trabajo de conciencia, que es la meditación y que, de hecho, ya tiene miles y miles de años.

—¿Y qué sería esa identidad “natural”?

—Lo voy a dar con un ejemplo que nosotros podemos vivenciar en casa. Cuando nace un niño hay una imposición falsamente natural de que sea de una u otra manera. Lo que deriva en que el amor natural que tiene que recibir el niño esté condicionado por diferentes factores que para los adultos son normales, del tipo: “Te damos amor si te comportas de ésta o aquella manera”. De entrada, el niño no es aceptado directamente. Así, de adultos nos resulta muy difícil conseguir nuestros deseos porque hemos sido domesticados y acostumbrados a pensar que recibir amor no es sencillo. Y eso en la búsqueda también se manifiesta.

— ¿Qué concepciones hay en Occidente sobre estas culturas orientales y milenarias que hace que se vean como “raras”?

—Desde chico me doy cuenta que lo que es universal, lo que es natural para todos, está más cerca de ser la verdad. Más allá de que encontremos costumbres o hábitos en otros países que parecen ser muy bonitos porque son exóticos, hay cosas que son universales, como por ejemplo el sabor del agua. De la misma manera, lo que parecen ser culturas externas son patrimonios internos naturales que a veces, con el correr de los años, se pierden. Son patrimonios del ser humano que quedan conservados en alguna parte del mundo, en algún país, como una memoria y allí lo resaltan más que a otros aspectos. Pero en realidad, se surge de una división fundamental que ahora se esta volviendo a reunir. Me gusta cualquier cultura que no nos desarraigue de nuestros hábitos pero a la vez nos permita reconocer aquello que es natural en nosotros y que ha sido perdido porque a veces la cultura que nosotros tenemos es simplemente olvidar aspectos naturales. Son hechos que a veces se olvidan y vivimos en la superficie de la conciencia, y así desarrollamos familias, comunidades, países; todo desde un concepto superficial del pensamiento. Lo que la meditación nos trae es la profundización de la verdadera identidad del ser humano, que sin dudas es espiritual. Y es desde ese lugar, del paradigma de unión, que la fuente para el amor entre los seres humanos se vuelve un hecho muy fácil, y el odio, la ira, la guerra se ven como un hecho realmente infructuoso.

—¿Cómo fue su encuentro con la meditación?

—Desde chico sentía que necesitaba algo más de aquello que veíamos. Siempre me pregunté cómo llegar a un bienestar más allá del que está estipulado por la sociedad. Empecé, entonces, a leer el pensamiento oriental, fundamentalmente textos de la India, y ahí realmente encontré respuestas, por lo que comencé a dedicarme a eso. Conocí personas, gente que viajaba a la India, y así me empapé de esa cultura. Descubrí una fuente de conocimientos que dio respuestas a mis preguntas principales y también a mi bienestar. Desde allí, estudié los textos antiguos, los vedas de la India, hice obras, y luego volví, hace unos años, a Argentina y empecé a enseñar las técnicas de meditación, en cursos, en seminarios. Eso es algo que hoy en día se está volviendo muy popular, lo están haciendo personas de todas las edades.

—Usted habla de bienestar y respeto. Parece haber dos formas de llegar a eso: por un lado consumiendo, obteniendo títulos, trabajando, ascendiendo; y por otro el que dice usted, encontrarse, vaciar la mente. Y estas cosas se contradicen. ¿Cómo llegar al equilibrio?

—Según los maestros de la antigüedad, no se puede vivir en dos mundos. Esto a veces lo expresamos pensando que el cuerpo y la mente se dividen. En un lado, se siente muy exigido, por el otro culpable. Pero no es que nosotros estamos observando dos mundos, sino la integración de lo que es mi mente y mis decisiones concientes, que van creando un mundo bien integrando. Actualmente, el mundo se está entendiendo como una reflexión de conciencia. No estamos viviendo en el mundo sino en mi mundo, la manera en que lo miro me está marcando suficientes memorias dentro de mi mente. O sea, el mundo es un reflejo, una proyección de mi mente. El hombre que no está entrenado piensa que se tiene que excluir, apartarse, alejarse, pero es justamente el mundo el que tiene que verse como una aceptación profunda de quién es él, porque él ha sacado sus partes y las ha vuelto mundo. Nosotros estamos empezando a ver otro mundo por un cambio de conciencia personal. El mundo está cambiando porque yo estoy cambiando, porque yo estoy aprendiendo a mirarlo de otra manera.

—Usted afirma que esto se está volviendo muy popular. ¿Por qué?

—Principalmente porque en este proceso de vivir que ha tenido la humanidad, y que ahora está pasando por tiempos muy especiales de despertar espiritual, la gente está llegando a los finales de muchísimas experiencias que antes eran vendidas o promocionadas, como la felicidad. De manera individual y colectiva todos estamos llegando a comprender que eran conclusiones que hoy podemos liberar y abandonar, y tomar nuevos emprendimientos para nuestro bienestar. Abandonamos algo para aprender algo que se está presentando como nuevo, así que es una búsqueda constante del ser humano: el hombre, tal como el agua, simplemente fluye hacia donde hay un espacio donde puede fluir.