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17 de octubre: Cuando el movimiento obrero ingresa en la historia

"El objetivo de ese día era defender al conductor que por aquel entonces comenzaba a cambiar el nivel de vida de la mayoría de los argentinos"

Emmanuel Bonforti (*)

Implicancias históricas

Seríamos demasiados injustos si pensáramos que la irrupción del movimiento obrero en la historia es a partir de 1945. Lo seríamos con los trabajadores y los sectores populares que resistieron las invasiones inglesas, con los que acompañaron a Juan Manuel de Rosas frente a los imperios anglo-franceses, con los que se opusieron a la política liberal de Bartolomé Mitre, y así podríamos nombrar una serie de hechos que señalan la participación popular en escenarios donde la nacionalidad estaba en juego.

El 17 de octubre es distinto, es que identificamos a un obrero inserto en la modernidad industrial involucrado con sus problemáticas, y además ahora sus consignas son de carácter propositivo.

El objetivo de ese día era defender al conductor que por aquel entonces comenzaba a cambiar el nivel de vida de la mayoría de los argentinos. Detrás de esa defensa también se encontraba un acto de voluntad y autodeterminación. Argentina no podía volver a ser una semicolonia, y en Juan Domingo Perón, en la organización del movimiento obrero se identificaba la posibilidad de fusión entre la cuestión nacional y la cuestión social.

Apuntes de coyuntura

Argentina previa a 1943 era una semicolonia del Imperio Británico. A pesar de la Segunda Guerra Mundial la relación con la metrópoli inglesa no se había modificado.

De ahí los intentos desesperados de la oligarquía liberal de reforzar sus vínculos con la corona durante la década del 30. Pero ya era tarde, Gran Bretaña se ubicaba como lugarteniente imperial de los Estados Unidos.

Este reacomodamiento también se iba a sentir en el corazón de Europa, en Asia y África, el mundo ya no podía ser el mismo. Interpretar los cambios significaba un esfuerzo intelectual y práctico que la oligarquía no estaba en condiciones de realizar. Solamente un conductor con el movimiento obrero, el Ejército y parte de la burguesía industrial, podía asumir esa tarea.

Era necesario comprender un mundo donde “la civilización europea” estaba agotada en sangre y en terror. La Europa de las ideas a la que acudía la intelectualidad liberal ya no era el centro de las respuestas.

Argentina ya nada podía esperar de Europa, era necesario avanzar en un proceso de constitución de un verdadero Estado moderno, planificar la economía, y leer el conflicto social con una mirada que incorpore a todas las partes perjudicadas por el viejo pacto imperial/liberal.

América va en esa línea, cada país haciendo su propia experiencia y con sus tiempos, así aparece Getulio Vargas en Brasil, en Bolivia Víctor Paz Estenssoro, Jorge Eliécer Gaitán en Colombia y Rómulo Betancourt en Venezuela; ensayos de gobiernos nacionalistas que el continente no estaba acostumbrado.

Todas estas experiencias surgían a la sombra del imperialismo norteamericano que comenzaba a acechar la región. En ese marco surgía Perón en nuestro país, enfrentando un mundo que tenía como pronóstico la emergencia de la Tercera Guerra Mundial, el tutelaje de los Estados Unidos y las consecuencias que había generado la Segunda Guerra.

La solución a este escenario de desolador, es la planificación, la organización y la autonomía, la primera en relación a la economía, la segunda en relación al movimiento obrero y todas las fuerzas que conforman parte de la comunidad, único organismo viviente capaz de evitar la anomía y la desarticulación. Por último la autonomía, la decisión de ser un país verdaderamente independiente.

Los días previos al 17 y el plan de la Confederación General del Trabajo (CGT)

A partir de mediados de 1945 el mundo obrero veía una avanzada contra Perón, un intento por frenar la ampliación de derechos sociales y conquistas sectoriales. Es que los obreros, cansados de promesas, priorizaban las realidades materiales sobre el entramado ideológico importado en el cual se apoyaban los supuestos representantes obreros del comunismo o el socialismo.

Para 15 de octubre, más de 20 sindicatos, entre ellos la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (Fotia), se lanzan a una huelga general. La situación no era de total normalidad, el sindicalismo debía tomar partido por un militar, cuestión que para algunos aun generaba dudas. Así, por ejemplo, algunos dirigentes vacilantes en un primer momento deciden apoyar al General Ávalos a condición de negociar determinados beneficios sectoriales.

En relación a estos hechos y a las convocatorias impulsadas desde la CGT, existen controversias en las investigaciones sobre el carácter espontáneo del 17 de octubre o de su organización.

Lo cierto es que el 16 octubre se reúne el Comité Central Confederal y decide por votación declarar la huelga revolucionaria. Entre los puntos que figuraban en el documento se destacan, la condena de la entrega del gobierno a la Corte Suprema y a la oligarquía, exige la formación de un gobierno democrático y, para tal fin, exhorta elecciones libres.

Además, solicita el levantamiento del estado de sitio, y reclama el mantenimiento de las conquistas sociales y la aplicación de la Ley de Asociaciones Profesionales.

Así fue que el movimiento obrero ingresa a la historia el 17 de octubre, su emergencia vino a poner en discusión y revertir conceptos y prioridades.

Semblanzas de Raúl Scalabrini Ortiz del 17 de octubre

Scalabrini Ortiz es sin duda el mejor intérprete de las jornadas de octubre, en su relato se gráfica el mundo obrero la vestimenta de los manifestantes, la procedencia de éstos, el taller, la fábrica, el comercio, la mezcla entre la ruralidad que no se terminaba de morir y la urbanidad que no finalizaba de nacer. Era un mundo homogéneo, pero a la vez de diferencias unidas de en una misma demanda, la libertad del conductor.

Dice Scalabrini, “frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas por pringues, de restos de brea, grasa y aceite”. Era el mundo mestizo que ingresaba en las puertas de la historia, era la lucha del inmigrante europeo, pero también la tradición del criollo desencantado, nórdicos, meridionales, trigueños, el 17 de octubre posibilitó la puesta en marcha de ese experimento argentino tan excepcional.

Así aparecían hombres y mujeres de los cien barrios porteños, pero también de los cordones industriales del Gran Buenos Aires, asimismo se respiraba la presencia de litoraleños, de serranos, de puneños, y de sureños, estaba la nacionalidad reunida en la Plaza de Mayo.

Era la foto de la nación de ese momento, pero también era la parte de una película más larga donde el protagonista encuentra por primera vez un final feliz.

Es que el hombre solo, postulado ideal del liberalismo egoísta, no es sujeto de cambio, no logra revertir el curso de la historia, el liberalismo y el individuo es pura mistificación, purpurina de personajes que caerán en el agujero del olvido. Los grandes cambios se hacen con paciencia, creatividad, voluntad, organización y con la comunidad, es por eso que el 17 de octubre es el ingreso de la clase obrera en la historia nacional.

(*) Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

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