Por: Florencia Fazio
El 2021 será recordado como el año de las nuevas variantes Delta y Ómicron del coronavirus, más contagiosas y que pusieron en vilo otra vez a la población mundial por su rápida propagación, generó nuevas oleadas y obligó a los Gobiernos a reimponer restricciones y ensayar estrategias como la implementación de pasaportes Covid.
A diferencia del año pasado, los casos de coronavirus durante estos 12 meses se triplicaron y pasaron de 91 millones en enero a más de 270 millones acumulados en diciembre.
Los decesos, en tanto, se incrementaron en más de 3,3 millones: de más de 2 millones en enero a 5,3 millones en diciembre. Sin embargo, en términos generales, la tasa de mortalidad tuvo un descenso notorio debido al inicio de las campañas de vacunación en casi todo el mundo.
En total se aplicaron unas 8.600 millones de dosis, aunque muchos países ricos enfrentan a minorías importantes en sus poblaciones que se niega a vacunarse y la mayoría de los países de África y naciones pobres como Haití no pudieron inmunizar ni al 10% de sus ciudadanos por falta de recursos e inoculantes, según el sitio Our World in Data de la Universidad de Oxford.
Con este trasfondo, Sudáfrica informó en noviembre por primera vez un caso de la variante Ómicron y se registró un incremento de casos en el continente del 93% en las primeras semanas de diciembre, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Este escenario, sin embargo, no es nuevo. En junio pasado, mientras la mayoría de los países de Europa comenzaban a flexibilizar las medidas sanitarias, África sobrevivía sin insumos y con el sistema sanitario al borde del colapso.
Durante el primer semestre del 2021, los países europeos estuvieron marcados por una alza en los contagios, hecho que fue atribuido a la aparición de otra variante, la Alfa, hallada por primera vez en el Reino Unido.
El mundo todavía sufría las consecuencias de un 2020 que había terminado con 224 millones de personas en la pobreza extrema, cuando Europa, castigada por la tercera ola, debió reforzar las restricciones una vez más.
Los cierres de negocios y fronteras, reducciones de horario y aforo, y confinamientos parciales volvieron a ser parte de la rutina y suscitaron nuevas protestas, muchas de ellas convocadas por grupos negacionistas y extremistas, como ocurrió en Alemania, y otras, por trabajadores y comerciantes asfixiados por la crisis económica.
En julio, ese malestar sumó un nuevo elemento: la Unión Europea habilitó el llamado pasaporte covid, un certificado que permite a vacunados circular libremente y ser eximidos de algunas medidas sanitarias.
Estados Unidos no se mantuvo al margen del rumbo europeo, pero fue menos estricto: al tiempo que aceleró su campaña de vacunación, hizo obligatorias ciertas prácticas como el uso del barbijo en espacios públicos, y reforzó los requisitos a viajeros.
En términos generales, los países de América Latina también experimentaron aumentos de casos y apelaron a extensión de restricciones, medidas adicionales para viajeros y recomendaciones como el uso de doble barbijo.
Pese a que los gremios médicos reclamaban cuarentena y los docentes, mantener clases a distancia, los devastadores efectos del 2020 convencieron a los Gobiernos de elegir otro camino este año.
Para mediados de mayo los casos en la región comenzaban a ceder, pero la Organización Panamericana de la Salud informaba que casi el 80% de las camas en unidades de terapia intensiva estaban ocupadas por pacientes con Covid-19.
Pero en julio, mientras Brasil y Paraguay anunciaban el retorno del público a los estadios, India superaba la barrera de los 400.000 decesos por un rebrote por la variante Delta -detectada allí en octubre de 2020-, lo que generó récord de casos y la reimposición de restricciones en Asia y Oceanía: Fiyi confinó su población, Irán entró en código rojo y Sri Lanka comenzó a detener a quienes no llevaban tapabocas.
Para septiembre, la jefa técnica sobre Covid-19 de la OMS, Maria Van Kerkhove, aseguraba que la Delta ya era la «dominante en todo el mundo» y que se había reportado en más de 185 países.
Sin dar tregua, el mes pasado en Europa las muertes aumentaron a unas 4.200 por día, duplicando el promedio de 2.100 de finales de septiembre; los casos también subieron en Estados Unidos, con más de 130.000 diarios en las primeras semanas de diciembre; y Corea del Sur está en su peor momento con varios hospitales colapsados.
Cuando estos países aún se debatían qué hacer con sus poblaciones que se negaban a vacunar, una nueva mutación del coronavirus apareció para prender todas las alarmas en el mundo, Ómicron, y según la OMS, «superará a la cepa Delta en los lugares donde hay transmisión comunitaria».