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2022: año de rencuentros, sueños cumplidos y un final con aplauso, medalla y beso

Ya con el pan dulce adornando la mesa navideña y la sidra burbujeando en las copas, nos dejamos envolver por la tentación de los balances para despedir a un 2022 que recuperó la fiesta, el redoble de tambores y la alegría popular

Por Elisa Bearzotti – Especial para El Ciudadano

 

Con las espaldas maltrechas, recibiendo los últimos coletazos de la pandemia de coronavirus, el 2022 sin embargo se anunció promisorio desde un principio: con menos restricciones, revoleo de barbijos, posibilidad de retomar antiguos ritos, compartir mates y abrazar a seres queridos. Y, a pesar de los conflictos que arrecian en la política argentina y provocan la ya redundante montaña rusa de emociones y malestares, el año del mundial de Qatar terminó con fiesta, redoble de tambores y alegría popular. De manera que el viejo hábito que nos atrapa cada diciembre, cuando asumimos sin complejos la tentación de los balances, esta vez se muestra alentador.

Claro que a nivel global las cosas no resultaron tan bien. Apenas la crisis sanitaria disminuyó su virulencia, la invasión rusa a Ucrania volvió a poner en vilo a todos los países de la Unión Europea. Los combates, iniciados el 24 de febrero, sumaron nuevas tensiones y despliegue de fuerzas militares, dando lugar a especulaciones varias sobre el alcance final de la disputa. Entre pugnas para ver quien lograría ejercer el control geopolítico de una región súper estratégica; el debate diplomático actualizando las históricas rencillas entre Oriente y Occidente; las amenazas sobre la posibilidad de iniciar una tercera guerra mundial que – con las armas de destrucción actuales – implicaría una catástrofe planetaria; y la circulación de fake news como novedoso escudo bélico, resultaba muy difícil discernir si el mundo se enfrentaba a un vulgar despliegue de poder o a las puertas del Armagedón tantas veces profetizado. Hoy la historia continúa ya que, sobre el cierre de estas líneas, nos enteramos de la visita que realizó Volodimir Zelenski a su par estadounidense Joe Biden, incitando al vocero de la presidencia rusa, Dmitri Peskov, a afirmar que ni uno ni otro tienen intención de “escuchar a Rusia”, y que Washington lleva a cabo en Ucrania “una guerra indirecta” contra Rusia. Es decir, el conflicto que cumplirá 10 meses durante las horas de la nochevieja, está lejos de aminorar su escalada y probablemente nos seguirá provocando dolores de cabeza el próximo año. Luego, el descubrimiento de al menos 50 personas muertas dentro de un camión abandonado al costado de una ruta en la ciudad de San Antonio, Texas, reactualizó el debate sobre los migrantes y los riesgos que supone ir en busca del “american dream”, al igual de lo que viene sucediendo sobre las oscuras costas italianas y españolas, donde el conteo de cadáveres flotando en el mar ya es una triste realidad cotidiana.

Pero, para demostrar que no sólo nos ocupamos de hechos luctuosos y catástrofes planetarias, desde estas crónicas nos permitimos incursionar en los monólogos de Dave Chappelle y Ricky Gervais, dos artistas de stand up que se atreven a borrar de un plumazo la “corrección política” para desafiar los buenos modos discursivos, dando pie a una hilaridad sin complejos ni mascaradas. También nos enfrentamos a los desafíos que supone la digitalización en la vida cotidiana (algo que ya no tiene vuelta atrás) y -a caballo de la revolución tecnológica- abordamos dos temas súper actuales, como son la circulación de noticias por carriles no convencionales y los males que acarrea esta modalidad (fake news y posverdad), como así también la necesidad de una nueva alfabetización para el abordaje de las narrativas digitales ya que, además de signos lingüísticos, debemos aprender a utilizar gráficos, memes, fotos e imágenes… y todo en tiempo real.

Por otra parte, el ADN escondido en estos relatos nos hizo ir en busca del espacio para la reflexión. Por eso, hablamos del ecocidio provocado por los incendios en las islas del Paraná; de la crisis alimentaria planetaria inducida por la guerra en Ucrania y los cuestionamientos éticos que implica; de las inservibles Cumbres climáticas que no logran avanzar en el cuidado del planeta; del gobierno de los ricos y la distancia galáctica entre los funcionarios y las necesidades populares; y del largo trecho que aún falta recorrer en cuánto a los derechos de las mujeres y las minorías. Por eso, en varias ocasiones nos ocupamos de reflejar la conmoción mundial generada por el asesinato de Mahsa Amini en manos de la “policía de la moral” iraní que desató una ola de protestas (que no cesan) y contabilizan actualmente cerca de 14.000 detenidos y 469 manifestantes muertos, de acuerdo a la ONG Iran Human Rights (IHR), mientras que el gobierno ya anunció 11 condenas de muerte por implicación en las marchas, entre ellas la del futbolista profesional Amir Nasr-Azadani, de 26 años, acusado de “estar enemistado con Dios”.

Y luego llegó el mundial de Qatar, que nos hizo padecer como pocos pero que finalmente cumplió con la promesa de traer alegría a millones de argentinos que se lanzaron a las calles, esta vez, por buenos motivos. Claro que en estas crónicas nos enfocamos en otros aspectos, más allá de los meramente deportivos, como la inequidad en el tratamiento de las mujeres, disidencias y comunidad LGBTQ+; los sobornos fatalmente descubiertos que permitieron a Qatar ser parte de un negocio de dimensiones gigantescas, mientras se mantenía a los trabajadores a cargo de la construcción de los estadios en condiciones paupérrimas; y a la “exclusividad”  como “privilegio o derecho por el que una persona o entidad pueden hacer algo prohibido a los demás”, para explicar porque los derechos humanos se encuentran en franco retroceso en el mundo islámico; además de dar cuenta de que 533 periodistas (entre ellos 78 mujeres) permanecen prisioneros en distintas cárceles del planeta y 57 fueron asesinados durante el 2022, según un reciente informe de la ONG internacional “Reporteros sin Fronteras”.

Claro que hoy, con el pan dulce adornando la mesa navideña, la sidra burbujeando en las copas, y el corazón rebosante de gozo por la gloria conseguida, es momento de dar vuelta la página y atrevernos a un brindis sincero donde nos auguremos amor, dicha y esperanza para el próximo año. Porque de eso se trata la vida, Ying y Yang y su fluidez permanente… las distintas formas que asume el amor para manifestarse: a veces una bomba destructiva, otras un niño judío naciendo en un pesebre y dando inicio a una narrativa inmutable sobre la bondad. Ante tanta inconsistencia, sólo nos queda sentarnos “a un lado del camino” y observar el sol que se va poniendo en el horizonte, mientras las palabras dejan de brotar y el presente nos envuelve, como antaño, con su clásico manto de besos pegoteados y manitas abiertas. ¡Au revoir! ¡Te esperamos con los brazos abiertos 2023! Chin chin.

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