“Lo volvería a hacer”. Así se llama la muestra de fotos inéditas y artículos de época que José Ángel Ferreyra guardó –y de a ratos escondió– durante 60 años de todos los golpes de Estado que destrozaron el país durante la segunda mitad del siglo pasado. Y el título no es caprichoso sino que es precisamente lo que piensa: Ferreyra era un joven de apenas 20 años en 1951, cuando con otros tres muchachos como él hicieron una proeza: en representación de la CGT “y del pueblo” de Rosario, se fueron desde el parque Independencia a Buenos Aires, caminando. Y lo hicieron nada más y nada menos, que para pedir la reelección del presidente Juan Domingo Perón. “Sostiene Ferreyra”, podría llamarse también lo que el protagonista de aquella historia hizo durante el fin de semana en el Restó Bar El Justicialista. Allí, aquel pibe, que hoy carga con 80 años a cuestas y es el único de los cuatro protagonistas de aquella historia que permanece con vida, contó lo que hizo y por qué lo hizo. Y también por qué “lo volvería a hacer”.
Siete días tardaron los cuatro jóvenes en llegar a Buenos Aires, en un trayecto que en mayo de 1951 no se parecía en nada al de hoy. Pero tuvieron su reconocimiento: cuando llegaron, cuenta hoy Jorge Ferreyra, hijo de José Ángel, no los recibió “el General” porque la agenda se lo impedía, pero sí lo hizo su esposa, María Eva Duarte de Perón. “Tenían turno para que Evita los atendiera a las 12 del mediodía. Lo hizo a las 12 de la noche. Después se supo que ese día ella trabajó hasta las 4 de la mañana del día siguiente: algo extraordinario”, recuerda.
Y también cuenta que una de las cosas que le preguntó Evita a su padre es si tenía trabajo. La respuesta fue: “No”. Y relata que entonces Evita, titular de la Fundación que llevaba su nombre, revisó de dónde venía y qué obras se estaban haciendo allí. Y que después ella misma le extendió una carta firmada con las letras «EP»: la tenía que entregar en la CGT. “Entonces mi padre tuvo su primer y único trabajo: estuvo desde el 2 de julio de 1951, hasta que se jubiló”, cuenta José Ángel. El trabajo era en una monumental obra que por entonces se había comenzado a construir: el Hospital y Hogar Escuela de Granadero Baigorria. Ferreyra padre comenzó a trabajar como “apuntador” en la obra, y no tardaría mucho en mudarse con su familia a Baigorria. Y allí mismo se jubilaría, cuenta su hijo, 36 años después: antes de tiempo, por una lesión cardíaca. “Hizo todo tipo de trabajo ahí. Y se retiró como «mayordomo»”.
Pero ya desde el vamos la cosa no era fácil. Ferreyra llevaba apenas poco más de dos meses y medio trabajando cuando se lanzó la primera asonada contra el gobierno de Perón. La comandaba un general con un apellido de trágico eco en la historia: Benjamín Menéndez, padre del general Luciano Benjamín Menéndez, hoy condenado a prisión perpetua por graves violaciones a los derechos humanos en la última dictadura.
Un cuarto de siglo antes del último golpe de Estado, exactamente en la mañana del 28 de septiembre de 1951 raudos aviones dejaron caer parvas de papelitos escritos. “¡Argentinos! Una vez más –¡ojalá sea la última!– las Fuerzas Armadas deben hacer momentáneo abandono de sus tareas específicas, en salvaguardia de los más sagrados intereses de la Nación conculcados por un gobierno que, a través de una prédica demagógica y de permanente engaño, no ha trepidado en llevar a la Nación a una quiebra total de su crédito, interno y externo, tanto en lo moral y espiritual como en lo material”, arrancaba la proclama de Menéndez padre.
Las intenciones estaban claras: “Por lo expuesto, he resuelto asumir hoy ante el pueblo de mi Patria la extraordinaria responsabilidad de encabezar un movimiento cívico-militar, que por sintetizar un sentimiento casi unánime deberá conducirnos, indefectiblemente a dar término a una situación que no puede ya ser sostenida ni defendida”, continuaba la proclama del general Menéndez.
Y le erró: cientos de miles de trabajadores se movilizaron en todo el país para sostener al gobierno y el intento pudo ser sofocado. Y entre los manifestantes estaba, precisamente, Ferreyra: los camiones de obra que habían entrado con tirantes, ladrillos y fierros al predio de Granadero Baigorria salieron con enardecidos obreros que marchaban a defender a Perón y Evita. Y las fotos que guardó Ferreyra y que ahora muestra, como la que ilustra esta página, dan cuenta de la movilización. Además de la muestra, una yapa: los Ferreyra son amigos de un eximio bandoneonista baigorriense. Y el Cholo Montironi, que de él se trata, musicaliza un corto en el que Ferreyra recuerda lo que hizo, movido sólo por una “lealtad” que aún hoy mantiene intacta.