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Caso Suppo: “Queremos aportar visibilidad”

Paula Kuschnir, directora del documental “Silvia”, sobre el que trabajó junto con Wayruro Comunicación Popular, dio detalles del film que tiene como objetivo reconstruir la vida de Silvia Suppo, víctima y testigo en causas de crímenes de lesa humanidad. El film se proyectará el miércoles, en el Cine Arteón

Con el objetivo de “reconstruir a Silvia Suppo en su dimensión de madre, mujer y amiga, en su carácter político y en su sensibilidad, para dar a conocer su causa”, la documentalista santafesina Paula Kuschnir dio a luz a Silvia, un trabajo encarado por el grupo Wayruro Comunicación con el apoyo del Incaa acerca del caso de esta rafaelense que en su juventud fue militante encarcelada por la dictadura cívico-militar, más tarde liberada, víctima y testigo en causas de lesa humanidad y poco después asesinada, supuestamente por simples asaltantes. El film pudo verse en la ciudad el miércoles pasado en una función especial que contó con la presencia de la directora; esta semana, también el miércoles, el film volverá a proyectarse a las 21 en Arteón (Sarmiento 778).
Suppo fue secuestrada en mayo de 1977 y llevada al centro clandestino de detención conocido como “La Casita”, que se encontraba en la localidad de Santo Tomé. Allí, los represores la sometieron a torturas y reiteradas violaciones, quedó embarazada en cautiverio y María Eva Aebi, integrante del servicio penitenciario provincial, le practicó un aborto.
Recuperó la libertad a fines de 1978, gracias a la intervención de sectores vinculados a la Iglesia católica, y en especial de Jorge Casaretto, quien entonces oficiaba como obispo en Rafaela.
Durante años, Suppo se dedicó a forjar la memoria en su comunidad con respecto a los crímenes contra la humanidad que se cometieron durante la dictadura cívico militar.
En 2009, Silvia declaró en el primer juicio de lesa humanidad que se llevó a cabo en la ciudad de Santa Fe y su testimonio permitió las condenas del ex juez federal Víctor Brusa y de los policías Héctor Colombi, Juan Perizotti, Mario Fancino, Eduardo Ramos y la carcelera Aebi.
Brusa fue juzgado por su actuación como funcionario judicial en la dictadura, es decir, antes de ser nombrado juez federal durante la presidencia de Carlos Menem, y fue condenado a 21 años de prisión por coautor de los delitos de “privación ilegítima de la libertad agravada por violencias, amenazas e imposición de tormentos”.
Gracias al testimonio de Silvia, Brusa se convirtió en el primer magistrado en recibir una condena por lesa humanidad, al quedar acreditado que presenciaba torturas y les tomaba declaración a los detenidos que se encontraban en los centros clandestinos de detención.
Cuatro meses después de la condena a Brusa, Suppo supuestamente fue sorprendida en su comercio por dos menores que tras asaltarla la habrían apuñalado hasta morir.
“Soy muy amiga de Marina, la hija de Silvia”, comienza diciendo Paula Kuschnir. “Yo estaba viviendo en Jujuy cuando se dio el asesinato, y como integrante de un colectivo audiovisual del noroeste argentino (NOA), Wayruro Comunicación Popular, teníamos casi la obligación de contar esta historia: teníamos que hacerlo porque era un compromiso y una decisión ética de todo el grupo”, dijo dando a conocer las razones por las que llevaron a cabo Silvia, un material que comenzó como un video breve, de denuncia. “Cuando pasó un año y el Espacio de Verdad y Justicia por Silvia Suppo entendió que no había investigación profunda ni intervención de la Justicia local o provincial, nos propusieron sintetizar todo lo que había sucedido hasta el momento en un corto”, relató.
Y así fue. El objetivo: “Había que contar la causa de Silvia Suppo para instalarla. Pero no nos alcanzó. Enseguida entendimos que teníamos que darle más lugar a la historia y a la vida de nuestro personaje, a contar la hipótesis del crimen político, pero también a mostrarla a ella en todas sus dimensiones, más allá de su muerte trágica. Me propuse correrla del expediente, de la causa y el dato duro para que se despegue de lo meramente investigativo y poder acercarla, es decir empatizar con su vida”, contó la realizadora quien aseguró haber querido mostrar a Silvia como una mas “no una heroína ni una tirabombas, sino una mina gigante por su simpleza y perfil bajo: en eso reside su coraje, su grandeza”.
“No obstante, tratamos de ser muy fieles a la historia –aclaró– y a los datos fuertes, porque hay muchísima información y debíamos ser claros y contundentes para lo cual no podíamos, al menos eso sentí yo, tomarnos tantas licencias”.
Después de un arduo trabajo de relevamiento de información, un “trabajo de hormiga”, como describe Kuschnir, en el que consiguieron materiales que ni siquiera sabían que existían; el documental estuvo terminado y “logró generar más preguntas respecto de la causa y de la Justicia en Rafaela y en la provincia. Quedaron expuestas muchas situaciones donde uno como espectador puede sacar sus propias conclusiones sobre, por ejemplo, cómo operan los poderes en esta ciudad. Queremos que aporte visibilidad a la causa, que se instale y se conozca a Silvia Suppo para que salga del anonimato y la oscuridad, de ser una muerta en democracia, mujer estigmatizada, doblemente víctima. Que se haga justicia, que sus hijos y familiares, abogados y amigos puedan encontrar paz, que se convierta en un documento para denunciar”.

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