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Lo condenaron a una década en prisión por crimen en un célebre pasillo de barrio Saladillo

El 30 de junio de 2018 en el entretiempo del partido entre la Selección Argentina y Francia, Tato Insaurralde fue asesinado en su casa de pasillo de Dinamarca 555 bis, un lugar de repetidos ataques en los últimos años. Dos amigos fueron heridos. Este martes un joven de 26 años aceptó responsabilidad

Un joven de 26 años fue condenado este martes a la pena de 10 años y 8 meses de prisión al aceptar su responsabilidad, en el marco de un juicio abreviado, por un crimen y dos intentos de asesinato ocurridos en julio de 2018 en la zona sur, más precisamente en un pasillo que es repetido blanco de balaceras y asesinatos. Alternativa al juicio oral, el acuerdo –como es de rigor– fue presentado por la Fiscalía y la defensa del acusado, con el visto bueno de las víctimas y fue aprobado por un juez de primera instancia.

Dinamarca al 500 bis, en los arrabales de Saladillo, es una cuadra pintoresca con casas típicas de un barrio de laburantes. En los últimos años, el pasillo ubicado al 555 bis se ganó varias menciones por hechos de sangre. Entre los más destacados se encuentra el ataque a tiros a una familia ocurrido en marzo de 2017, por el cual las víctimas decidieron mudarse a otra provincia. En abril de 2018 allí fue asesinado Cristian “Moco” Reynoso, un íntimo amigo de Claudio “Pájaro” Cantero, fallecido líder de la banda los Monos. Además en ese pasillo de tres viviendas supo vivir Brandon “Gordo” Bay, notorio convicto acusado de liderar la banda Los Gorditos, gavilla violenta desde hace tiempo en el tapete por una saga de homicidios en el Cordón Industrial. En abril de 2020 una ráfaga de plomo contra ese lugar alcanzó en un brazo a una chica de 19 años y a fin de año fue allanado.

Gonzalo “Tato” Insaurralde, un hombre de más de 30 años, se sumó a ese listado como víctima fatal. Hacía menos de un año que había comprado la primera vivienda del pasillo, donde se mudó con su familia luego de que otro grupo familiar decidiera que era mejor irse de allí.

El 30 de junio de 2018, en el marco de la Copa Mundial de fútbol que se disputó en Rusia, Insaurralde había invitado a dos amigos a ver el duelo de octavos de final de la Selección Argentina y Francia, ocasión en que la albiceleste cayó 4-3 y se despidió del certamen. Era cerca del mediodía y antes de que comenzara el segundo tiempo, el conductor de un Peugeot 206 anaranjado y con vidrios polarizados estacionó en la cortada. Dos hombres bajaron y sin escollo alguno entraron al pasillo y desde allí rociaron de balas a los tres amigos.

Insaurralde murió en el acto producto de un tiro en la cabeza y otro en el pecho; César, uno de sus amigos, recibió varios disparos y sobrevivió con graves consecuencias que lo tienen a maltraer hasta estos días, mientras que Franco, el tercero, sufrió un impacto en una mano. Los agresores huyeron a toda velocidad por Dinamarca y tomaron por Checoslovaquia, dejando al vecindario conmocionado.

Lo mataron mientras miraba el partido con amigos

El legajo de la fiscal de Homicidios Georgina Pairola se nutrió de varios testimonios recolectados por la cuadra, de una de las víctimas que sobrevivió, de personas que supieron vivir allí, entre otros elementos que aportaron contexto pero acaso no revelaron un posible móvil del ataque, ni si Insaurralde era el blanco original o alguno de sus amigos. Sí el expediente deja entrever, por lo señalado por testimonios de vecinos, que existía una bronca de gente que vivió en el pasillo con una banda narco de la zona.

El día del hecho ninguno de los vecinos que consultó El Ciudadano habló mal del hombre asesinado. Lo mentaron como un hombre trabajador que había llegado al pasillo hacía unos meses y que siempre estuvo dispuesto a hacer favores. La mayoría de los presentes, mientras consolaba a la esposa de la víctima, afirmó que los atacantes: “Se equivocaron. El tipo no tenía nada que ver”. Nadie dejó de mencionar, sin embargo, que esa casa ya había sido escenario de violencia, la que vincularon con la actividad de una mujer y sus hijos, que ya se habían mudado. “La cuadra a la noche es un ir y venir de remises”, dijo una vecina. Una referencia implícita al negocio del narcomenudeo.

El único detenido y ahora condenado por el homicidio y las tentativas es Lucas Ricardo González, un joven de 26 años sin condenas previas que fue aprehendido a pocos minutos de ocurrida la agresión, a unas diez cuadras de distancia. Las circunstancias fueron bastante atípicas. Una pareja de policías que había recibido el alerta del 911 con los datos del auto utilizado en el ataque vio un Peugeot 206 de esas características estacionado a la sombra de los monoblocks del barrio Municipal de Grandoli y Lamadrid.

Según dejó asentado uno de los uniformados, el motor del auto estaba caliente y un grupo de personas se acercó a ver qué pasaba. Entre ellas estaba González, que se identificó como dueño del vehículo. Desde entonces está detenido. González fue imputado en julio de 2018 y en diciembre de ese año le ampliaron la acusación por los resultados positivos de un dermotest sobre su mano derecha.

Además la labor de la defensora Gabriela Valli y los testigos que procuraron desincriminarlo, un grupo de personas que miraba el partido en un playón del Fonavi, no fueron suficientes para desligarlo. “Durante el entretiempo no ha sido cabalmente afirmada la presencia de González en el lugar”, dice el acta de procedimiento abreviado homologada por el juez Hernán Postma que lo condena a más de una década en prisión.

También un informe realizado a partir de grabaciones de cámaras de seguridad concluyó que “existe una alta probabilidad de que el auto incriminado descripto por testigos captado por las cámaras y el auto secuestrado sean el mismo”.

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