Télam
Lejos de los escenarios debido a su avanzada edad, Mariano Mores falleció a los 98 años hace un lustro -el 13 de abril de 2016- sin dejar de ser objeto de sentimientos encontrados entre los cultores del tango, que podían ir desde una admiración pasional a la mirada escéptica que suelen sufrir por intentar lo novedoso.
Es que Mores se dividió en tres actividades: fue pianista y director de orquesta, compositor y un decoroso actor de cine; en lo primero, introdujo formas sonoras que molestaron a los puristas y en lo segundo fue perjudicado por los enormes letristas que le tocaron en suerte.
Si bien el nombre del compositor se cita siempre antes que el del letrista al enunciar un título, él tuvo el sambenito de haber trabajado para Enrique Santos Discépolo («Uno», «Cafetín de Buenos Aires»), Homero Manzi («Una lágrima tuya»), José María Contursi («Grisel», «En esta tarde gris», Cátulo Castillo («La calesita», «El patio de la Morocha»), enormes poetas que dejaron sus palabras en el oído popular.
Tuvo sí asuntos que fueron reconocidos como suyos como «Adiós pampa mía», compuesto junto a su padre artístico Francisco Canaro; «Cuartito azul» con Mario Batistella en la letra, «Por qué la quise tanto» con Rodolfo Taboada, las milongas «Taquito militar» y «El firulete» y el intenso «Tanguera», síntesis de su particular estética.
En el cine tuvo su gran protagonismo en !Corrientes… calle de ensueños!, rodada en 1949 sobre un pianista provinciano que llega a la «calle que nunca duerme» y de paso se enamora, y ese mismo año filmó La doctora quiere tangos, con Mirtha Legrand.
Apareció en otras películas, pero ya interpretándose a sí mismo como Buenas noches, Buenos Aires (1964) o Sucedió en el fantástico Circo Tihany (1981). También actuó en TV con Legrand en M ama a M, por el viejo Canal 7, y con los suyos en La familia Mores (1967).
El apellido Mores, adoptado por quien antes era Mariano Alberto Martínez, es el resultado de su asociación artística con el dúo Hermanitas Mores, integrado por Margot y Myrna Mores, en 1936, a las que apoyaba como pianista en sus actuaciones radiales; con la segunda se terminó casando.
Nacido en el barrio porteño de San Telmo en 1918, fue hijo de una pareja fanática del tango que se anotaba en cada concurso que hubiera y un abuelo flautista que insistía para que el chico estudiara algún instrumento musical y se transformara en un artista mayor.
En 1928 se recibió de profesor de teoría musical, solfeo y armonía en el conservatorio D’Andrea y, en 1929, con la troupe familiar instalada en España, el futuro autor de «Uno» obtuvo una beca en la Universidad de Salamanca para perfeccionarse como pianista clásico cuando aún se lo veía como niño prodigio y era llamado «Marianito».
Se presentó en algunos escenarios y en radios como «Lolo, el compositor relámpago», capaz de improvisar un tema a partir de lo que el público le solicitaba, pero la cercanía de la Guerra Civil hizo que el personaje quedara en el olvido y que la familia volviera a la Argentina en 1936, donde al joven artista le esperaba un mundo inesperado.
La prematura muerte de su padre -un hombre culto y melómano- lo obligó a conchabarse como pianista en el café Vicente, de Corrientes y Carlos Pellegrini, desaparecido durante la ampliación de la avenida 9 de Julio.
Por ese entonces, con apenas 18 años, compuso la música de «Gitana», sobre letra de Luis Rubinstein, titular de la Primera Academia Argentina de Interpretación, donde se había inscripto para empaparse de la música local y lugar donde conoció a su futura esposa Myrna y a su cuñada Margot.
Gracias a ese romance nació su primer tango, «Cuartito azul» (1938), con letra de Mario Batistella, ya que hablaba de la pieza de soltero del músico, en Terrada 2410, Villa del Parque -hoy museo-, pintada por él mismo con cal coloreada con azul de lavar, un elemento de limpieza muy popular entonces.
Junto a las Hermanitas Mores y algunos músicos amigos formó la Orquesta Típica Marianito Mores, que traspasó a ritmo de tango algunos títulos del japonés Masao Koga, se presentó en Radio Belgrano y grabó discos, lo que entre otras cosas lo hizo entrar en tiempos de gran bonanza económica.
Ya separado de las hermanas, que abandonaron el canto y se dedicaron a sus vidas maritales, Marianito conoció a Francisco Canaro -quien ya era una superestrella del tango en el país y el exterior a partir de su estadía europea, a través de su amigo Rodolfo Sciammarella- y poco después se integró a su orquesta.
Canaro agregó un piano al que ya tocaba Luis Riccardi, nombró a Marianito al frente del coro y le pagó un sueldo de estrella, a pesar de que el director uruguayo no era conocido por su generosidad, pese a la enorme fortuna que había ganado en su carrera.
Con Canaro cimentó lo que fue su concepto de orquesta típica de aires sinfónicos, que lo colocó en cierta vereda opuesta, tanto frente a las agrupaciones tradicionales como a las vanguardias que empezaban a nacer, con Astor Piazzolla u Horacio Salgán como representantes notorios.
Admirado por el presidente Juan Domingo Perón, fue uno de los primeros artistas populares en actuar en el escenario del Teatro Colón -otros eran Alberto Castillo, Hugo del Carril, Nelly Omar, Antonio Tormo- lo que alarmó a las clases altas que solían concurrir allí como un reducto privado, y destacado por Evita, quien señalaba al tango «Uno» como uno de sus preferidos.
Su milonga «Taquito militar», que homenajeaba a un ministro del gobierno, fue estrenada en el Colón en 1952, con enorme repercusión popular, pero la caída del peronismo en 1955 frustró la formación de otra Orquesta Sinfónica Nacional, dedicada exclusivamente al género popular, al tiempo que cambiaba su nombre Marianito por Mariano.
La figura de Mariano Mores no pasó inadvertida en la escena del tango, su estilo estridente como pianista y su idea de trasladar al terreno porteño la imagen del music hall le deparó muchos detractores dentro del ambiente y quizá esa misma polémica explicó su popularidad.