El gobierno japonés oficializó esta semana su decisión de verter al océano Pacífico el agua contaminada de la accidentada central nuclear de Fukushima, en un paso concreto más de un procedimiento que encuentra una fuerte oposición interna y quejas de otros países dentro y fuera de la región. Cerca de un millón de métros cúbicos de agua están almacenados en unos mil tanques cisterna en el lugar donde funcionaba la central, en el noreste del país. El agua contenida es de lluvias, de napas subterráneas y de las inyecciones para enfriar los núcleos de los reactores que entraron en fusión el 11 de marzo de 2011, cuando a un terremoto le siguió una ola de 14 metros que provocó un accidente nuclear de nivel 7, el máximo en la escala internacional. Desde entonces el agua fue filtrada varias veces para eliminar la mayoría de las sustancias radioactivas que contenía, pero no el tritio un atomo de hidrógeno que forma agua pesada al combinarse con oxígeno. “El vertido de un millón de toneladas de agua contaminada en el mar supone un riesgo considerable para el pleno disfrute de los derechos humanos de las poblaciones afectadas dentro y fuera de las fronteras de Japón», advirtieron expertos independientes nombrados por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Tres relatores especiales elevaron su preocupación al gobierno japonés debido a las posibles amenazas para la salud humana y el medio ambiente que pueden derivar del vertido de agua radiactiva en el océano Pacífico.
«La decisión es muy preocupante, dadas las advertencias sobre el efecto de tal vertido en la vida de tantas personas y en el medio ambiente en general. Llega tras años de debates y preocupaciones planteadas por las comunidades locales, en particular la comunidad pesquera, que ya se vio gravemente afectada por el desastre de 2011, las ONG medioambientales, los países vecinos y la sociedad civil”, explicaron.
Dentro de poco, la capacidad de almacenamiento quedará saturada, por lo que las autoridades japonesas evaluaron varias soluciones en los últimos años.
A principios de 2020, expertos contratados por el gobierno japonés recomendaron tirar el agua al mar, algo que ya se hace en otras instalaciones nucleares en funcionamiento, tanto en Japón como en otras partes del mundo.
Sin embargo, esta opción, que se habría tomado en detrimento de otras como la evaporación o el almacenamiento a largo plazo, que es lo que reclaman organizaciones como Greenpeace, también es resistida por pescadores y los agricultores locales, que temen que sus productos se degraden todavía más.
La vecina Corea del Sur, que prohíbe la importación de productos marinos de Fukushima, también declaró su preocupación por las posibles consecuencias medioambientales que pueda tener la operación.
Tras la decisión de Tokio, la operadora de la planta comenzará con los preparativos técnicos para canalizar hacia el mar el agua almacenada. Está previsto que la operación se inicie no antes de 2023.
Los vertidos controlados de agua o vapor de agua con tritio procedente de centrales nucleares son habituales, dicen expertos. Tokio marca que en la última década países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, China y Corea del Sur lo vienen haciendo, y que incluso operan con concentraciones de tritio mayores que las previstas en Fukushima.
Agujero en el Pacífico
A poco de haberse cumplido una década del accidente nuclear, la central se encuentra en la primera fase de su proceso de desmantelamiento, con el retiro de combustible de los reactores menos afectados. Es una larga y costosa operación que está previsto que concluya entre 2041 y 2051.
El agua es tratada con un Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés), para eliminar la mayoría de las sustancias radiactivas, pero no el tritio, que no se puede filtrar con las técnicas actualmente disponibles.
El tritio es un isótopo radiactivo del hidrógeno generado por los reactores nucleares de fisión. También se genera de forma natural en la atmósfera, y va a parar a los drenajes de agua de lluvia o al agua potable.
Se considea peligroso para la salud en dosis muy altas, según los expertos. Se desintegra en un 50% tras unos 12 años, emitiendo radiación beta de baja energía.
En concentraciones bajas similares a las existentes en la naturaleza, representa un nivel desestimable de radiotoxicidad. Y Japón remarca que los niveles de este elemento en el agua que se verterá al mar serán cuarenta veces inferiores al tope legal establecido en el pais asiático para agua potable, y siete veces menos que el máximo fijado por la Organización Mundial de la Salud.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) también defendió la solución de que el agua sea expulsada al mar. Pero Greenpeace y otras organizaciones sostienen que el agua de Fukushima también contiene otros elementos radiactivos como el carbono 14, con el riesgo de entrar en la cadena alimentaria y dañar el ADN si las dosis se acumulan a largo plazo.
El día fatídico
El accidente ocurrió el 11 de marzo de 2011, cuando se produjo un terrremoto en el fondo del mar, a 32 kilómetros de profundidad y a 130 kilómetros de la costa, que duró unos seis minutos. El fenómeno provocó olas de hasta 40 metros que dejaron unas 16 mil víctimas fatales. Y uno de los tsunami fue hacia la planta nuclear de Fukushima, operada por la empresa Tokyo Electric Power Company que tenía seis reactores construidos entre 1971 y 1979.
Al detectar el terremoto, los reactores activos apagaron automáticamente sus reacciones de fisión. Pero el suministro de electricidad falló y los generadores de emergencia comenzaron automáticamente a funcionar.
Unos 45 minutos después del evento, una ola de 14 metros atravesó el dique de contención de la planta de solo 5,7 metros e inundó los terrenos y la planta, destruyendo los generadores de emergencia. El accidente continuó con el derrame de refrigerante, reacciones atómicas y liberación de contaminación radiactiva.
En los días posteriores al accidente, la radiación emitida a la atmósfera obligó al gobierno a declarar una zona de evacuación cada vez más grande alrededor de la planta, que culminó en una zona de evacuación actual con un radio de 20 kilómetros.
Grandes cantidades de agua contaminada con isótopos radiactivos fueron liberadas en el océano Pacífico durante y después del desastre. Desde entonces la empresa operadora construyó muros a lo largo de la costa, y un dique de tierra congelada para interrumplir el flujo de agua contaminada, y las instalaciones de almacenamiento que ahora se decidió comenzar a vaciar.
Se trata de agua marina empleada para refrigerar los reactores dañados tras las fusiones parciales de núcleo provocadas por el terremoto y el tsunami de 2011, y que queda contaminada de isótopos radiactivos. A esta agua se añade la que se filtra desde el subsuelo hacia las instalaciones nucleares y también resulta contaminada.