Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
A partir de los acontecimientos de estos días, vino a mi memoria la letra de una conocida canción del grupo Vox Dei, entonada en nuestra dulce adolescencia, sin quizás tener cabal conciencia de la consistencia de sus líneas. “Buenas y malas son, cosas que vivo hoy”, repetía Ricardo Soulé con su inconfundible voz quebrada, allá por los 70, pintando sin saber un retrato de este tiempo, tan confuso. Sí, porque junto a la esperanzadora noticia que se conoció ayer sobre la fabricación de vacunas Sputnik V en Argentina, aparece la creciente circulación del virus que hace subir la curva de contagios, y ha provocado más restricciones a nivel nacional, y a partir de ahoratambién en la provincia de Santa Fe.
Finalmente, y a pesar de la resistencia, tanto de la ciudadanía como de los funcionarios, el gobernador Omar Perotti debió anunciar la limitación de la circulación de vehículos particulares a partir de las 20.30, además de la suspensión de los torneos deportivos durante los fines de semana, y las actividades culturales y religiosas, al menos por 14 días. Los bares y restaurantes, en tanto, continuarán con su habitual horario de cierre a las 23 y habrá una tolerancia hasta las 24 para que se retiren los comensales. La buena noticia es que, al menos en principio, se mantendrá la presencialidad en las aulas.
Ya antes, el ex ministro de Salud de la provincia Miguel Ángel Cappiello, integrante del comité de expertos que asesora al gobernador, había advertido: “Estamos en momentos muy críticos y los investigadores del Conicet dicen que el pico va a llegar recién el 20 de mayo”. Entonces, no queda más que “acomodarse el poncho” y apurar el trago amargo del encierro: las camas de los centros de salud públicos y privados están al tope, y se corre el riesgo, al igual que al principio de la pandemia, de saturar el sistema. Sólo que ya pasaron casi 400 días y el agotamiento se trasunta en todos los rostros… y en todos los bolsillos.
En este sentido, el anuncio brindado por los Laboratorios Richmond sobre la elaboración en la Argentina del primer lote de la vacuna rusa contra el coronavirus Sputnik V, proyecto que se dio a conocer con el nombre de V.I.D.A (Vacuna de Inmunización para el Desarrollo Argentino), resultó una fuente de esperanza, y una posibilidad cierta de contar con un resguardo sanitario frente a la creciente demanda internacional de vacunas contra el coronavirus. Claro que los responsables se apuraron a explicar que la producción recién estará lista para fin de año, que su fabricación se debe a “un acuerdo entre privados” facilitado por el gobierno, y que el Estado deberá comprar las dosis debido a que “no hay nada escrito” que obligue a Richmond a destinar toda la producción en el país. Más bien, de acuerdo al comunicado emitido, “la vacuna producida en la Argentina podrá, luego, ser exportada a otros países de América Central y América latina”.
Marcelo Figueiras, presidente del laboratorio que sumó capitales de distintos inversionistas por un total de 90.000.000 dólares, detalló: “Este desarrollo nos va a permitir construir una de las plantas más modernas de la región, algo que va a sumar al perfil científico y tecnológico para exportar, y estar preparados para los próximos problemas que puedan aparecer. Es parte de la recuperación sanitaria del país y constituye una herramienta clave para futuros eventuales azotes epidemiológicos, más allá de aportar a una industria de gran valor agregado que tiene mucho para darle al mundo”.
Quizás por eso la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, manifestó cierta cautela ante los anuncios y señaló que se siguen “buscando más y mejores oportunidades” para sumar vacunas para la Argentina, pero hay “que ser prudentes”, dada “la complejidad del proceso de producción” de estos fármacos. Por estas horas, las dosis ya producidas en la provincia de Buenos Aires, unas 21.000, están siendo sometidas a un control de calidad por el centro moscovita Gamaleya, y se prevé que el laboratorio pueda generar cerca de 1 millón de vacunas en junio próximo, con la posibilidad de subir la cantidad hacia fines de diciembre.
Mientras tanto, la capital del país está siendo escenario de una pelea política y mediática de proporciones inusitadas debido al decreto del gobierno nacional que suspende las clases presenciales en el área metropolitana de Buenos Aires. Mediada por órdenes y contraórdenes judiciales, la decisión de Horacio Rodríguez Larreta en cuanto a asegurar la presencia de los niños en las aulas se mantuvo inalterable, y este miércoles la mayoría de las escuelas porteñas abrió sus puertas. Con “cacerolazos” incluidos, la trastienda de esta decisión política muestra además la intención de debilitar la figura de Alberto Fernández en cuanto al modo de gestionar la pandemia, por lo cual la ministra de Salud salió a avalar la decisión del presidente diciendo que se “está viviendo el peor momento de la pandemia desde el 3 de marzo del año pasado”, y que “éste es el periodo de más riesgo”. “Necesitamos priorizar la salud por sobre la política”, advirtió, y remarcó que el objetivo de la suspensión de las clases presenciales es “disminuir la circulación” y no “el riesgo individual de asistir a las escuelas”.
Volviendo al punto de inicio (en el cual reflexionábamos sobre las “buenas y malas cosas” vividas al unísono) se me ocurre que, luego del relevamiento de situaciones que los medios nos mostraron esta semana, pareciera como si tiempo y espacio se hubieran condensado en un único punto, donde hay poco por hacer, mucho por decidir, y de todo para ver: cacerolazos, disputas políticas, persianas que bajan, noticias que se contradicen o muestran sólo una parte de la realidad… Todo ello en medio de una vorágine desconocida, cuando salir a la calle puede resultar un riesgo mayúsculo y muchas veces letal. Hoy por hoy resulta difícil saber qué es lo mejor, hacia dónde apuntar los pasos, qué decisiones tomar. El mayor problema, según entiendo, es la transformación interior que debe realizar el ser humano actual, hedonista y ultra defensor de los derechos individuales, para asumir hábitos que hacen al bienestar colectivo. Y como esa conciencia se ha perdido, sólo restan los comportamientos anárquicos agudizados por la exposición mediática, en manos de poderosos conglomerados de noticias. Un escenario desafiante, de conclusión incierta, semejante a los aullidos de un universo embravecido.