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A 18 años del crimen hídrico en la ciudad de Santa Fe: el pueblo inundado sigue en pie de lucha

Un relato en primera persona recuerda que las víctimas de aquel 29 de abril sostienen la memoria como bandera. Reclaman la sanción de una ley que establezca la fecha como efeméride y pelean por mantener el reclamo de justicia en el espacio público. El desafío son las nuevas generaciones

Por Mariángeles Guerrero / Pausa

¿Cómo contarle a quien no vivió el 29 de abril de 2003 en Santa Fe la dimensión de ese crimen? ¿Cómo retratar la desesperación, las lágrimas desconocidas de tu vecina, la ropa mojada, el miedo cayendo como la noche con tu casa llena de río? Llena, subiendo sin parar: a la altura del picaporte, a la altura del cuadro colgado en la pared con una foto de otra época; a la altura del techo; a la altura de perderlo todo.

Y después, la desesperanza hecha filas. Ante el Ente de la Reconstrucción, ante el Ejército que daba ropa, ante los comedores por cajas de comida, ante el vacunatorio improvisado en un camioncito para no enfermarte de leptospirosis. Todo eso le ocurrió a un tercio de la ciudad de Santa Fe con la velocidad de una cachetada. Las lluvias de varios meses, una obra de defensa inconclusa y una inundación que superó los siete metros de agua en el cordón oeste de la ciudad, sin que el gobernador o el intendente hicieran nada para sacar a la gente de sus casas. 158 personas murieron, ahogadas, por ataques cardíacos, por problemas respiratorios o por suicidio. Los fallecimientos como secuela directa de la inundación se contabilizan hasta 2004.

El 29 de abril es la fecha-emblema, pero desde muchas semanas antes de ese día las familias del noroeste de la ciudad ya tenían el río en la puerta de sus casas. El 28 algunos pasaron la noche con el agua al cuello; el 29, otros tantos se levantaron para emprender la rutina diaria y terminaron durmiendo en un centro de evacuados. Las autoridades negaron la magnitud de la creciente hasta que el desastre llegó a las calles del centro. Recién entonces dinamitaron la Avenida Mar Argentino y el agua marrón y podrida comenzó a escurrir.

Graciela García y María Claudia Albornoz. Foto: Olivia Gutiérrez
Día de la Memoria

Hace 18 años que cada 29 de abril se parece a una tormenta infinita en la intemperie. La memoria de los cuerpos trae el hormigueo visceral de la desesperación, la sensación de injusticia se agolpa en la garganta, las secuencias temporales se repiten mentalmente. Hasta que el día pasa. Otro aniversario más. Otro aniversario más, sin los responsables políticos tras las rejas.

Pero ahí están quienes lo perdieron todo y quienes abrazaron el pedido de justicia y la construcción de la memoria colectiva como una lucha por la dignidad. Es por eso que reclaman que esa fecha sea considerada Día de la Memoria del Pueblo Inundado, un proyecto que ya tiene media sanción de la Cámara de Diputados y que espera a ser tratado en el Senado.

El proyecto de ley argumenta que «La inundación de Santa Fe fue una catástrofe evitable producto de la irrupción violenta del Salado que cobró un tercio de la geografía de la ciudad con múltiples causas y consecuencias ambientales, sociales, políticas e identitarias». «El Centro de Estudios Sociales (CELS) ubicó en uno de sus informes a la inundación de 2003 junto a las tres tragedias sociales y políticas de nuestro país: la dictadura militar, el atentado a la Amia y la Guerra de Malvinas», recuerda.

“Pedimos que sea el Día del Pueblo Inundado, que es como lo vamos a llamar siempre, buscando que esta memoria quede instituida dentro del calendario provincial, para que se pueda trabajar en las escuelas. Para que no vuelvan a pasar las mismas cosas”, explica María Claudia Albornoz, al frente del acampe que se instaló esta semana en la explanada de la Legislatura, exigiendo la aprobación de la ley. “Son días de dolor pero al dolor le pusimos lucha y es así como salimos adelante”, dice la Negra, referenta de barrio Chalet, de la Carpa Negra por la Memoria y la Dignidad y de La Poderosa.

El objetivo es sembrar la memoria en las nuevas generaciones. Quienes cursan actualmente la educación obligatoria, desde los primeros niveles a los últimos años de la secundaria, nacieron después de 2003. El proyecto de ley plantea incluir la fecha en el calendario a trabajar en las currículas de las escuelas.

“A pesar de que Carlos Reutemann, el gobernador de entonces, no quedó como responsable principal que sabemos que lo es, sí sus funcionarios como (Ricardo) Fratti y (Edgardo) Berli fueron encontrados culpables por estos hechos. Eso nos terminó dando la razón: dejaron una defensa abierta, el río entró y no evacuaron. Eso fue un crimen y queremos que quede clavado en la memoria institucional. Porque en nuestra memoria está tatuada, en la piel de cada uno de los inundados en Santa Fe. Sabemos lo que sufrimos y de eso no nos vamos a olvidar nunca más. La Legislatura provincial nos debe este día instituido en el calendario como una efeméride importante”, sostiene Albornoz.

“Seguimos exigiendo justicia para que los responsables paguen por lo que hicieron, por esos 158 muertos y muertas. Por tanto dolor, seguimos repudiando a los inundadores y seguimos señalándolos”, afirma la referenta de la Carpa.

“El pueblo siguió adelante, porque no podemos parar, pero donde nos encontramos dos o tres inundados e inundadas volvemos a pensar en la vecina que no está, en el vecino que nos falta, en que a nosotros nadie nos avisó”, relata la Negra. “Volvemos a sentirnos como en ese momento, menos que perros porque al gobierno provincial ni siquiera le preocupó. Es un pueblo golpeado, dolorido pero que se organiza y sigue en función de la memoria, de la justicia y del reconocimiento por lo que nos pasó”.

La Plaza 25 de Mayo sin el monumento que recuerda a las víctimas fatales de la inundación. Hoy vuelven a ser colocadas.

 

Vuelve las cruces a la Plaza

Las cruces frente a las vallas de la Casa de Gobierno. Las cruces ante la impavidez de los Tribunales. Las cruces y el titilar de las velas de la Marcha de las Antorchas. Las cruces y la Carpa Negra. Las cruces y las voces de Graciela García, de María Claudia Albornoz, de Marta Giavi, del Flaco Sanagustín, de Jorge Castro, de tantas y tantos otros más. Los mismos maderos, colocados en 2003, arrancados una y otra vez y vueltos a poner; el símbolo de las 158 vidas que apagó la desidia del ex gobernador y actual becario del Senado de la Nación, Carlos Reutemann.

Desde fines del año pasado las cruces ya no están en la Plaza 25 de Mayo. En septiembre, una marcha anticuarentena las arrancó y las vandalizó. Ahora, el césped luce la ausencia de aquellas maderas que gritaban la memoria de un pueblo al que le vulneraron todos sus derechos. Pero el movimiento de inundados resiste: hoy volverá a clavarlas en el lugar que se eligió hace 18 años. Allí recuerdan la muerte y sobre todo la impunidad de los responsables. Junto a ellas descansan las cenizas de la Madre de Plaza de Mayo Norma Biegkler.

Por la pandemia, se extrañará la voz potente de Graciela García en el acto de cada 29. Pero su voz-testimonio, su fortaleza infinita insiste del otro lado del teléfono: “Los inundados fuimos un tercio de la población y creo que algunos aún lo somos porque se siente, lo sentimos, lo vivimos. Es un sentimiento que nos acompaña, por ejemplo cuando hablamos con un tercero decimos ‘yo soy inundada o inundado’. Es una marca indeleble”, piensa Graciela, una de las impulsoras de la Marcha de las Antorchas.

Respecto a las cruces, García afirma: “No es la primera vez que contamos esta historia, sino que ya venimos de otras muchas veces con algún sector de la ciudad que no les gustan las cruces de madera. Elegimos la madera porque como la memoria se va deteriorando, la madera también y eso necesita una atención permanente de quienes entiendan de qué se trata esta lucha que lleva 18 años”, explica. “Volveremos a poner las cruces tantas veces como sea necesario porque somos empedernidos, personas que ya no somos jóvenes, por lo tanto lo que nos queda es insistir, resistir, poner en juego lo que sería ‘dejar la posta’ a los más jóvenes y que puedan entender de qué se trata”, enfatiza.

Ante la pregunta sobre por qué un monumento a la memoria desaparece ante el silencio de toda una ciudad, Graciela propone: “A los Tribunales, que tiene tanto que responder, a la Corte Suprema, que protegió a Reutemann, les importa que no estén las cruces, porque las pusimos para mostrar que no hay culpables. Con el Poder Ejecutivo pareciera que tampoco valorizan, no entienden o no quieren entender. Porque sabemos la historia: no podemos olvidar. Y hay un interés ahí en que se diluya la memoria. Y en el Legislativo también nos deben las leyes que declaren una indemnización, que se reconozca las enfermedades mentales que nos ha dejado esto”. La ausencia por tantos meses de las cruces en la Plaza es el indicio de que el poder de los inundadores, la complicidad de sus allegados políticos y de sus amistades, rondan hoy los pasillos de las instituciones del Estado tanto como en 2003.

Sobre el proyecto en debate para que se declare el Día de la Memoria del Pueblo Inundado, García sostiene: “Es necesario porque es una manera de alimentar la memoria. Cuántos chicos que van hoy a la escuela secundaria no habían ni nacido en 2003. Es una deuda para la historia de Santa Fe”.

—¿Qué les dirías hoy a esos chicos y chicas?

—Que Santa Fe pasó por un período donde no era como ahora. Trataría de poner en juego algunas palabras que los chicos no conocieron. Por ejemplo: refugios, que tuvimos que sacar un carnet de inundados, que parecía que nos hacían un obsequio por ser inundados y era lo que avergonzaba porque no era con lo que una familia puede alimentarse, que fue una ciudad que se paralizó en un momento. Porque es fácil que te pregunten: “acá, ¿hasta dónde llegó? ¿Hasta el techo?” Bueno, esas cosas son las que los chicos, aunque sea una historia dolorosa deberían hoy entender cuánto fue el daño y por qué nos inundamos. Contarles que adentro de la ciudad había más agua que en el cauce del río, que por qué ocurrió eso, cómo se llegó a permitir esa obra inconclusa que entre el agua de una manera tan voraz. Deberían saber cómo entró el agua, cómo nos trataron y quiénes nos trataron de esa manera, qué ocurrió con las familias, cómo se separaron las familias al huir del agua y cómo se vivió como en un estado de guerra. Hay que insistir en que eso ocurrió en Santa Fe. Hubo maltrato a las víctimas, es lo que hay que remarcar para que se vaya fortaleciendo y que los vecinos podamos entender que no fue un accidente. Los vecinos no nos merecíamos esto. Se pudo evitar, pero no quisieron.

Foto: José Almeida.
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