En octubre de 2016 todo era angustia. En pleno neoliberalismo el diario El Ciudadano volvía a cerrar sus puertas. Los obstinados 18 años que habíamos pasado hasta ese momento sosteniendo que otro medio era posible en Rosario parecían terminados.
Decidimos igual darle para adelante con el armado de nuestra cooperativa La Cigarra, conociendo que teníamos los vientos contrarios del macrismo que a nivel nacional dejaba fuera de juego a trabajadoras y trabajadores en relación de dependencia y también a las y los autogestionados, aún más si se trataba de una cooperativa periodística.
En ese contexto adverso el primer apoyo, el más fuerte, vino de la mano del entonces gobernador Miguel Lifschitz, quien de inmediato se comprometió a tomar con El Ciudadano el mismo criterio que aplicaba en la pauta publicitaria de los empresarios privados. También nos ayudó a tramitar los papeles, a través de sus funcionarios.
Ese apoyo nos permitió arrancar y crecer. Veníamos, y seguimos, de la mano del Sindicato de Prensa, con la conciencia de obreros que pelean todo el tiempo, y no queríamos tirar la toalla. Nunca nos preguntó cuál era nuestra mirada política, la que dejamos en claro todos los días en cada tapa. Tampoco nos pidió nada a cambio, ni se quejó por las notas. Ni sufrimos el desprecio común en otros dirigentes a quienes no les interesaba “un medio chico”.
Nos dio notas como a todos, visitó la sede del diario. Mientras miles y miles de laburantes de prensa quedaban en la calle en todo el país, Lifschitz nos ayudó a sobrevivir, y nuestra convicción fue la de siempre: la de otro medio es posible, la del respeto a la lucha de trabajadoras y trabajadores, pero sobre todo a la necesidad, aún vigente, de que en la ciudad se multipliquen las voces.
Murió Miguel Lifschitz, hombre de consenso y decidida gestión