Mientras Miguel Forja festeja el gol que le da la victoria provisoria a Junior un sonido que se escucha tapa cualquier posibilidad de alegría. La represión en los alrededores del estadio Romelio Martínez se mete en la cancha y llega a todos los espectadores que desde distintos lugares del mundo miran el partido. En un estadio vacío, los sonidos de las hinchadas son reemplazados por el de las balas y los gritos, y el humo de las bengalas de colores, por el de los irritantes químicos que las fuerzas policiales utilizan para dispersar manifestantes.
La indignación de al menos una gran parte del pueblo colombiano, se traduce en protestas desde noviembre de 2019, con un pliego de reclamos desatendido. La negativa del Gobierno de negociar la Reforma Tributaria, una ley que impulsaba que lo costos de la crisis del Covid la pague la clase media y los pobres, fue solo el detonante.
Es la decimoquinta jornada del paro nacional que se está llevando a cabo en Colombia. El presidente Iván Duque dio marcha atrás con la polémica Reforma Tributaria y echó al ministro autor del proyecto. Las protestas siguen y la represión policial no para. La Libertadores tampoco.
Tres minutos después del gol de Forja en Barranquilla, el árbitro para el partido porque los gases lacrimógenos llegan hasta el centro de la cancha. Los jugadores toman agua, se refrescan del calor de los primeros minutos de juego y de la sensación que dejan los gases: picazón en la garganta, dificultad para respirar y alguna que otra ceguera.
Marcelo Gallardo, técnico de River, se tapa la cara. Antes de que comience el partido, mientras hacían la entrada en calor, tuvieron que irse al vestuario por los gases. Luego del cruce con Junior, que termina 1-1, el DT dirá después, en conferencia de prensa: “No es normal venir a jugar un partido de fútbol en una situación tan inestable por lo que está viviendo el pueblo colombiano. Ya no fue normal, no fue normal ni en la previa, ni durante el partido”.
“Los que estuvieron presentes tienen que decir que se jugó en situaciones incómodas, con humo, con gases lacrimógenos durante varios momentos del partido, escuchando estruendos y estallidos afuera. Fue una situación anormal en todo sentido y no podemos mirar para otro lado. Dentro de esas circunstancias se jugó el partido”.
La semana anterior Conmebol movió los partidos que se debían disputarse por la Libertadores y la Sudamericana en Colombia y los llevó a su casa, a Asunción.
Esta semana decidió que se jugaran igual en las tierras del café. Antes del partido entre Junior y River, también estuvo en duda el cruce entre Nacional de Uruguay y Atlético Nacional de Medellín, que se mudó a Pereira. Programado para las 23, horario de Colombia, se demoró una hora. En el hotel donde se alojaba el elenco uruguayo, manifestantes colombianos se acercaron para bloquear su salida. “Con luto no se juega”, cantaban. Nacional decidió no presentarse a jugar, pero llegaron las presiones: pérdida de puntos, eliminación del torneo, pérdida de los premios obtenidos y también una futura sanción por parte de Conmebol. “Necesitamos más empatía”, pidió el argentino Gonzalo Bergessio, capitán de Nacional de Uruguay, en el sorteo del inicio del partido.
Hablan los futbolistas
El jueves por la tarde la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales hizo circular un comunicado luego de una reunión virtual entre los capitanes de los equipos profesionales, en el que se solidarizaron con el pueblo colombiano y pidieron a la Federación que no se programen los partidos de las competencias de los torneos locales.
“Como ciudadanos, antes que futbolistas, queremos manifestar nuestro total apoyo al clamor expresado por el pueblo colombiano en su protesta y nos unimos a esas voces que piden por un país más justo, equitativo e inclusivo”.
Además de respaldar sus peticiones públicamente, los futbolistas le solicitaron al gobierno nacional que garantice un “verdadero diálogo social”.
Jugar a toda costa
El apretado calendario, impuesto por Conmebol y que implica que los equipos deban competir cada 3 o 4 días, entre sus torneos nacionales y las copas internacionales, no se mueve. Ni por lo que está sucediendo en Colombia, ni por la pandemia. Incluso cuando hay positivos de Covid-19 en las delegaciones. La imagen de los futbolistas de Independiente durmiendo en el aeropuerto en Brasil, ilustra un poco el destrato de las federaciones con el único lema: “jugar a toda costa”.
Y para poder hacerlo. Para jugar a toda costa, la entidad presidida por Alejandro Domínguez consiguió 50.000 dosis de Sinovac, para futbolistas, directores técnicos y árbitros sudamericanos. Sólo de los planteles que compiten en las máximas categorías y las selecciones. En Paraguay, por ejemplo, ya comenzaron a vacunar. El 6 de mayo, el Club Sportivo Luqueño comunicó por Twitter que le dieron las dosis al plantel de la primera división del fútbol paraguayo. Jugadores, cuerpo técnico, cuerpo médico y de logística fueron inmunizados contra el coronavirus.
El jueves, mismo día que se emitió el comunicado de los jugadores colombianos, estaba programada la vacunación para la selección de Perú. Pero como la vacuna Sinovac no está aprobada por el Ministerio de Salud peruano, la entidad llegó a un acuerdo con la Federación de Fútbol para otorgar 500 vacunas de Pfizer.
Sin embargo, según informó el diario El Comercio, el entrenador argentino del seleccionado de fútbol de Perú, Ricardo Gareca, no permitió que el plantel sea vacunado contra la covid-19 con dosis entregadas por el Ministerio de Salud de ese país. El entrenador rechazó el ofrecimiento porque consideró que esas vacunas deben ser utilizadas en personas mayores o con enfermedades preexistentes.
La vacuna china que Conmebol consiguió para los jugadores tampoco está autorizada en Argentina, y según diferentes informes, la primera aplicación tiene sólo un 3 por ciento de efectividad.
Con la Copa América a menos de dos semanas de su inicio, la Confederación Sudamericana de Fútbol ratificó a Colombia como sede, junto a Argentina. El ministro de Deporte colombiano manifestó en las últimas horas que la Copa America debe realizarse porque ayudaría a mitigar la protesta y a reactivar la economía.
Incluso desde Paraguay manifestaron, en varias ocasiones, la intención de que el certamen se juegue con público en las canchas. Aunque desde Argentina fueron tajantes con ese tema: sin gente en los estadios. La Ministra de Salud argentina, Carla Vizzotti, afirmó hace unos días que “para el mes de junio la circulación viral, con el frío, va a estar alta”, por lo que no será posible contar con un aforo del 30 por ciento en los estadios, como pretende la Conmebol.
Para la AFA, la situación no es muy distinta. Durante todo el torneo de la Copa de la Liga Profesional, hubo equipos que tuvieron a gran parte de sus planteles contagiados y aislados. Sarmiento de Junín y Banfield fueron de los más afectados. Y tuvieron que salir a jugar igual. Este domingo se vuelve a presentar un escenario similar, aunque con protagonistas más “importantes”. River saldrá a jugar el superclásico con Boca, de la semifinal del torneo, con 15 jugadores menos.
El lema de la Conmebol se replica en la AFA, y en la gran mayoría de las federaciones de fútbol sudamericano: siga, siga y a jugar a toda costa.