Narrador y guionista de Luis Miguel: la serie, el escritor mexicano Daniel Krauze presenta por estos días su novela Tenebra, donde se cruzan las vidas del Negro Julio Rangel, operador del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que se hizo millonario con la política y la del abogado Martín Ferrer, quien busca vengar la pobreza en la que han sumergido a su familia, ambos incapaces de percibir lo mucho que se asemejan y están “destinados a chocar como dos locomotoras”, como advirtió Krauze en una entrevista con la agencia de noticias Télam.
Sobre los puntos de contacto entre la serie furor en Netflix y su nuevo libro, el autor apuntó: “La serie de Luis Miguel ha sido un trabajo medio periodístico, como la investigación y las entrevistas que hice para la novela. Pero en la serie trabajo con un equipo de escritores y con una producción, lo cual lo convierte en un trabajo menos solitario”.
Krauze no quiso dar nombres sobre las fuentes manejadas para la serie, pero aseguró: “Hablamos con gente que conoce a Luis Miguel. Desde el comienzo del proyecto supe que iba a hablar de un personaje sumamente privado y hermético, por eso nunca tuve ninguna ilusión de sentarme a tomar una cerveza y preguntarle sobre alguna producción de algún disco o para que me confesara chismes. Sabía que eso no iba a pasar. No pasó, pero eso no significa que no haya habido conductos, información cercana. Pero no conocerlo y no tener conversaciones con Luis Miguel es positivo para la serie porque me permite crear y que nadie te lleva de los pelos. Algo que puedo marcar del proyecto es la libertad con la que se puede trabajar, nunca me marcaron sobre qué escribir, y menos que algo viniera de Luis Miguel”.
El nuevo libro
Tenebra, novela publicada por Seix Barral, intercala capítulos con las voces de ambos personajes en primera persona. La historia está muy marcada por el color de piel: Martín es de tez blanca y medio rubio y a Julio le dicen Negro. Esta “brecha racial” es una marca que al autor de los libros de cuentos Cuervos y fiebres le interesaba acentuar. “Una pigmentocracia medio al revés, al contrario de lo que es el contexto usualmente: el rico es el de tez oscura y el pobre y resentido es el blanco”, especifica el hijo de Enrique Krause, director y dueño de Letras Libres, figura señera en el panorama cultural mexicano.
Si bien la literatura es su habitat natural, Krauze ha desarrollado un oficio paralelo de guionista que revalida por estos días con el estreno de la segunda temporada de Luis Miguel: la serie, la saga de Netflix dedicada a quien fuera uno de sus ídolos de la adolescencia y sobre el que alguna vez confesó que quiso escribir un ensayo. “Desde el comienzo del proyecto supe que iba a hablar de un personaje sumamente privado y hermético, por eso nunca tuve ninguna ilusión de sentarme a tomar una cerveza y preguntarle sobre alguna producción de algún disco o para que me confesara chismes. Sabía que eso no iba a pasar”, confesó en una entrevista con Télam vía Zoom.
“Tenebra habla de inquietudes y frustraciones contemporáneas: de la necesidad de sobresalir sin que nos importen el entorno, sobre el individualismo medio desbocado que se ha generado sobre todo en los últimos treinta años, donde queremos siempre tener el coche o la casa más grande que los del vecino”, apuntó Krauze. “A ambos sólo les importa realmente las venganzas personales o redimir heridas del pasado o zanjar rencores, deudas que tienen consigo mismos. Es algo que veo en México, pero soy consciente de que sucede en todo el mundo”, agregó.
“Por otro lado, avanzado el siglo XXI nos hemos vuelto una sociedad mucho más enfocada en nosotros, no por nada nos tomamos selfies con el celular para subirlas a las redes. Nuestros abuelos si nos vieran nos dirían: «¿qué te pasa? ¿qué es esta especie de vanidad?»”, explicó el escritor.
Según apuntó Krauze, los dos personajes, por sus propios prejuicios, son incapaces de ver lo mucho que se asemejan. “Se ven en una sola ocasión en la novela pero están destinados a chocar como dos locomotoras. Ambos saben de la existencia del otro, pero ninguno se da cuenta, ni siquiera cuando están frente a frente, de todas las cosas que los vinculan. Podrían terminar trabajando juntos y no lo hacen por las diferencias de clases”, adelantó y aseguró: “Los personajes se mienten a sí mismos. Una de las novelas que más me ha marcado, mi favorita podría decir, es The Remains of the Day (Lo que queda del día) de Kazuo Ishiguro. Lo maravilloso de esta novela es que tiene un personaje que en primera persona te está narrando una versión que se ha fabricado de su propia vida. El lector empieza a desconfiar, a leer entre líneas y a darse cuenta de que no dice la verdad. Yo quise lograr eso con los dos narradores: Julio y Martín”.
“Julio no se admite a si mismo lo que le pesa el asesinato de su mamá y al final termina traicionando al espíritu de la madre. Una traición esencial de la herida más profunda de su vida. Nunca lo ve. Me parecen fascinantes los personajes en primera persona que narran sin darse cuenta de todo lo que tienen en la cabeza”, agregó.
El oficio de guionista
Cuando revisa su carrera, Krauze ve su oficio de guionista reflejado en su primera novela Fallas de origen y en sus libros de cuentos Cuervos y fiebre. “Están escritas como si fueran un guion. Recuerdo haber armado los cuentos como si escribiera cortometrajes y la novela como el guion de un largometraje. Primero escribía un «outline» (resumen de un guión) y luego las escenas. Eso generaba una lectura entretenida y veloz. Para Tenebra quería tener un contenido más literario que no había logrado plasmar en esos libros anteriores. Quise poner al guionista en el asiento de atrás, no en el volante. Pero no debo ser desagradecido con el guionista de series de televisión, porque me sirve mucho para encontrar las voces de los personajes, distinguirlas entre sí, ese músculo está fortalecido y lo utilizo en la narrativa. Para Tenebra jamás hice un «outline» o un diagrama como si fuese una película. La novela iba buscando su propio camino de forma natural, lo cual es más propio de un narrador que de un guionista”, confesó.
Referencias literarias
En una extensa charla, el guionista fue consultado sobre sus lecturas, más afines con una tradición anglosajona que hispanoamericana: “No es que desconozca a los escritores latinoamericanos y que no me hayan impresionado en un inicio. En el caso de Gabriel García Márquez, por ejemplo, siempre supe, desde que empecé a escribir, que mi literatura no iba a ir por ahí de ninguna manera. Él tiene un diálogo cada cinco páginas y mi escritura desde el inicio estaba muy pegada al diálogo. Los primeros autores que me impresionaron fueron Nick Hornby, sobre todo la novela Alta fidelidad; Bret Easton Ellis, sus primeros libros me enloquecieron. Hasta esas lecturas pensaba que la literatura era más conservadora. Me impresionó que se pudiera hablar de sexo y violencia de esa manera. Y me atrajo tanto que yo quería escribir eso. Bright Lights, Big City de Jay McInerney me gustó muchísimo. Y mientras he crecido sigo gravitando más en torno a las lecturas en inglés. Sin embargo, existen libros en español que me marcaron mucho: La hora azul del peruano Alonso Cueto y El ruido de las cosas al caer del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Leí ambos cuando investigaba para Tenebra y sentí que algo así quería hacer. Otra novela que me marcó mucho fue Rating del venezolano Alberto Barrera Tyszka, una historia sobre el mundo de las telenovelas que tiene dos narradores diferentes. De ahí, por osmosis, fui tomando cosas”.
Al comienzo y al final de Tenebra aparecen escenas violentas con perros, algo que parece un homenaje al novelista Guillermo Arriaga, el guionista de Amores perros. “He leído a Arriaga y me gusta mucho lo que escribe. Pero debo ser honesto, esa deuda es más cinematográfica: Amores perros fue una experiencia que me cambió la vida. Es una película extraordinaria, habla sobre la ciudad en la que he crecido y me toca una fibra muy sensible, porque lo que se ve en la pantalla es real. Está la esencia de la ciudad de México, la esencia de los pobres y los ricos. El perro callejero es el emblema de la ciudad de México, hay perros y cadáveres de perros por las calles de la ciudad, por todos lados. Es una película que me sigue pareciendo una obra maestra. Por ese impacto que causó en mí a los dieciocho años cuando la vi, en todos mis libros aparecen perros. Es como un homenaje no consciente, hasta ahora. Además, como si lo anterior fuese poco, debo confesar que si no hubiera visto Amores perros no me dedicaría a ser guionista, ese fue el calibre del impacto que tuvo la película en mí”, concluyó.