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Sindicalismo, derechos laborales y pandemia

Alicia Simeoni, Analía Ratner y Yamile Baclini, tres mujeres que ocupan cargos de conducción en gremios de Rosario, contaron cómo ven el movimiento obrero rosarino, sus articulaciones, el papel de la mesa intersindical de mujeres y las dificultades y desafíos que supone la crisis sanitaria

Si hay una herramienta clave de la militancia gremial es la movilización en las calles. Sin embargo hace más de un año que los sindicatos no pueden hacer uso de esta práctica con la que visibilizan, denuncian y exigen. Esto, en tiempos de crisis económica y teletrabajo, es una dificultad para garantizar buenas condiciones laborales. Así lo entienden las tres dirigentes locales que hablaron con La Cazadora. Alicia Simeoni es secretaria adjunta del Sindicato de Prensa de Rosario (SPR), Analía Ratner es la secretaria general de La Bancaria y Yamile Baclini la secretaria general adjunta del Sindicato de Trabajadores Municipales. Las gremialistas cuentan cómo ven la unidad del movimiento de trabajadores en Rosario, sus trasformaciones a lo largo de las décadas y las perspectivas y limitaciones, sobre todo, impuestas por la pandemia.

La actividad de periodistas, bancarios y municipales fue considerada esencial al inicio de la pandemia cuando la mayor parte de la población debía cumplir aislamiento. De todos modos, aunque muchos tuvieron que salir, otros empezaron a hacer teletrabajo.

«Somos empleados y servidores públicos, entendemos que cumplimos un rol fundamental. Estuvimos en la creación de los centros de aislamiento, hicimos tareas de cuidado y contención en los barrios y de fiscalización del tránsito por los permisos para circular. Ni hablar el sector salud que fueron los primeros expuestos», enumeró Baclini, representante de Municipales, y enfatizó que tienen en claro este carácter de esencialidad: «Lo defendemos, lo valoramos y pretendemos ser ejemplo y abrir camino para que en el resto de los sectores se respeten la mismas normativas y se nivele siempre para arriba. Es el Estado el que debe dar el ejemplo de cuáles son las políticas correctas y en este contexto es el cumplimiento de protocolos y medidas de seguridad: el Estado tiene que velar por sus trabajadores. Primero, mostrando cuál es el camino a seguir, así luego se puede exigir en el ámbito privado».

Además consideró que el Estado debe «dar la pauta de que se lo que se viene a la hora del avance de las multinacionales y de otras grandes compañías en relación al trabajo privado».

Simeoni, de Prensa, y Ratner, de La Bancaria, hablaron de su preocupación por la cantidad de contagios: en el sector bancario en lo que va de la segunda ola se duplicaron con respecto a la primera.

La secretaria general de la Bancaria expresó: «Los problemas hoy son preservar la vida y salud de los trabajadores. Todos los gremios tienen todos los días un conflicto que resolver, en nuestro caso hay bancos que hacen caso omiso al cumplimiento estricto de los protocolos. Hemos cerrado bancos en las sucursales donde no hubo aislamiento correspondiente por contacto estrecho y los bancos aprovechan eso para cerrar sucursales, para instar a retiros voluntarios entre comillas, para fusionar, para decir que van a achicar».

En este contexto, consideró, tienen un solo camino posible «no solo desde el punto de vista sindical, sino social: la salida es estar todos juntos, nadie se salva solo».

Ratner habló de la emergencia sanitaria pero también de «la no regularización de la CGT» en la ciudad. Expresó la necesidad de que el conjunto de gremios pueda trazar un plan de acción, objetivos claros y conducciones en articulación permanente. «Establecer estos puntos nos va a guiar para actuar en conjunto. La unidad se da así, cuando tenés objetivos bien establecidos y definís qué vas a discutirle al gobierno, no vas detrás de cada cosa que va sucediendo y reclamando. Tiene que haber un diálogo social. Hay situaciones que ya se daban antes y ahora se agravaron, hace que cada uno esté apagando los incendios particulares. Digo incendio porque es de esa gravedad: hay compañeros que no están seguros en su lugar de trabajo por la pandemia».

Al igual que el Sindicato de Municipales, La Bancaria forma parte del Movimiento Sindical Rosarino que durante la gestión macrista constituyó una fuerte alianza entre gremios. El SPR no está dentro porque responde orgánicamente a la CTA de los Trabajadores, pero sí formó parte de la estrategia de unidad gremial contra las políticas de endeudamiento y despidos.

Simeoni recuerda esos años como «la perversidad llevada a los niveles de gobierno, de una derecha con una ambición desenfrenada por el poder, no solo de desfavorecer a los sectores populares sino entregar la soberanía, y se trató también de una enorme vuelta a perseguir a dirigentes y militantes populares».

La asunción de Mauricio Macri fue en diciembre de 2015. Seis meses antes sucedió el primer Ni Una Menos y fue también cuando en Rosario se empezó a gestar la mesa intersindical de mujeres conductoras. Las tres forman parte de ella y coinciden con que este espacio tuvo mucho que ver con la construcción de unidad de trabajadores contra las políticas de Macri. Esta alianza entre gremios y confederaciones se empezó a organizar apenas empezaron los despidos y recortes en 2015 y tuvo uno de sus puntos más álgidos en febrero de 2018 con un paro y movilización de más de 400 mil personas reunidas en el Obelisco.

Consideran que la famosa transversalidad de la que hablan los feminismos fue un aspecto que permitió la construcción de objetivos comunes en todo el arco de trabajadoras y trabajadores.

Esto último lo resaltan las tres: en los gremios se responde por hombres y mujeres. En todo caso, en su militancia sindical dejan su impronta feminista que en los últimos seis años se tradujo en más participación, capacitaciones, campañas de concientización y la conquista de lugares de poder, como secretarías que tradicionalmente eran ocupadas por hombres.

Simeoni habla de la «la riquísima experiencia» del movimiento obrero de Rosario los últimos años pero trazó una continuidad desde la reconstrucción democrática de las organizaciones en los ochenta y los años del menemismo.

A diferencia de sus compañeras, que empezaron su militancia gremial a mediados de la década del 2000, Simeoni empezó en 1984 cuando asumió como tesorera del SPR. Ya había formado parte de la Federación Juvenil Comunista y aclara que ya entonces participaba de actividades vinculadas a la lucha de mujeres, «como una lucha emancipadora, con un gran torrente revolucionario y de cambio social. Ya 1975 había sido declarado por la ONU el año internacional de la mujer».

«Había una larga lista de desaparecidos y detenidos de la dictadura. Esto nos daba una cuota de responsabilidad y mucha fuerza porque fueron años donde se perdieron muchos cuadros sindicales. Desarticular el movimiento obrero había sido uno de los objetivos, entonces había que armar las organizaciones. Y una cosa es la lucha estudiantil, de la que yo venía, y otra es hacerse cargo de organizaciones donde había que dar respuestas por los salarios que no se cobraban, por la obra social que debía funcionar para, con el criterio de la solidaridad, garantizar que todas, todos, todes tengamos el mismo acceso a la salud, sea cual sea el nivel del salario», explica.

Son, en parte, los mismos desafíos que tienen hoy y más en un contexto de pandemia «sobre todo teniendo en cuenta el aumento que hubo de insumos, medicamentos y prestaciones médicas cuando los sueldos no tienen relación con esos aumentos».

Por su parte, Ratner planteó que necesitan «políticas sociales que garanticen más seguridad a la hora de ir a trabajar». En una ciudad con el sistema sanitario en su máxima tensión consideró que los gobiernos locales, provinciales y nacionales tienen la responsabilidad de tomar medidas acordes a la gravedad de la situación. «No sirvió de nada cerrar las escuelas una semana si dejaste todo el resto abierto», sintetizó. Para Ratner la única forma hoy de salvar vidas es aplicando restricciones fuertes y al mismo tiempo.

Simeoni insistió en que «no poder hacer asambleas presenciales es tremendo». Sin emgargo, remarcó: «somos conscientes de que no hay valor más importante que la defensa de la vida. Las asambleas son virtuales y las conversaciones con otros sectores se siguen dando, aunque no sea lo mismo. ¿Quiere decir que abandonamos las calles porque se las queremos dejar a quienes la ocupan con una postura irracional, irresponsable y negacionista? No, el sentido es preservar la vida, no abandonar nada».

Al mismo tiempo, señalaron otra problemática de esta época: las flexibilizaciones que arrastra el teletrabajo. Baclini habló del pase acelerado a la virtualidad: «El sindicalismo de hoy tiene que cuestionarse cómo va a trabajar y no solamente durante la pandemia: la virtualidad es una posibilidad. Hay que llegar a defender los derechos de quienes hacen teletrabajo. La representación gremial es más complicada porque tiene que haber una persona que vaya al domicilio declarado del teletrabajador para verificar que cumplan con los derechos que lo asisten y se aplique la normativa con el pago de aumento que le genere el gasto energético, el consumo de internet, el uso de quipo adecuado, la iluminación adecuada».

Además consideró que la flexibilización horaria que supone la virtualidad conlleva mayor avasallamiento de derechos y desigualdad de oportunidades. «El avance de las tecnologías tiene su costado negativo como la pérdida de puestos de trabajo, muchas veces reemplaza a las personas. Son desafíos que van a formar parte de los debates que nos tenemos que dar: cómo queremos vivir, en qué mundo, cómo queremos ser tratados y cuáles son los derechos que tenemos que defender y de ahí siempre nivelando para arriba».

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