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El femicidio y travesticidio que develó una historia de solidaridad entre dos víctimas de violencia

Una travesti y una mujer cisgénero eran dos amigas que fueron asesinadas, una por defender a la otra, en el mismo rapto de violencia machista de un policía que luego se suicidó con su arma reglamentaria.

Alicia Alvado/Télam

El femicidio seguido de travesticidio que conmovió a la localidad bonaerense de Los Hornos hace tres semanas develó una historia de solidaridad entre una travesti y una mujer cisgénero, dos amigas que fueron asesinadas, una por defender a la otra, en el mismo rapto de violencia machista de un policía que luego se suicidó con su arma reglamentaria.

El asesino, Juan Ignacio Soto (23), ya había agredido previamente a sus víctimas, a su pareja Florencia Sandoval (23) y a su amiga Cielo Deluca (20).

Télam reconstruyó la historia gracias al generoso testimonio de Agostina S., amiga de Cielo, y de Vanesa Ojeda, hermana de Florencia, que aceptaron ser entrevistadas por esta agencia de noticias.

Sólo 15 días antes del fatídico 10 de mayo, Florencia había publicado en Facebook una foto donde se podía ver un enorme hematoma que iba del muslo derecho hasta debajo de la rodilla. Y Cielo le había mostrado sus propios moretones a una amiga, Agostina S. (22), otra chica trans en situación de prostitución como ella.

«Me la mataron por defender más de una vez a su amiga. Días antes Cielo también recibió golpes de ese mal nacido. Al ver que Florencia no estaba sola, que Cielo la apoyaba para salir del infierno en que vivía, se terminó llevando también la vida de mi mejor amiga», escribió Agostina en el Facebook de Cielo, días después del asesinato.

En un conmovedor mensaje de despedida, Agostina describió a su amiga como «una heroína» y «luchadora» que «murió haciendo lo que pocas personas harían», es decir, interceder para que el femicida Soto no acabara con la vida de su amiga y la hija y el hijo que presenciaron la masacre desatada en un edificio de calle 164 entre 62 y 63, donde alquilaban departamentos contiguos.

En diálogo con Télam, Agostina contó que nunca se cruzó con el agresor, pero «ella -por Cielo- me contó de ese tipo y con solo escuchar el relato me dio miedo por mi amiga».

«Estaba toda golpeada, me mostró los moretones, pero me lo contaba contenta, parecía feliz de haber podido ayudar y estar para su amiga», dijo.

«Lo poco que sé de la relación de ambas, es lo poco que escuche hablar a Cielo, siempre predispuesta a contenerla y protegerla de las agresiones de ese psicópata. Cada día que la veía, era una historia que me contaba de Flor y su relación tóxica», agregó.

La joven explicó que conoció a Cielo «en la zona roja», donde la encontró un día «muerta de frío y hambre».

«A ella no le gustaba prostituirse, pero lo hacía porque estaba en situación de calle como todas. Cuando la conocí y la vi tan angustiada, le hablé del Hotel Gondolin, lugar donde yo ya me encontraba ocupando una cama y donde también a ella le dieron un espacio para poder quedarse por un tiempo», contó sobre la asociación cooperativa que brinda alojamiento a personas trans en emergencia habitacional en el barrio porteño de Villa Crespo.

«Ahí nos hicimos mejores amigas. Ambas nos cuidábamos y pasamos por muchas cosas juntas: nos asaltaron, nos violaron, nos hicieron de todo en nuestro trabajo pero siempre estuvimos ahí para abrazarnos y defendernos», relató.

Juntas, también participaron de marchas contra la violencia de género: «Jamás faltamos a ninguna, estábamos en todas, gritando y pidiendo justicia por las compañeras que ya no están. Era doloroso para ambas ver cómo nos están quitando la vida».

Además de la pena infinita por la prematura y repentina partida de su amiga, Agostina tiene que afrontar ahora el «salir todos los días con miedo, sin tener a alguien que me respalde» cada noche, cuando «todos los días nos exponemos al peligro».

Y siguió recordando a Cielo que «tenía muchas amigas, chicas trans y mujeres cis, porque siempre fue muy solidaria y muy extrovertida».

Cielo no sólo quería dejar la calle sino que había intentado hacerlo, pero la pandemia frustró sus planes.

«Conoció a un chico que la ayudó a poner un local de ropa y costura en La Plata. Ella misma confeccionaba y también enseñaba. Era muy buena haciendo lo que hacía, pero no le fue bien por lo de la pandemia y tuvo que cerrar», compartió Agostina.

Florencia Sandoval, en cambio, era cuidadora geriátrica y madre de un niño de dos años y una nena de cinco, producto de una relación anterior a la entablada con su femicida, con quien convivió por un año y tres meses.

«Ella nunca nos había contado nada ni hecho denuncias. De afuera parecían una pareja normal, que andaban para todos lados juntos e incluso el nene le decía ‘papá'» al femicida, compartió con Télam Vanesa Ojeda, hermana de Florencia.

Vanesa también es policía, como el femicida Soto, pero presta servicio en otra área de la fuerza, por lo que nunca compartió espacio laboral con el asesino de su hermana.

Lo que sí le llamaba la atención es que «él tenía la manía de llevar a todos lados el arma reglamentaria» y hoy sospecha de que «la tenía amenazada», por eso transitó en silencio una relación violenta, excepto por la foto del moretón en Facebook, que «para mí fue un pedido de ayuda» que la familia no llegó a ver o interpretar.

Respecto a Cielo, la amiga trans de su hermana, sólo tiene palabras elogiosas.

«Cielo hacía seis meses que alquilaba el departamento de al lado y se hicieron amigas en seguida», relató.

Por eso, la única condición que pone para dar la entrevista es que «Cielo sea tratada por lo que es, porque no era ‘un travesti’ ni ‘un trans'» sino «una chica más de la cual mi hermana fue muy amiga».

Y continúo con el testimonio del momento del crimen: «Lo que deduzco y por dichos de los vecinos, la pelea (con su femicida) empezó en la casa de mi hermana, cuando ella estaba haciendo de comer, y ahí mismo se produjeron las detonaciones. Ella sale a pedir ayuda, ya lastimada, pero cae en la mitad del pasillo, todavía viva, y en eso llega Cielo que volvía de hacer unos mandados e intenta protegerla, pero le dispara también».

A Vanesa no le quedan dudas de que el travesticidio de Cielo «se produjo porque quiso defender a mi hermana y a mis sobrinos» y reivindica a las mujeres trans o travestis, que «a veces son las mejores amigas».

«Recién ahora puedo hablar de Flor y no llorar, pero por ahí en un rato me llamás y no te puedo decir dos palabras, por todo lo que estuvo pasando ella y uno no se dio cuenta», confesó.

A Vanesa, por su profesión, muchas veces le ha tocado asistir a mujeres que llaman al 911 por situaciones de violencias.

«Yo con mi profesión estoy preparada para verlo en los demás, no para que me pase a mí. Me ha tocado acudir a hechos, pero no en este nivel», reflexionó.

«Me dan pena sobre todo las mujeres que hacen la denuncia y después van y las levantan porque les pide perdón o les promete que no lo va hacer más, y uno no sabe cómo ayudar», añadió.

De Cielo conoció detalles después del hecho, cuando se vinculó con una tía de ella para realizar todos los trámites.

«Eran dos chicas buenas que estaban en la flor de la vida, que les faltaban muchas cosas por vivir y no se merecían este final», concluyó.

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