Esteban Guida y Rodolfo Pablo Treber
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Independientemente del signo, o color, que tenga el gobierno de turno, todos encuentran sus principales problemas económicos en la inflación y control del precio del dólar. Aunque no se enfoca el tema desde esta perspectiva, la consigna es clara: para frenar la inflación, primero hay que pesificar la economía; construir una moneda soberana es la clave para ganar esta batalla.
Sin embargo, son recurrentes las noticias sobre diferentes medidas aplicadas por el BCRA para contener el tipo de cambio, las operaciones en el mercado de futuros, la limitación a la compra para atesoramiento, el mantenimiento de altas tasas de interés en pesos, entre tantas otras. Asimismo, en lo que refiere a precios de bienes y servicios internos, el gobierno nacional emite permanentemente paquetes de regulaciones o acuerdos de precios destinados a frenar la incesante inflación.
Sin embargo, no es ninguna novedad que todos los métodos puestos en práctica para la regulación de estos factores en los últimos 30 años, han fracasado más temprano que tarde. Lo que resulta llamativo, es que ningún gobierno se ha propuesto hacer énfasis en atacar el origen de la inflación: La subordinación a la moneda extranjera.
Como decía el Che… “En los países dominados, el comercio exterior determina las políticas internas”. Lo mismo puede decirse de la política monetaria. Dicho en otras palabras, los países dependientes no tienen facultad sobre el precio de su dinero; en cambio lo define la conversión, o tipo de cambio con la moneda dominante en su comercio exterior.
En nuestro caso, tanto las exportaciones realizadas por multinacionales acopiadoras de granos (Cofco, Dreyfus, Cargill, Bunge), como las importaciones de cámaras del sector, automotrices internacionales y cadenas de comercialización (Volkswagen, Renault, Peugeot-Citroën, Chevrolet, Toyota, Walmart, Carrefour, Cencosud), se realizan en dólares estadounidenses.
Como consecuencia de un comercio exterior liberado, todo producto del mercado interno resulta pasible de ser exportado por lo que tiene su precio directamente vinculado al tipo de cambio, y el resto lo hace de forma indirecta por su relación en la estructura de costos de producción y logísticos.
Por lo tanto, en nuestra economía, privada y totalmente transnacional, el dólar funciona como patrón o respaldo del Peso argentino. Así, la moneda local es sólo un reflejo de la extranjera dominante, y su precio se define según la cantidad de dólares en reserva del BCRA. Línea rectora que se repite, con débiles variaciones, desde la liberación de la economía nacional y la desindustrialización de su aparato productivo.
Esta subordinación política anula la soberanía monetaria, la capacidad de emitir, ya que está condicionada por la cantidad de dólares que ingresan al país y tiene impacto directo en el precio de conversión peso/dólar, el cual influye en la variación de los precios internos.
Entonces, desde la destrucción de la industria nacional, ratificada en la década del 90 y hasta la actualidad, el precio de nuestra moneda estuvo directamente relacionado con la cantidad de dólares en las reservas. Esta dependencia a una moneda que no manejamos, que no emitimos, tiene graves consecuencias económicas que se traducen en devaluaciones permanentes e inestabilidad en los precios internos.
La vinculación directa entre economías tan dispares, creada por un comercio exterior en manos extranjeras, produce devaluaciones constantes que, al trasladarse directa o indirectamente a un aumento de precios, lastima al pueblo argentino. Más devaluación, más inflación, es la demostración fáctica de la subordinación total al dólar.
Ejemplo claro de lo mencionado es que las casas se fabrican 100% en el país, pero ladrillos, cemento, arena, y todos los materiales de construcción son susceptibles de compra/venta al exterior; por lo que, desde las empresas, imponen el precio dólar del comercio exterior para no perder rentabilidad y asegurar su inversión. Lo mismo se repite en cada uno de los sectores productivos del país, y se ve agravado por la enorme cantidad de insumos y bienes importados que existen y tienen su precio, directamente, en moneda extranjera.
Como si no fuera suficiente, y por todo lo expuesto, el Peso argentino no tiene la característica de ser resguardo de valor y, en consecuencia, no es una herramienta eficaz para su atesoramiento. Así se expande el efecto negativo, ya que la gran mayoría de los argentinos con capacidad de ahorro, desde el pequeño al más grande, decide dolarizarse. Esto es, ni más ni menos, que acumular en una moneda extranjera la generación de riqueza producto del trabajo local.
Finalmente, entre la demanda interna para atesoramiento y la demanda externa para importaciones, la economía argentina se encuentra dentro de un permanente espiral de insuficiencia de divisas que, tarde o temprano, debilita a sus gobiernos, y, principalmente, a su aparato productivo y su pueblo trabajador. De esa manera, ingresamos en un ciclo permanente de inflación y devaluación a la par; característica propia de los países sometidos.
Entonces, no debemos, ni podemos, esperar recetas mágicas de tecnócratas para salir de esta situación. Se precisa dar pasos concretos con foco en la transformación de la matriz productiva nacional, si es que verdaderamente existe la voluntad política de solucionar el problema y alcanzar la independencia económica.
Pero la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, criticó a quienes insistimos con la falta de un plan económico que defina objetivos políticos y proponga soluciones económicas de fondo. ¿Qué concepto de “Plan Económico” tendrá la funcionaria, como para decir que este gobierno tiene uno? Sus declaraciones preocupan aún más, ya que en caso de que el gobierno tenga un plan, el mismo está velado al pueblo argentino, y a juzgar por las medidas que se proponen, no plantea cambios de fondo que modifiquen la estructura económica heredada del macrismo.
Por eso resulta urgente y necesario abordar los temas de fondo: recuperar la administración del comercio exterior para decidir qué entra y sale del país, y disociar los precios de la economía interna con el mercado global. Proteger de manera inteligente el mercado interno, al mismo tiempo que se aplica un plan de industrialización por sustitución de importaciones, como paso obligado para la generación de trabajo genuino, disminuyendo así la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país.
Hasta que el gobierno no exhiba sus ideas y propuestas sobre los temas que hacen al trabajo de los argentinos, la defensa del patrimonio nacional y la generación de riqueza, seguiremos reclamando un plan económico que ponga a la Patria por encima de los intereses particulares y las ideologías foráneas.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org