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Del paraíso al caos: todo el ecosistema está en riesgo por la bajante del Paraná

El nivel está sólo 13 centímetros encima del cero. El fenómeno, que viene del año pasado, afecta la reproducción de peces, la navegación, el lecho y hasta la estabilidad de las barrancas. Y ya el Instituto Nacional del Agua anticipó un julio “especialmente crítico” para “todos los usos del recurso"

“La tendencia descendente observada en los niveles va a continuar en las próximas dos semanas, con la probabilidad de continuar en las semanas subsiguientes. No se espera una mejora sensible en los próximos meses. El mes de julio será especialmente crítico, con afectación a todos los usos del recurso hídrico, especialmente la captación de agua fluvial para consumo urbano”. Con esta síntesis sobre lo apremiante de la situación, el Instituto Nacional del Agua (INA) dio a conocer ayer la altura del río Paraná frente a los diferentes puertos de la cuenca: en el puerto de Rosario la altura pasó del martes al miércoles de 0,18 a 0,13 metro, lo que enuncia más de 3 metros menos que el nivel promedio para junio del último cuarto de siglo: 3,35 metros es la media de altura en las mediciones que se hicieron entre 1996 y el año pasado. Y ese comportamiento anómalo del río Paraná, atribuido al fenómeno de “La Niña” con un persistente período de sequía que se mantiene está causando todo tipo de problemas: desde dificultar la reproducción, alimentación y supervivencia de peces –y por añadidura de toda la fauna que depende de ellos– hasta el sobredragado del canal para mantener la navegabilidad de los buques de gran porte –situación denunciada por ONG ambientalistas que puede ser la causa de los desmoronamientos en las costas– y la captación misma para potabilización del agua. Una maraña de problemas que no es mayor todavía en razón de que la navegación y el uso recreativo están restringidos por la pandemia de coronavirus, pero hasta ese dato es relativo: ahora las guarderías náuticas están en crisis.

Toda la vida en derredor del gran río marrón depende de su caudal, y la bajante no sólo es histórica en el cauce principal sino en toda la cuenca. Y la previsión a corto plazo del INA es menos alentadora todavía: para fin de junio estima en promedio una altura de sólo dos centímetros (0,02 metro) y para la primera semana de julio de cuatro centímetros en negativo (-0,04 metro). Y estos pronósticos son el promedio, y la estimación también incluye un peor escenario: de cumplirse éste junio terminaría con el río con 15 centímetros por debajo de la marca cero, y la primera semana de julio con 20 centímetros por debajo del cero.

En tanto, el “mejor” escenario apenas registraría alturas de 25 y 15 centímetros por encima, es decir una bajante extraordinaria y persistente.

La causa de semejante situación se origina en la sequía que comenzó el año pasado en Brasil y que en lugar de equilibrarse en la normal temporada de lluvias se extendió durante 2021. Apenas hubo un repunte del caudal en los primeros meses de este año para volver a retomar la onda de bajante hasta perforar los niveles críticos.

Y los pronósticos no son alentadores. Según las previsiones meteorológicas, esta situación se puede llegar a mantener todo el invierno y hasta seguir en primavera. “Es una situación de bajante extraordinaria que está alcanzando estos niveles que pueden considerarse de carácter significativo”, marcó jefe de la sede Rosario de la Prefectura Naval, Luis Monzón. “Es un fenómeno climático que estamos padeciendo por la corriente de La Niña. Se ve potenciado por la falta de lluvias en la zona norte, en la cuenca media y superior del Paraná. En la zona sur de Brasil”, agregó el prefecto.

Las lluvias en el sur de Santa Fe no son determinantes para el nivel caudal del Paraná, y ni siquiera pueden aportar mucho las de toda la región, a menos que fueran extraordinarias, y aún así su incidencia es menor: el gran flujo depende del país vecino, donde también es escaso, y permanece retenido en las represas hidroeléctricas. Pero según Monzón, tampoco una mayor apertura de las centrales cuenca arriba sería una solución: el fenómeno de sequía es tan amplio que la contribución no sería significativa. Igual, todo sirve: “Se están haciendo las gestiones entre Brasil, Paraguay y Argentina, pero no están dadas esas condiciones: no hay un buen caudal como para facilitar y abrir compuertas para ampliar el caudal de la cuenca”, dijo el prefecto.

Los buques cargueros, pese a esta situación, pueden seguir transportando sus cargas desde el complejo agroexportador, aunque con menor capacidad. “En una situación normal, el calado de los buques es de 10,5 metros. Con la bajante se tuvo que regular esa situación y hoy lo hacen con 9,1 o 9,15 metros. “Eso implica disminuir un poco la carga”, explicó el oficial de Prefectura.

Pero para ello se está dragando constantemente, lo que provoca otros daños. Así lo entiende la Asociación de Abogados Ambientalistas de la Argentina, que inició acciones legales contra la empresa belga Jan de Nul, socia de la nacional Emepa en la empresa Hidrovía, que sigue operando en el río Paraná gracias a una nueva prórroga del contrato por parte del gobierno nacional. Según los letrados para no perder dividendos –el peaje es por peso transportado– se está haciendo un sobredragado de dos pies (50 centímetros) en el canal, con lo que se pone en riesgo todo el ecosistema de la cuenca.

Por ello la entidad presentó una solicitud de Acceso a la Información Pública Ambiental en nota dirigida al Ministerio de Transporte de la Nación, con copia a su homólogo de Ambiente y Desarrollo Sostenible.

Los abogados señalan que la compañía belga, encargada de la concesión desde la década del 90 del dragado y señalización del troncal está dragando a a mayor profundidad el lecho del Paraná para compensar el bajo nivel del río, y lo está haciendo “en el menor plazo posible con el fin de aminorar el impacto de este fenómeno y facilitar el tránsito fluvial”.

Los profesionales remiten a información sobre el trabajo continuo de 24 horas y en feriados mediante cinco dragas y la totalidad del equipo profesional y técnico de la empresa. Para la abogada Adriana Anzolín, de la Asociación Socio Ambiental de Campana (Asac), esa situación implica un “crimen ambiental” que debe ser impedido “porque compromete seriamente el futuro del Paraná, que ya sufrió una bajante extraordinaria con la sequía en 2020, y encima ahora se lo castiga”.

Los impactos negativos del dragado y sobredragado sobre el ambiente y la Salud Pública han sido expuestos en los encuentros que se gestaron en la Comisión de Ambiente del todavía flamante Consejo Federal de la Hidrovía, encabezado por el Ministerio de Transporte de la Nación.

Los Abogados Ambientalistas pidieron a la cartera de Transporte que informe debidamente si se ha realizado una evaluación de impacto ambiental y una evaluación estratégica ambiental. Y a la de Ambiente, si tiene conocimiento de esta Licitación y cuál ha sido su intervención al respecto. Si hubo autorización o habilitación de las acciones de sobredragado y cuáles serían los tramos a intervenir. También consulta si se realizaron los estudios técnicos y ambientales ordenados por la legislación ambiental, y si hubo autorizaciones previas emitidas por los organismos ambientales provinciales.

También pidieron la urgente intervención del Piecas, el Plan Integral Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná, acuerdo interjurisdiccional entre Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y el gobierno nacional para gestionar el ecosistema compartido de los humedales del delta del Paraná.

Aunque el fenómeno todavía está bajo estudio, una de las consecuencias posibles –que se vienen haciendo visibles a ritmo acelerado– son los desmoronamientos en zonas de barrancas, donde el oleaje socava los acantilados dejando sin sustento a la superficie por encima, generando grietas y finalmente derrumbes.

Y a ese marco, ya crítico desde todas las aristas, se suma una crisis en la navegación recreativa: no sólo está impedida por las restricciones para enfrentar la pandemia, sino que, de poder ser libre ahora mismo enfrentaría un problema extra, especialmente para veleros y yates, que en muchos casos quedaron varados sobre tierra por el descenso de las aguas.

La combinación de ambas situaciones puso contra las cuerdas al sector de las guarderías, que supo tener creciente prosperidad con el aumento del parque náutico privado en las últimas dos décadas. “Nos están limitando desde todo lados, con gente que no puede salir por la bajante del río, a eso se le suma la prohibición para navegar y la incertidumbre de que venimos solicitando audiencias y no hemos tenido respuestas favorables”, la titular de la Cámara Náutica, Dana Kleier, a Canal 3.

“Nuestra situación es bastante crítica, en primer lugar porque desde el 19 de mayo se prohibió la navegación y la pesca, nuestro sector no puede trabajar y hay deserción en las guarderías, suspensión del personal, al no poder salir a probar las embarcaciones tampoco se están cobrando los trabajos mecánicos”, marcó la empresaria.

Con todo, gran cuestión a investigar es si esta situación extraordinaria en el río Paraná es natural o gestada por manos humanas, como postulan organizaciones vinculadas a la protección del medio ambiente. No son pocas las que asocian la reducción de la humedad, y por tanto de las lluvias, con la tala indiscriminada y las quemas en la selva amazónica, que se aceleraron a ritmo febril en los últimos años.

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