“Velocidad normal, Bolmaro, eso es velocidad Usain Bolt”. La frase, ocurrente y divertida, de Sergio Hernández sirve para graficar estos primeros días de Leandro en la Selección. El cordobés de 20 años arrancó a fondo en esta previa olímpica, en Las Vegas, luciendo una marcada versatilidad, dinámica, rapidez y caradurez. El jugador que “más sorprendió” a Campazzo, nada menos.
“Es un animalito”, tiró Facu en una práctica luego de que Bolmaro robara una pelota en mitad de campo. A la vuelta, en otra presión, Lea volvió a forzar una pérdida y FC7 se acercó para tocarle la cabeza y decirle algo al oído. “Sí, me dijo bien, muy bien, seguí así…”, admite el polifuncional perimetral con su habitual timidez. “Que bestias así te reconozcan te genera una enorme motivación para seguir dando todo. Realmente estoy trabajando muy duro para que salgan las cosas y tener el respeto de ellos es una bestialidad, ni hablar si el que me lo dice es Facu”, completa con una sonrisa en un distendido diálogo con Prensa CAB.
Para Lea que sea Campazzo quien hable tan bien de él, en público y en privado, es especial. “Siempre lo vi, desde chiquito, pero cuando comencé a jugar de base, empezó a ser mi referencia. Miraba videos suyos y le prestaba atención a cómo cubría la pelota, si iba a robar o no, qué hacía cuando lo pasaban, de cada detalle que vi fui aprendiendo, porque para mí toda era nuevo en la posición”, revela.
Hace dos años, Bolmaro llegó a la concentración en Bahía Blanca, previa a los Panamericanos y al Mundial. Algunos lo pensaron como una primera experiencia para él, pero él lo dejó claro en aquellos días. “Vine a demostrar que puedo quedar en el equipo”, dijo. Y no estuvo lejos de lograrlo… “Es verdad, sentí que pudo haber sido y me quede con muchas ganas. Ahora espero que sea distinto”, reconoce.
Fuera de la cancha, Bolmaro es muy tranquilo y exhibe una marcada timidez pero su comportamiento y forma de ser contrasta con que muestra en el parquet. “Y un poco es así. Afuera soy tranquilo y en la cancha, no tanto (se ríe). Noto ese cambio, cuando empieza el entrenamiento o el partido soy otro. Y esa competitividad saca lo mejor de mí. Siento que yo mejoro y hago mejores a los otros”, revela. Y enseguida cuenta una anécdota de sus épocas de atletismo que refleja esa característica. “Una vez, en un campeonato argentino de pruebas combinadas que se disputó en Santa Fe, me anoté como siempre en Hexatlón (NdeR: son seis pruebas) y apareció un chico que no conocía de Buenos Aires y me ganó… Me quede mal, recuerdo. Yo me estaba yendo del atletismo, era mis últimos momentos, pero decidí anotarme en el siguiente, en Decatlón (10 pruebas), una especialidad que no hacía tanto sólo porque quería ganarle. Fui y lo hice”, recuerda. Así, pese a que era muy bueno (“Sobre todo en salto en alto y largo, aunque también en 110 con vallas y en bala”, precisa) se retiró en paz del atletismo, con 16 años, para dedicarse de lleno al básquet. Así nuestro deporte ganó una joya.
Lea evita hablar del impacto que ha causado en estos primeros ocho días de prácticas. “Es parte de lo que hago siempre. El presionar, correr, defender, provocar errores”, dice y se ríe cuando se le recuerda la frase de Oveja que grafica la marcha más que parece tener. “Sí, un poco lo noto, pero también es verdad es que estoy algo pasado de energías, de vueltas, que a veces no controlo. Eso debo aprender, controlar los ritmos y mi dinámica para llegar mejor al final de los entrenamientos. Debo regular las cargas y no gastar todo en cada comienzo”, explica.
-Contale a la gente con qué te encontraste en este regreso a una preselección argentina mayor.
-Con un equipo muy trabajador y competitivo, que siempre está dipuesto a dar el máximo, que es muy profesional, que cuida todos los detalles y que sobresale por el compromiso.
-¿Y en lo social, dentro del grupo?
-Me recibieron muy bien, son todos muy piolas, nunca te dejan afuera y siempre te están integrando. Se preocupan por todos, para que estemos unidos y esa armonía afuera podamos llevarla a la cancha. Yo, por suerte, esta experiencia la había tenido en 2019, me había podido integrar y, además, en la temporada venía hablando con muchos de ellos. Son grandes personas y eso lo valoro mucho. Porque además hay una cuestión de seguir su paso. Siendo tan joven ya sé el camino que debo seguir a partir del ejemplo que me dan.
-Los primeros días son difíciles para los nuevos. Vos no parecés haber sentido nada, no sufrir esa clásica adaptación.
-Un poco. Yo estuve viendo videos y estudiando como jugaba el equipo y vine intentando cumplir un rol, buscando aportar lo que pueda. Lo que me toca, me toca. Y realmente no he estado nervioso. Llegué sin miedos y mentalizado en dar el máximo para ganarme un lugar. Y clave es que disfrute. Porque cuando eso pasa, juego mejor.
-Sentís que tenés una marcha más y que eso, junto a tu versatilidad y polifuncionalidad, cae justo para este equipo que intenta potenciar Oveja, buscando que sea aún más veloz y agresivo que en China.
-Sí, un poco sí. Es un poco mi característica y me encanta este estilo, el de correr, presionar, meterle un cambio más… Aunque, en realidad, todos nos sentimos cómodos con esta propuesta, porque sentimos que es la forma en que podemos sacar ventajas. Ya se demostró en el Mundial que jugando así le podemos ganar a cualquiera.
-Te adaptaste de maravillas a jugar de base en el Barcelona. Pero acá te usarán más escolta, por lo que se ve, porque bases sobran. ¿En qué posición te sentís más cómodo?
-Me siento más cómodo de escolta. Si tengo que subir la pelota, lo hago. Si debo armar juego, conducir, lo mismo. Pero prefiero ser escolta, tener más libertades y no asumir siempre la responsabilidad de organizar. Hay más presión.
-Qué locura lo que pasó con tu puesto en Barcelona. Arrancaste de alero, saltaste a la fama de escolta pero se produjeron las lesiones en el Barsa y empezaste a jugar de base nada menos que un gigante de Europa.
-Sí, realmente (risas). Cuando me enteré que iba a empezar a jugar de base, me puse a ver videos de varios armadores para entender la posición, sobre todo de Facu (Campazzo). Por suerte, gracias a mis compañeros, tuve la confianza y eso me hizo sentir más cómodo y confiado con que podía hacerlo. No fue tan difícil porque creo que me comprometí. Yo antes era de quejarme, pero cuando pasó esto, cambié el chip y acepté el rol. El tren pasa una vez, dicen, y yo tenía que aprovechar la oportunidad.
-¿Pero no te sorprendió empezar a jugar de base a un nivel de elite y rendir tan bien para ser una primera vez?
-Sí, claro, un poco me sorprendió. Pero creo que se debió a lo que dije: aceptarlo y entrenar mucho para estar listo. Si no hubiese trabajado tanto, me habría ido mal. El esfuerzo que puse para cumplir dio resultados.
-Por momentos impacta verte en defensa, por tus desplazamientos, la velocidad y en especial la envergadura que tenés. ¿Te sentís cómodo?
-Sí, muy cómodo, más defendiendo que atacando. Veo que puedo defender a los bases más chiquitos y también a los grandes, que por ahí son más lentos. Me gusta presionar, obligar, provocar errores. Me gusta no dejarlos pensar porque hay muchos muy buenos que si los dejás, te pintan la cara.
-Cómo sentiste lo que pasó en el Final 4. Venías jugando pero promediar 25 minutos en los dos partidos más importantes del año. ¿Qué sentiste?
-Sí, realmente lo del Final 4 fue una increíble experiencia. Jugué sin pensar que eran partidos tan importantes y siento que ayudé al equipo. Lástima que nos quedamos sin el título, pero tuvimos un gran rival enfrente. Por mi lado me sirvió tener paciencia y esperar mi momento. Al principio no jugaba nada y luego un poco más hasta terminar así.
-¿Qué aprendiste en el proceso?
-A no relajarme. Seguí con mi rutina, con mi trabajo. En las malas me di cuenta que con lo que hacía no me alcanzaba y entrené más y más. También, es verdad, tuve a mi familia, mi novia y agencia de representación que me apoyó y eso fue muy importante.
-Es decir, no pusiste excusas ni culpaste a nadie cuando no jugabas, te esforzaste el doble para estar listo. –
Claro. Cuando me di cuenta que no me alcanzaba, fui por más. Ajusté las comidas, descansos y los entrenamientos. Creo que, de lo malo, convertí algo bueno y el tiempo me terminó dando la razón.
-Antes de Las Vegas, por su presente más que por tu futuro, parecías tener un lugar bastante probable en Tokio pero ahora, luego de los primeros entrenamientos, la certeza es mayor. No sé si lo sentís así.
-Para eso entreno (se ríe). En una preselección así, para un Juego Olímpico, nadie te regala nada y si quedo, será porque lo hice muy bien. En el 2019 estuve cerca, pero tampoco es que hoy me siento entre los 12, puedo creo que puede ser, que puedo ser parte si hago las cosas bien.