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Paren de Fumigarnos hizo una caravana de reclamos: «Se puede cultivar sin veneno, experiencia sobra»

La Multisectorial, junto a otras organizaciones ambientales, se movilizó por el sur de la provincia con una demanda central: modificar la actual ley de Agroquímicos vigente en la provincia, que es del año anterior a que llegara la oleada de soja y cambiara hasta el paisaje santafesino

La Multisectorial Paren de Fumigarnos concretó este sábado la “Caravana por la Salud y la Vida”, que partió después del mediodía desde bulevar Oroño y avenida Pellegrini con rumbo sur, recorriendo distintas urbes del Gran Rosario, todas con el mismo problema: las aspersiones de agrotóxicos hasta el punto de llegar hacia adentro de los hogares y las escuelas. La marcha, a la que se sumaron otras organizaciones ambientales como la Multisectorial por los Humedales, el colectivo intergremial Sindicatos por el Ambiente, atravesó Villa Gobernador Gálvez, Alvear, Pueblo Esther, General Lagos y, como final, Arroyo Seco, recorrido por la ruta 21 en el que se fueron sumando las distintas asambleas locales y vecinos autoconvocados. “El motivo es el que venimos reclamando hace años: que paren de fumigarnos. Que la salud no se negocia. Que la Legislatura tiene que tratar el proyecto de modificación de la ley 11.273. Que las comunas deben tener ordenanzas que alejen de los periurbanos los agrotóxicos. Y que tiene que haber decisión política para que en esos espacios se pueda trabajar el suelo sin ningún tipo de veneno. Experiencia sobra”, explicó uno de los representantes de la Multisectorial.

 

La caravana, que llevaba un equipo de sonido, ingresó a cada una de las localidades, donde tuvo lugar un corto acto de protesta y reclamo de la sanción de la nueva ley de agroquímicos en la provincia. La iniciativa está en trámite en la Cámara de Diputados y, si no se trata en los próximos meses, perderá estado parlamentario, tal como ocurrió con todas y cada una de sus antecesoras.

De repetirse la historia, volverá a continuar vigente la actual ley, que data de 1995, un año antes de que se permitiera el ingreso de la soja transgénica a la Argentina, con su “paquete tecnológico” de fertilizantes, plaguicidas y herbicidas, y semillas resistentes a todo el cóctel. La ley 11.273 es anterior hasta al cambio del paisaje, cuando Santa Fe era una provincia de la cuenca lechera, productora de carne y con cultivos más diversos que el que la define ahora como parte de la “zona núcleo”.

 

Más de 525 millones de litros de agrotóxicos por año es el volumen que la Multisectorial calcula que se utilizan en el país. Ese volumen, de 12 litros por habitante, es consecuencia de un modelo tecnológico compuesto por los cultivos modificados genéticamente y los químicos asociados, cuyo emblema inicial fue la soja transgénica RR desarrollada por Monsanto (hoy parte del conglomerado Bayer) y el herbicida Round Up, cuyo componente activo es el glifosato al que el poroto intervenido genéticamente es resistente.

La Argentina fue una suerte de “cabeza de playa” para adoptar ese paquete, aprobado por el área de Agricultura en 1996, casi al mismo tiempo que comenzaba a comercializarse en su país de origen, Estados Unidos. A partir de allí, muchos otros combos similares, de otras marcas, se instalaron para impulsar un modelo hegemónico de producción agrícola.

Numerosas publicaciones científicas asocian los agroquímicos con peligros potenciales para la salud humana y animal de diversos tipos, desde menores como afectaciones a la piel o vías respiratorias, hasta mayores vinculados a ciertos tipos de cáncer. Incluso, en muchos casos, los riesgos más preocupantes no están centrados en los principios activos –como el glifosato– sino en los agregados de los preparados que los contienen, como los coadyuvantes.

Con estas advertencias, y experiencias propias, numerosos colectivos sociales comenzaron a organizarse para exigir leyes y controles rigurosos contra las prácticas que utilizan químicos mediante fumigaciones, en muchos casos, cercanas a centros urbanos. O no tanto, pero que los afectan igual por la deriva comprobada de las sustancias, tanto por agua como por aire.

 

Así se llegó a la nueva manifestación de este sábado: “Para que también aquellas vecinas y vecinos que todavía no han tomado conciencia de la gravedad que significa esto, lo hagan. Porque no solamente afecta a aquellos que viven cerca de los campos fumigados o de las quintas, como pueden ser Pueblo Esther y General Lagos, sino también aquellas personas que en la ciudad consumen alimentos con veneno. Que no son alimentos, porque tienen veneno”, remarcó el integrante de Paren de Fumigarnos.

La caravana finalizó durante la tarde en Arroyo Seco con un acto de cierre, “con barbijos y distanciamiento social”, pero movilizados: “Dejando en claro que no podemos permitir que nos sigan fumigando”.

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