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A 37 años de la muerte de José I. Rucci

Por Oscar Daniele (*)

¿Quién fue José Ignacio Rucci? La pregunta encuentra una rápida y primera respuesta: “Un líder sindical peronista”. Sin embargo, Rucci fue mucho más que eso. Fue el paradigma de la lealtad no sólo hacia el incomparable estadista y líder fundador del Movimiento Nacional Justicialista, Juan Domingo Perón, sino un ejemplo de lealtad hacia los principios políticos, los fundamentos éticos protectores de los derechos de los trabajadores y los más desprotegidos, y un defensor comprometido con la causa nacional que es la causa y buen propósito de todo un pueblo.

El viernes se conmemoró un año más de su asesinato. Al recordar a Rucci no puede estar ajena aquella imagen suya cubriendo con el paraguas al general Perón a su regreso al país. Esa imagen, plasmada para siempre en el corazón de aquellos que aún aspiran a una Argentina en donde reine la justicia social, es todo un símbolo. Sin dudas es el símbolo de ese hombre protegiendo aquello en lo que creía y por lo cual estaba comprometido.

Rucci fue un militante peronista de primera línea que gozaba del afecto y respeto de Perón. Ese afecto y ese respeto no le fueron concedidos graciosamente; se los ganó con las virtudes de la fidelidad, el compromiso y la defensa de los verdaderos valores políticos. Fidelidad, lealtad, coherencia, permanencia, palabras que han sido olvidadas por tantos saltimbanquis políticos de nuestros días que de momento están en un sector por conveniencia y de momento, sin ningún prurito, lo abandonan por otra corriente que ofrezca mayores beneficios. Salteadores que han hecho de la política un medio para ellos y no un fin para el pueblo. ¿Qué se puede decir al recordar a José Ignacio Rucci? Que hay ausencia de estos modelos en el justicialismo y en todos los sectores políticos nacionales.

Semejante hombre no podía ser tolerado por aquellos que traicionaron a Perón y a la Patria. La de Rucci fue una vida dedicada a la defensa de los trabajadores y a los principios del peronismo, una vida que se apagó el 25 de septiembre de 1973, cuando un grupo armado lo baleó frente a su domicilio. Veintitrés balazos impactaron sobre su cuerpo ante el desconcierto total de sus custodios, de sus seguidores y del mismo Perón, que puso en sus labios el lamento más conmovedor en ese momento de la vida política argentina. Con lágrimas en los ojos, dijo: “Me cortaron las patas”. Pero no sólo cercenaron los miembros de Perón: los bandoleros cortaron las extremidades de una Nación que se hubiera podido encaminar hacia ese objetivo caracterizado por la paz y la justicia social que aún no ha sido alcanzado. El asesinato de Rucci se siente todavía en nuestros días.

Es oportuno recordar que el día de su muerte iba a leer un discurso por un canal televisivo que culminaba con las siguientes palabras: “La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor”.

Pasaron 37 años, y las palabras de José Ignacio Rucci no fueron sino una expresión de deseo, lamentablemente.

(*) Secretario general de las 62 Organizaciones Peronistas de Rosario.

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