La diferente respuesta inmune del organismo, que es capaz de eliminar el coronavirus pero no el VIH, sumada a las rápidas mutaciones de este último y a que no tiene sólo un “blanco donde apuntar”, son algunas de las razones por las que el mundo lleva más de 40 años sin encontrar una vacuna contra el virus de inmunodeficiencia humana, mientras que en menos de un año se pudieron desarrollar varias contra el SARS-CoV-2, señaló este martes la investigadora mexicana Brenda Crabtree.
“En menos de un año se lograron ocho aprobaciones para vacunas contra el SARS-CoV-2, en tanto que en 40 años de VIH lo que tenemos son sólo siete ensayos clínicos de eficacia y ninguna vacuna aprobada. El contraste es brutal…¿por qué?”, apuntó Crabtree en el comienzo de su exposición en el XVIII Simposio Científico de Fundación Huésped.
Investigadora de la Clínica de VIH del Departamento de Infectología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (Incmnsz) y profesora del Diplomado en VIH/SIDA en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Crabtree mencionó algunas posibles respuestas a esta pregunta que, advirtió, «es recurrente en el ámbito científico».
«En primer lugar, el SARS-CoV-2 tiene una respuesta inmunológica que elimina al virus definitivamente; es decir que la mayoría de las personas se curan, como sucede con casi todas las enfermedades virales. Sin embargo, esto no sucede para el VIH», sostuvo.
En ese sentido, explicó que «esto hace que no tengamos un ejemplo inmunológico natural que podemos imitar para eliminar el virus y por esto nos costó mucho dilucidar el camino adecuado, porque quienes viven con VIH no se curan, salvo alguna excepción».
La especialista también apuntó que «el SARS-CoV-2 tiene un genoma relativamente estable mientras que el VIH genera mutaciones bastante rápidas; además, la mayoría de las personas con SARS-CoV-2 desarrollan anticuerpos neutralizantes mientras que sólo algunas pocas personas, y después de mucho tiempo, desarrollan anticuerpos neutralizantes contra el VIH».
«Otro punto es que la proteína Spike, que es la que permite la unión del virus con las células, es un objetivo terapéutico muy dirigido en el SARS-CoV-2, mientras que para el VIH se pueden utilizar múltiples objetivos o targets», añadió.
Crabtree indicó que «todo esto hace que el camino hacia una vacuna contra el VIH haya sido muy largo; primero se identificó la biología y fisiopatología del VIH, y no fue hasta 1999 que se consiguió el primer vector viral para poder pensar el desarrollo de una vacuna».
Ensayos clínicos
Al hacer un repaso sobre estos estudios, la investigadora recordó que «en 2013 comenzó el primer ensayo clínico, el RV144 que se hizo en Tailandia, pero en 2019 presentó resultados desalentadores».
«Sin embargo, este estudio aportó evidencia para desarrollar otras estrategias que son las que se están llevando adelante hoy que apuntan a distintas variantes del virus y se realizan sobre distintas poblaciones», detalló.
Crabtree describió que todos los estudios clínicos utilizan regímenes en los que se da un primer inóculo (vacuna) y después refuerzos y todos son heterólogos, es decir, que en “la primera administración se pone una plataforma inmunogénica diferente de las siguientes”.
En tanto que “la mayoría de las vacunas es a base de vectores virales con proteínas (como las que se usan para coronavirus) y también se están probando infusiones intravenosas de anticuerpos neutralizantes (AMP)».
En la actualidad se están llevando adelante estudios con AMP conocidos como 703 (en África) y 704 (en Brasil, Perú, Suiza y Estados Unidos).
La científica recordó que hubo otro estudio clínico con vacunas (702) que se realizó en Sudáfrica con personas adultas, «pero los resultados tampoco fueron buenos».
Vacunas que combinan vectores con otras plataformas
En cuanto a las vacunas que combinan vectores virales con otras plataformas, se están realizando tres estudios: el Imbokodo (HVTN 705/HPX2008), el Mosaico (HVTN 706/HPX3002) y el PrEPVacc que añade terapia pre exposición diaria (ingesta de drogas antirretrovirales para prevenir la infección).
El Imbokodo se está llevando adelante con más de 2.600 mujeres en África del sur; se trata de un estudio que propone una vacuna de vector viral (adenovirus 26) en combinación con vacunas de proteínas.
En cuanto al Mosaico el esquema de vacunas de investigación difiere del usado en Imbokodo porque incorpora un segundo componente en la vacuna de proteínas.
Este último estudio incluirán 3.800 hombres cisgénero y personas transgénero que tienen relaciones sexuales con hombres cisgénero y/o personas transgénero en Argentina, Brasil, Italia, México, Perú, Polonia, España y los Estados Unidos y se espera que los resultados estén para 2023.
«No sólo se trata de desarrollar una vacuna sino de lograr su aceptabilidad»
Crabtree señaló, además, que «la elaboración de vacunas con tecnologías nuevas como las de ARN para SARS-CoV-2 abren una posibilidad para pensar nuevas estrategias en vacunas contra el VIH».
Finalmente, destacó que los grupos de mayor vulnerabilidad «demuestran interés en la participación de los ensayos clínicos» y recordó que «no sólo se trata de desarrollar una vacuna sino de lograr su aceptabilidad».
El XVIII Simposio Científico de Fundación Huésped, que comenzó el lunes y se extenderá hasta el viernes, ofrece 14 sesiones y cuenta con la participación de más de 2.500 profesionales de la salud y líderes comunitarios de todo el país y América Latina.
Además de Covid-19 y VIH se debatirá sobre enfermedades transmisibles y otros hitos recientes en relación a derechos sexuales y reproductivos, como la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).