Más allá de comprar vacunas importadas, y de producir localmente dos de estas vacunas desarrolladas por centros de investigación y laboratorios del exterior -la Sputnik en Richmond y la de Oxford en Mabxience-, universidades y centros de investigación nacionales, junto a laboratorios de nuestro país, están llevando adelante seis proyectos de vacunas argentinas.
Se trata, en todos los casos, de «vacunas de segunda generación», así llamadas porque servirán de refuerzo de las actualmente disponibles. Su desarrollo nace en alguna de las plataformas o tecnologías ya existentes para el diseño de vacunas, que a grandes rasgos, se pueden dividir en dos grupos: las basadas en proteínas (proteínas, fracciones de proteínas y virus completo muerto) y las basadas en ácidos nucleicos (vectores virales, y ARN, ácido ribonucleico, que es la tecnología más moderna y nunca antes se había usado en vacunas).
Entre las disponibles actualmente en Argentina, la Sinopharm (China) utiliza virus inactivados; Sinovac (China) proteínas virales; las Moderna (Estados Unidos) y Pfizer/BioNtech (Estados Unidos y Alemania) se basan en ARN. En tanto, Sputnik V (del Instituto Gammaleya, Rusia); y la británica AstraZenaca/Oxford usan vectores virales: humanos en el primer caso, y de chimpancé en el segundo. En tanto la CanSino (China) también usa vectores virales humanos, y es de una sola dosis.
Hecha esta aclaración, va un repaso por los principales proyectos locales de vacunas en marcha.
Uno de los desarrollos de vacunas nacionales más avanzados es el de la Arvac Cecilia Grierson, de la Universidad Nacional de San Martín. Superados los ensayos preclínicos, un equipo liderado por la investigadora Juliana Cassataro -junto al laboratorio Cassará- trabajan actualmente en el desarrollo de un prototipo y en el diseño de los ensayos clínicos en personas voluntarias.
Esta vacuna local, que lleva el nombre de la primera médica argentina y fundadora de la Escuela de Enfermería, estará disponible para 2022 y servirá como refuerzo de las actuales, utilizando las variantes de mayor circulación en el país.
Su fórmula se basa en proteínas recombinantes, una tecnología que ya se aplica en las vacunas contra la Hepatitis B o el Virus de Papiloma Humano (VPH).
Este proyecto fue uno de los seleccionados por la Unidad Coronavirus creada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Conicet y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) que financia y acompaña iniciativas para enfrentar la pandemia.
Otra vacuna en fase preclínica que obtuvo financiamiento de la Agencia I+D+i, es la que están desarrollando investigadores del Conicet en la Universidad del Litoral, junto a Cellargen Biotech SRL y Biotecnofe SA. Al igual que la de la UNSAM, su fórmula se basa en proteínas recombinantes, que son más estables y menos dependientes de la cadena de frío. Esto las vuelve más económicas, fáciles de producir y de distribuir.
Este proyecto se basa en una plataforma tecnológica ya instalada en Santa Fe para investigar partículas similares a virus (VLPs, del inglés virus-like particle), «estas partículas imitan la conformación del virus y permiten vacunar a las personas o los animales con vacunas bioseguras, basadas en cultivos de células recombinantes», comentó el investigador Claudio Prieto, a cargo del proyecto.
Cuando se habla de vacunas bioseguras, significa que en los procedimientos para su producción no se emplean virus, lo cual reduce los riesgos de infección. «Lo que hacemos es, mediante ingeniería genética, modificar el genoma de las células productoras de la vacuna, para que solamente expresen un gen codificante de una proteína clave del virus, que al ser utilizada como vacuna, es capaz de generar anticuerpos en animales o en humanos», indicó el investigador.
También es prometedor el proyecto de investigadores del Conicet en el Instituto Leloir, junto a la biotecnológica Vaxinz. Este equipo diseñó una fórmula monodosis, que generó inmunidad de 100% en pruebas preclínicas en ratones.
Además de anticuerpos, la vacuna del Leloir despertó inmunidad celular que, a diferencia de éstos, perdura por varios meses en el organismo, comentó el doctor Osvaldo Podhajcer, coordinador del proyecto, jefe del Laboratorio de Terapia Molecular y Celular de la Fundación Instituto Leloir e investigador del Conicet.
Su fórmula está basada en vectores de adenovirus humano, similares a los de la Spuntik V. Y se adapta a las necesidades de países como Argentina y otros de latinoamérica, ya que al ser de una sola dosis, reduce los costos de logística y aplicación. Según los investigadores a cargo del proyecto, las pruebas en personas voluntarias comenzarían en los próximos meses.
Entre los prototipos de vacunas argentinas, también se destaca la Argenvac221, del Conicet y la Universidad de La Plata. Se trata de una iniciativa impulsada por el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA – UNLP/Conicet) y el Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP- UNLP/Conicet/CIC).
El proyecto surgió de trabajos de colaboración que desde 2018 realizan en conjunto ambos institutos platenses, en los que se sumaron capacidades complementarias para el desarrollo de inmunoterapias para enfermedades inflamatorias e infecciosas.
La vacuna que están desarrollando se basa en nanopartículas de fracciones de proteínas del SARS-CoV-2. Actualmente se encuentra en las primeras etapas de la fase preclínica y aún no cuenta con socios en el sector privado.
El INTA junto a laboratorios Bagó avanzan con otra vacuna basada en una tecnología patentada en 2018 por el INTA Bariloche que generó inmunidad ante el coronavirus en ratones.
El siguiente paso será «comprobar que esos anticuerpos logren neutralizar el coronavirus y verificar que la respuesta inmunológica sea duradera», describió a Télam el médico veterinario y virólogo Sebastián Pappalardo, responsable del Laboratorio de Nanomedicina Veterinaria de INTA Bariloche.
Esta vacuna utiliza como vehículo un gen que codifica para una porción de la proteína Spike del SARS-CoV-2 que activa la respuesta inmune del organismo. Pappalardo señaló que antes de fin de año se espera comenzar con la fase clínica de investigación con personas voluntarias.
Por último, investigadores argentinos del Conicet en la Universidad Católica de Córdoba participan junto a sus pares brasileños de la Universidad Federal de San Pablo y franceses de la Sorbona, en el desarrollo de una vacuna oral contra la Covid-19.
La iniciativa es liderada por Hugo Luján, investigador del Conicet y de la Universidad Católica de Córdoba; Jorge Kalil, de la Universidad Federal de San Pablo, Brasil; y David Klatzmann, de la Universidad de la Sorbona, en Francia, uno de los descubridores del virus del Sida.
Las ventajas de este tipo de vacunas, que se administran como pastillas, son su amplia aceptación, y que no requieren personal especializado para suministrarlas. Una de las principales dificultades para el desarrollo de vacunas orales es que, para llegar al intestino, los antígenos, despertadores de la respuesta inmune, deben superar un ambiente hostil, incluyendo altas temperaturas, el pH gástrico y los jugos biliares y pancreáticos.
La vacuna cordobesa en desarrollo consiste en la combinación de moléculas de varios virus que no infectan a humanos y que se recubren con proteínas de superficie llamadas VSP, que a modo de escudo resisten las «inclemencias» del tracto digestivo.
«Bajo esa capa protectora, insertamos moléculas del nuevo coronavirus que apuntan a generar una fuerte respuesta inmune», explicó el investigador cordobés Hugo Luján. Al igual que todas las mencionadas, ésta también se encuentra en fase de investigación preclínica.
El hecho de que Argentina cuente con seis proyectos de vacunas locales refleja, por un lado, la solidez del sistema científico tecnológico y de la industria farmacéutica local. De hecho, muchos de estos proyectos son de articulación público-privada entre universidades, centros de investigación y laboratorios. Por otra parte, también reafirma la decisión geopolítica de contar con un recurso estratégico y soberano, en momentos en que las vacunas para enfrentar esta pandemia son escasas, y su distribución en el mundo es desigual.