El jefe histórico de la diezmada guerrilla maoísta peruana Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, de 86 años, falleció este sábado en la prisión de máxima seguridad donde cumplía cadena perpetua desde 1992, una muerte que suscitó una condena «firme e indeclinable al terrorismo» por el presidente del país Pedro Castillo.
«Ha fallecido el doctor Abimael Guzmán, la Marina le ha comunicado a su esposa Elena Yparraguirre el fallecimiento», dijo el abogado del líder guerrillero Alfredo Crespo y agregó: «Ella ha pedido a las autoridades que le entreguen los restos», según reportó la agencia de noticias AFP.
La autoridad penitenciaria señaló en un comunicado que la muerte de Guzmán ocurrió «el sábado 11 de septiembre aproximadamente a las 6.40 (8.40 de Argentina) en el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao (…) debido a complicaciones en su estado de salud».
La esposa de Guzmán, que era la número dos de Sendero Luminoso, está presa en la cárcel Virgen de Fátima, en Lima, sentenciada a cadena perpetua por terrorismo, el mismo cargo que pesaba sobre su marido.
La muerte del líder de la guerrilla maoísta fue anunciada un día antes de que se cumpla el 29 aniversario de su captura, el 12 de septiembre de 1992, y desató reacciones en todo el arco político peruano.
«Falleció el cabecilla terrorista Abimael Guzmán, responsable de la pérdida de incontables vidas de nuestros compatriotas. Nuestra posición de condena al terrorismo es firme e indeclinable. Solo en democracia construiremos un Perú de justicia y desarrollo para nuestro pueblo», defendió Castillo en su Twitter.
En la misma línea se manifestaron otros miembros del oficialismo, como el ministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke, quien afirmó que «su muerte no borrará sus crímenes» e instó a construir «un país más justo, en democracia y con paz», o la congresista de la fuerza oficialista Perú Libre, Betssy Chávez, que pidió inculcar a las nuevas generaciones trabajar por «Perú solo en democracia y nunca en extremismos».
La presidenta del Congreso, María del Carmen Alva Prieto, en tanto, se solidarizó con las víctimas.
«Los testimonios de los huérfanos, viudas (que también perdieron hijos) y todos quienes vieron morir a alguien a manos de Sendero Luminoso nos desgarraron el alma. Pienso en ellos, en las víctimas del terrorismo, a quienes aún les debemos tanto», consignó el diario La República.
En tanto, miembros de la oposición se refirieron a la forma en la qué debería enterrarse al exlíder guerrillero para evitar que se perpetúe su legado.
«Lo que corresponde es enterrarlo de la manera más rápida y discreta posible para que no se presente ninguna manifestación de apoyo ni de cólera. Se debe dar trámite lo más rápido que se pueda», consideró Jorge Montoya, parlamentario de la fuerza de ultraderecha Renovación Popular.
En cambio, el exministro del Interior (2003-2004) Fernando Rospigliosi señaló que Guzmán debería ser cremado y sus cenizas echadas al mar.
«De ninguna manera debe darse lugar a un funeral como cualquier persona normal ni que se vaya a convertir su tumba en una suerte de lugar de peregrinación de terroristas», argumentó, citado por el diario El Comercio.
Desde el conservador Fuerza Popular, la fuerza de la excandidata presidencial Keiko Fujimori, el congresista Nano Guerra exigió al Gobierno «detalles de su deceso».
El líder guerrillero y antiguo profesor universitario de filosofía, que había sufrido problemas de salud en julio, pasó sus últimos 29 años preso, condenado de haber sido el responsable intelectual de uno de los más cruentos conflictos en América Latina, con más de 70.000 muertos y desaparecidos en dos décadas -de 1980 a 2000-, según cifras de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Guzmán acabó sus días como el preso más famoso de Perú, sin concretar su aventura de reproducir en su país a sangre y fuego el modelo de su ícono, el emblemático líder chino Mao Zedong
El jefe guerrillero, cuya causa de muerte no fue informada, cumplía su condena en la Base Naval del Callao, próxima a Lima, pero debía ser trasladado a una prisión común en los próximos meses.
Abrazó el maoísmo y los métodos sanguinarios del líder camboyano Pol Pot, y se formó una imagen de revolucionario duro e implacable dispuesto a ordenar masacrar a los habitantes de un poblado de los Andes peruanos en castigo por no respaldarlo.
En 2006, durante un juicio cuyas audiencias se prolongaron más de un año, se conoció una parte desconocida de su perfil cuando su lugarteniente Oscar Ramírez, conocido por el alias camarada ‘Feliciano’, lo acusó de «cobarde» y de ser incapaz de apretar el gatillo de un arma.
«Cobarde, alcohólico y llorón», dijo sobre Guzmán ‘Feliciano’, quien lideró una facción radical de Sendero Luminoso que continuó la guerra luego de la detención de su líder en 1992, desacatando su orden de poner fin al conflicto.
Abimael Guzmán saltó al primer plano de la política peruana cuando, a comienzo de los años ´60, abandonó su cátedra de filosofía en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, una de las regiones más pobres de Perú.
Desde allí, creó e impulsó a su partido, cuya tarea era «construir el comunismo por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui», intelectual y creador del Partido Socialista de Perú. De ahí el origen del nombre de la guerrilla.
Guzmán cultivó el culto a la personalidad y quienes lo conocían debían tratarlo como el «Presidente Gonzalo». A partir de su propia interpretación del marxismo, convirtió a sus seguidores en fanáticos de sus ideas a las que calificaron de «pensamiento guía» y «cuarta espada» del marxismo, detrás de Marx, Lenin y Mao.
El llamado «gran salto adelante» empezó en 1979, cuando pasó a la clandestinidad y anunció que estaban dadas las condiciones para llevar a cabo una revolución del campo a la ciudad, al estilo camboyano.
El 17 de mayo de 1980 cambió los libros por la dinamita. Ese día marcó a fuego a Perú. Sendero inició la lucha con un simbólico acto: quemó urnas en un poblado andino en vísperas de la elección que acabó con 12 años de dictadura militar.