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Más de dos horas al rayo del sol para llegar al cuarto oscuro

Votantes amontonados, chiflidos, palmas, quejas y personas que desistieron de cumplir con su deber cívico. Ese fue el panorama al mediodía en varias escuelas de Rosario. Los motivos: escasa asistencia de autoridades de mesa, falta de boletas y poca claridad en cómo aplicar los protocolos sanitarios

Barrio del Abasto. 11.30 horas. De la puerta de la escuela Juana Manso N° 88, de Mitre 2337, salían dos filas: una hacia calle La Paz, otra hacia calle Viamonte. Pero no terminaban allí. En la ochava, doblaban pegadas a la línea de edificación y se extendían por casi una cuadra en dirección a Sarmiento. Al sol del mediodía, sólo se escuchaban quejas. A simple vista parecía que eso de votar iba a llevar bastante más tiempo que otras veces, y así fue. Más de dos horas al rayo del sol para llegar al cuarto oscuro.

Lo que ocurrió en la Juana Manso no fue más que una muestra de lo que ocurrió en otros centros de votación, aunque no en todos. Las autoridades de la escuela lo explicaron con mucha buena voluntad a todas y todos los que se acercaban a preguntar por qué no se acercaban ni un metro a la puerta si ya hacía más de 45 minutos que habían llegado: la falta de autoridades de mesa y la poca claridad de los protocolos por la pandemia empezaron a retrasar todo desde temprano.

A las 8, el horario indicado para la apertura de los comicios, en algunas mesas ni siquiera había una autoridad. Ese primer obstáculo se sorteó en la primera media hora, llamando reemplazos, pero al recaer todo el trabajo en una sola persona el proceso fue lento desde el inicio. A eso se sumó que se habilitaba el ingreso de sólo cinco personas por mesa, engrosando las filas en la vereda.

La extensión y lentitud de las colas alrededor del mediodía hicieron que sean los propios votantes los que llevaran las propuestas para agilizar el proceso que, una vez consultadas con las autoridades del centro de votación, comenzaron también a aplicar.

“Vamos a reorganizar las filas por la mesa en la que está cada uno”, anunció un grupo de votantes, e indicaron dónde debían formar los que integraban cada una de las mesas. La idea funcionó, en el largo plazo, pero en lo inmediato generó un aglomeramiento en la puerta de la escuela que costó desarmar. Gente amontonada, votantes que se habían encolumnado en la mesa equivocada, chiflidos y palmas por las más de dos horas de espera antes de pasar por el cuarto oscuro.

Hasta que el proceso comenzó a agilizarse, ya pasadas las 14, muchos desistieron de estar al rayo del sol directo del mediodía y después de refunfuñar abandonaron las colas y el deber cívico.

En medio de las quejas y el desconcierto, una mujer hizo sus averiguaciones y anunció: “La multa por no votar es de 50 pesos. Prefiero pagar y no votar. Ustedes pueden hacer lo mismo”. Enseguida, se subió a una Hilux blanca que la esperaba en segunda fila y arrancó. En realidad, la multa puede ascender hasta 500 pesos, y alguien se lo dijo, pero con un gesto con la mano dejó en claro que para ella 50 o 500 era lo mismo.

Lo que ocurrió en la escuela Juana Manso, que sólo se sorteó por la buena voluntad de las docentes y las fuerzas de seguridad presentes en la escuela, fue sólo una muestra de lo que ocurrió en otros centros electorales: colas eternas, falta de boletas, autoridades ausentes, aglomeración. La escuela Juan Arzeno (Ovidio Lagos 1064), el Normal 2 (Córdoba al 2084) y la ENET 294 Crucero General Belgrano (9 de Julio 1247) fueron ejemplos de ello.

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