Esta suerte de curioso fenómeno no es nuevo, pero tal vez se vaya acentuando en medio del sinuoso y desafortunado camino que van recorriendo las series en la actualidad. Fundamentalmente el problema que se intenta señalar sería este: ¿cuál es el interés de abordar los conflictos vitales y existenciales de gente (muy) rica que finalmente descubre, en medio de la opulencia, que sus vidas no son plenas? O más aún, ¿cómo sentirse afectadxs por esas tristezas de cartónpiedra surgidas en la lejana pulcritud de un sofisticado loft neoyorquino o en una ostentosa playa de Hawai?
Hay algo de obscenidad en el regodeo de esas crisis “humanas” expresadas o calladas con una copa de martini frente al mar, con ropajes de diseño y entre gestos de snobismo rancio. Ya son muchas las series que vienen abordando el tema, con mayor o menor suerte, como Big Little Lies (con una primera gran temporada) o The Undoing (un desastre de cabo a rabo), entre muchas otras.
Y ahora, en estos meses, confluyeron dos nuevas apuestas muy similares entre sí, que son incluso las apuestas más destacadas de dos grandes cadenas. Una es Nine perfect strangers, de Amazon y la otra es The White Lotus, de HBO, miniserie de seis episodios que terminó de emitirse recientemente.
Perspectiva crítica y mordaz
The White Lotus, la que aquí nos ocupa, es una miniserie planteada en tono de comedia ácida, negra incluso. Su visión de la vida en la más obscena opulencia asume claramente una perspectiva crítica mordaz y pretendidamente devastadora. Nadie (o casi nadie) queda en pie. Todos los vínculos están atravesados por un brutal juego de poder trazado indeleblemente en los emplazamientos sociales que se ocupan.
Sin embargo, más allá de la tenacidad de su evidente juicio y de su graciosa destreza narrativa, la serie no deja de suscitar esa incomoda sensación de engaño, de falsedad, de impostura. En medio de la crítica aparente, no deja de campear libremente el regodeo en la suntuosidad, en las fascinaciones del lujo, en los delirios de la riqueza, y las crisis y los conflictos personales desatados no dejan de ser, allí, casi una mueca o una burla.
¿De qué se trata, de una suerte de mea culpa? ¿De ricos y de ricas de Hollywwod que vienen a decirnos que ellos también lloran y que incluso, puede ser que sean mala gente? Sí, a pesar de que The White Lotus es una apuesta destacable en varios aspectos, hay algo de irritante en todo eso. Tener que ir a un megahotel all inclusive de Hawai para descubrir que sus opulentas vidas no son plenas, eso, irrita.
Un espectro que convierte a la sonrisa en una mueca
Ahora bien, ¿de qué va entonces The White Lotus? La miniserie narra la estancia de tres grupos familiares en el hotel hawaiano que da título a la serie. Una mujer algo neurótica que lleva las cenizas de su madre para entregarlas al mar, una pareja de recién casados (él, un niño rico, ella, clase media conflictuada con la riqueza del varón con el que se acaba de casar), y un matrimonio con su hijo, su hija y una amiga de ella (ajena ésta a la opulencia de la familia). Cada grupo, claro, tendrá su crisis (de mediana edad, de pertenencia, sexual, etc, etc).
Pero en medio de todoxs ellxs se despliegan también quienes trabajan en el hotel, trabajadores y trabajadoras que deben ponerse al servicio de los caprichos infantiles de quienes ostentan despiadadamente el poder. Quien juega como centro es el gerente del hotel, el personaje más potente de la serie.
Si bien el tono es de un humor muy ácido también se juega, en medio de la comedia, con la idea de un misterio. El primer capítulo comienza por el final, cuando estos grupos familiares regresan ya de sus vacaciones cargando un cadáver. Alguien ha muerto y la serie, al narrar lo sucedido, jugará con ese misterio: ¿quién de todxs ellxs y por qué y en qué circunstancias murió? Ambas cosas funcionan de modo efectivo: la comedia y el misterio. El ritmo narrativo es absorbente, el humor y la ironía siempre dan en la tecla justa, los personajes y sus relaciones están dibujados, a pesar de ciertos clisés, con inteligencia y creatividad.
Todo funciona entonces. The White Lotus es una buena propuesta, o cuanto menos un producto ajustado y destacable. Se la puede ver incluso, alegremente, de un sólo tirón. Sin embargo, claro, allí está ese espectro que no deja de convertir a la sonrisa en una mueca algo incómoda. Todo es una gran impostura, una burla. En The White Lotus no hay tanta ironía como cinismo.
El sello de la burla
Hace ya muchos años, a fines de la década del 70, una telenovela mexicana protagonizada por Verónica Castro causó un enorme furor. Se llamaba Los ricos también lloran (aunque aquí en Argentina se vio primero, según recuerdo, como Mariana). El título, claro está, era por demás de elocuente. Una joven pobre enamorada de un varón rico, encuentros y desencuentros, un hijo no reconocido, conflictos melodramáticos varios y en exceso, la dignidad de la pobreza, el dinero que no hace a la felicidad, y conciliación final entre clases mediante el reconocimiento del amor verdadero. Todo fácilmente criticable y condenable.
Pero se puede pensar cuanto menos que aquellas expresiones populares, que tan livianamente se juzgan, hacían de su falta de conciencia política y de clase un gesto desnudo y sin trampas, sin revestirse con los falsos oropeles de una producción inteligente y distinguida que miente la burla escondida. The White Lotus, con su detallista puesta en forma y con su humor efectivo y sofisticado, dice lo mismo, los ricos también lloran, y además son gente miserable. Es cierto que aquí no habrá conciliación posible ni amor redentor, pero no es esto de ningún modo un gesto de conciencia política sino el sello de la burla.
Después de todo, regresadxs de sus vacaciones en Hawai, seguirán pensando en sus penurias con una copa de martini en la mano, mirando las luces de la ciudad a través del enorme cristal de su sofisticado loft en Nueva York. Como seguramente también lo hizo todo el equipo de la serie, después de terminar el rodaje en esa bellísima playa hawaiana durante la pandemia.
The White Lotus / HBO / 1era. Temporada
Creación y dirección: Mike White
Intérpretes: Murray Bartlett, Connie Britton, Jennifer Coolidge