Especial para El Ciudadano
En septiembre de 1906 la ciudad de Rosario fue sede del VI Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (Fora), la central obrera más grande del país por entonces y que se encontraba hegemonizada por el movimiento anarquista. Que aquel Congreso haya tenido lugar en Rosario no era casual, sino que demostraba el peso que la Federación Obrera Local Rosarina (FOLR), adherida a la Fora, estaba alcanzando por aquellos años. Aquel Congreso obrero fue seguido de cerca por la División de Investigaciones, una fuerza policial renovada que había sido creada en 1905 a partir de la renovación de la anterior Comisaría de Pesquisas.
En dichas jornadas, donde los obreros discutieron planes de lucha, se destacó el delegado de los estibadores portuarios, de apellido González, quien arengaba por el llamado a huelga cada vez que algún obrero fuera detenido y deportado, descargando principalmente su malestar en la figura del Jefe Político de la ciudad, Néstor Fernández, quien estaba al mando de la División de Investigaciones. Poco después de finalizado el Congreso, el delegado y obrero estibador González fue capturado por dicha Policía, quedando incomunicado y siendo, según informaba el diario anarquista <La Protesta<, hambreado y torturado. Lo cierto es que las relaciones entre la Policía y el mundo obrero estaban cada vez más tensas desde que, en 1901, la represión a la huelga en la Refinería Argentina de Azúcar terminara con el asesinato de Cosme Budislavich, un obrero que, intentando escapar, fue abatido con un tiro en la cabeza. Por otro lado, en 1904 una huelga de dependientes de comercio y panaderos terminó con el asesinato de algunos obreros y con la represión del cortejo fúnebre que les rendía culto a los compañeros caídos.
Así las cosas, hacia 1906 la División de Investigaciones tenía claro que el anarquismo era un enemigo a combatir, al tiempo que los obreros sabían que el accionar policial era siempre discrecional y violento. La detención de González alarmó y generó resquemores en el mundo trabajador y anarquista, pero sin generar acciones violentas como respuesta. El problema llegó pocos días después y de la mano de un conflicto ajeno a dicha detención. El 1º de octubre de cada año, según lo convenido entre el gremio de Estibadores Unidos y Afines y las patronales portuarias lideradas por las firmas Bunge & Born y Davis & Cía, entraría en vigencia el nuevo horario de verano, por el cual los estibadores trabajarían con horario cortado y desde más temprano, para evitar así las duras jornadas de trabajo bajo el abrazador sol litoraleño. Este acuerdo, que era considerado una conquista junto con la jornada de ocho horas, no saciaba los reclamos de los estibadores que, entre otras cuestiones, seguían reclamando mejoras laborales como la disminución del peso de las bolsas que cargaban, las cuales superaban normalmente los cien kilos.
Aquel 1º de octubre fue diferente, puesto que las patronales decidieron desconocer el acuerdo y hacer trabajar a los estibadores según el formato de invierno. Aquello generó una conmoción inmediata, lo que dio lugar a una asamblea para el día siguiente en la sede gremial de calle Güemes 2473. Al enterarse de la asamblea, las patronales prometieron restablecer el horario de verano a partir del 15 de octubre, lo cual la asamblea debía poner sobre la mesa. Por unanimidad se rechazó aquella proposición y se llamó a la huelga a partir del 2 de octubre. Como era habitual, al entrar un gremio miembro en lucha, la FOLR ofreció su apoyo para convocar a un paro general en toda la ciudad si así lo requerían los estibadores. Sin embargo, la velocidad los hechos hizo imposible aquella coordinación, puesto que los huelguistas se apersonaron durante el paro a frenar el ingreso de los “carneros” al puerto, es decir los rompehuelgas contratados por la Sociedad Protectora del Trabajo Libre. Por ser un trabajo poco cualificado, los estibadores eran fácilmente reemplazables, a diferencia de lo que sucedía con otros puestos marítimos más especializados, lo cual dificultaba las acciones de fuerza. Como era esperable, aquello terminó en luchas entre obreros y rompehuelgas, saliendo lastimado uno de estos por un piedrazo en la cabeza.
El Jefe Político, enterado de los hechos, pidió que el secretario General del gremio de Estibadores, Pedro Casas, fuera inmediatamente notificado de que sería él mismo el responsable de los actos de violencia ocurridos y que pudieren ocurrir durante la huelga, al tiempo que era requerida su presencia en la Jefatura Política, actual palacio de gobierno. Casas y la asamblea obrera determinaron rechazar lo solicitado, lo cual conllevó su pedido de detención. Sin saberlo Casas aún, al dirigirse al gremio, fue detenido a dos cuadras por dos oficiales, quienes esperaron el arribo del comisario a cargo. Al reconocer uno de ellos que Casas iba armado, pidió que su compañero le quitara el arma, a lo cual, de entre la muchedumbre obrera que se iba acercando al detenido, se efectúa un disparo que dio en la sien del oficial Zeballos, muriendo en el instante. El descontrol fue total, aprovechando Casas para escaparse a los tiros sin lograr herir al comisario Zambrano.
Otros dos oficiales que estaban en las inmediaciones del gremio, al escuchar los tiros se dirigieron directamente hacia la sede obrera. Apenas doblaron la esquina fueron recibidos con tiros a boca de jarro por los obreros apostados en el gremio, dando muerte al segundo oficial en minutos, el policía Barroso. La situación fue de caos total, pidiendo el Jefe Político la intervención del gremio de Estibadores, redada en la cual fueron detenidos unos 40 trabajadores como presuntos sospechosos de los asesinatos. Aquellos obreros fueron sometidos a detención e interrogatorios, buscando que delatasen a sus compañeros culpables, lo cual nunca fue logrado. Mientras tanto, Casas se dio a la fuga, no logrando la Policía dar con su paradero por mucho tiempo.
El apoyo inicial a la lucha obrera por el diario local El Municipio y la discreta condena de La Capital terminaron mutando en abierta hostilidad, eliminando de hecho su columna permanente sobre “Movimiento Obrero” el primero de estos diarios por más de un mes. Por su parte, los anarquistas, que desde Buenos Aires se expresaban a través de las páginas de La Protesta, veían el caso como un acto de justicia, puesto que por primera vez los muertos los ponía la Policía y no el mundo obrero, el cual había aprendido a no ser más una presa fácil como en 1901 y 1904, al tiempo que vengaban los maltratos sufridos por su delegado en su detención pocos días antes tan solo por haberse manifestado en aquel Congreso.
Sin lugar a dudas la huelga, que buscaba hacer respetar un pacto sobre el horario de verano, terminó escapándose del control obrero y del policial, generando una escalada de violencia que nadie buscaba pero que terminó nuevamente con víctimas fatales. Aquella huelga, sin que pudieran saberlo los obreros, sería la primera de un ciclo de luchas muy intensas durante el venidero año 1907, en el cual su verdugo sería cada vez más la División de Investigaciones que las patronales con las que solían confrontar.
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(*) Historiador
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